Rosario Dawnson es una chica con un ala rota a la que un samaritano rescata del dolor. El oficio de la filantropía tiene estas cosas: va uno por la calle con el ojo avizor y da con el alma compungida a la que ofrecer tus servicios. No cuestan nada, no se preocupe. El ángel bueno de esta historia es en realidad un paria de la vida, uno de esos tipos a los que ya no le queda sangre ni afecto alguno por sí mismo y se conjura a cumplimentar una cruzada épica en la que se entrecruza el sacrificio, la bondad, el lirismo y también una brizna de masoquismo.
Siete almas es Rosario Dawnson con su ala rota y Will Smith con su cara de perplejo a la caza de toda esa gente buena que hay por el mundo, pero Gabriele Muccino, su voluntarioso director, no tiene ni idea de cómo enganchar al espectador, que es el verdadero pasmado, el demiurgo envarado en las palabras grandes y nobles que se adivinan por debajo de la historia. Y lo que pasa es que no sabe conducirlas: aporta un número razonable de incógnitas que luego únicamente desvela en un último tramo, agitadamente, sin el tacto del que ha abusado en toda el desarrollo anterior, asfixiándonos (literalmente) en una trama de credibilidad difusa, que se arrastra por el melodrama y termina en un paroxismo narrativo (vayan preparando el kleenex) que ya se veía venir (no hay que ser lince ni pertenecer a la agencia Pinkerton) bien antes.
Sobria y ñoña al tiempo, investida de una sensiblería del agrado de una parte del respetable público, justo del que no va al cine en exceso y disfruta con los telefilms que Antena 3 programa en la sobremesa, Siete almas reescribe en estos tiempos de zozobra moral la figura del samaritano y ofrece una revisión de la culpa o de la redención o del sacrificio, aunque la sobredosis de trascendentalidad aturde hasta el desmayo.
2 comentarios:
Blanda, manipuladora, enfática, innecesariamente confusa, autocomplaciente y totalmente olvidable productillo a mayor gloria del negro de moda (físicamente este chico es un placer de mirar, pero en el ámbito interpretativo se queda bastante pasadito de rosca, vamos que no puede...). Cine de baja ralea, impostado, del que no me hace llorar por mucho que la acumulación de efectos se proponga que llore. Cine innoble que los poco cinéfilos adorarán (como bien dices). La sutileza no entraba en los planes de estudio del director....si es que estudió.
Buenos adjetivos. Deberíamos reseñar una película a base de adjetivos. Blanda, manipuladora. Esos son los mejores. La confusión es el arma del que no tiene las ideas claras. Sin duda. Will Smith me gustó (mucho) en Ali y como héroe de acción los he visto infinitamente peores. Ya está.
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