Es una foto indiscreta y nada más hacerla me prometí no volver a meterme en la vida privada de los demás tan frívolamente, aunque sean dos gatos en la intimidad de los patios vecinales que se ven desde mi dormitorio. La gata me mira con más perplejidad que yo a ella. Hay vidas secretas en los tejados, vidas irrelevantes que de pronto adquieren una dimensión épica y siempre hay alguien sin pudor que registra el milagro y luego lo pregona por ahí. Torpemente.
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