11.4.08

La noche es nuestra: Bendito cine negro







En realidad La noche es nuestra, más que una película sobre los entresijos morales de las redes organizadas del crimen, es una hermosa (y fría) historia sobre el pecado y la redención, un cuento fatalista que hurga en la miseria del alma y en los modos en que la sangre, la propia, la que nos une a quienes amamos, vence al fastuoso imperio del vicio y de la ambición. Narra, desde la desintegración de los patrones domésticos clásicos - familia, iglesia, honor -, la resurrección moral de un pequeño delincuente, un tipo frágil y sentimental que bascula entre el ruido de las fiestas, con su guarnición de drogas, sexo y poder, y la música diminuta de la vida familiar, con su inevitable olor a lánguida y sinuosa rutina.
El hijo crápula y disoluto, enfangado hasta el aturdimiento en rayas de cocaínas, polvos en trasteros de timbas de cartas y la promesa de un futuro prometedor en el hampa, protagonizado por un espléndido Joaquín Phoenix, el hijo que se ve arrojado a la tragedia cuando su vida delictiva le obliga a elegir entre la devoción de su estirpe (padre y hermano policías) o el mundo oscuro y adictivo al que ha consagrado su vida, representa la inocencia perturbada, el mal en estado primario, antes de que la experiencia en su manejo tome los mandos de su vida y el hijo pródigo, tocado por el numen del vicio, deba renunciar al neón y a las cartas marcadas, al lujo y a la vida fácil para tomar conciencia de la responsabilidad, de lo correcto y de lo que no lo es: pura tragedia griega. El noir, el bendito cine negro, es eso: episodios clásicos, cultura helénica interpretada por gángsters, putas y maderos.
James Gray, un profesional poco dado a prodigarse (tres films en quince años), prefiere dibujar con precisión el tormento de sus personajes antes que explayarse en la acción pura, en lo que, en manos de otro cineasta menos artesanal, podría haber producido un film más ágil, menos ambiguo. La noche es nuestra (es más hermoso We own the night) recurre al cine de género de los setenta: huele a Lumet, al primer Scorsese, al primer Polanski, a Coppola, a todo lo que en esa década prodigiosa (vamos, tópico, ven a mí) condujo a este cronista de sus vicios (sí, claro, tengo muchos y soy incapaz de renunciar a ellos) a amar el cine casi por encima de todas las cosas.






Exenta de alardes narrativos que puedan despistarnos del verdadero sentido de la historia, La noche es nuestra se deja contaminar por todos los clichés que el espectador avezado desee, pero Gray los deconstruye (por fin he usado esta palabra: llevaba un mes deseando prenderla a un texto) y arma un sólido, sobrio y, más que nada, amenísimo ejercicio de cine clásico. Éste lo es: tal vez de un modo tan abrumadoramente moderno que no lo parezca, pero podríamos viajar en el tiempo y depositar la cinta (tal cual se hizo, sin cambios, sin modificar un fotograma) en la cartelera cinematográfica de los primeros setenta, y no chirriaría. Ningún crítico escrupuloso la tildaría de moderna. El problema del tiempo es éste: que lo que uno escribe en 1.972 en la confianza de estar ajustando el texto a un contexto y a una forma de entender el cine es un exabrupto en 2.008, una salida de tono, una boutade, un mamarrachada.
En todo caso, tiene el espectador interesado en perturbaciones y enfermedades del alma atormentada una sesión intensa ( inteligente, lírica por tramos) en este pequeña, en cierto sentido, obra de arte del siglo XXI. Quien prefiera embadurnarse el cerebro con otras toxinas menos exigentes, que requieran una entrega menor, pueden ir a la sala contigua donde se exhibe Casi 300. Me han dicho que es la monda.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, a mi también me hizo pensar en los años dorados del thriller policiaco de los setenta. Los policias a lo Al Pacino en Serpico y todo eso, pero a mucha distancia. Siendo una buena peli, no le llega a las de aquella época a ningún sitio. Tampoco Joaquin Phenix está sobresaliente como he le+ido en muchos sitios. De todas maneras no es perder el tiempo verla. Hay tanto bodrio suelto que se agradece una sension de cine a la antigua pero ahora. Casi 300 vergigratia.

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