Bono (U2): "Estaba en lo alto del Grand Hotel de Chicago [de gira en 1987] escuchando A Love Supreme y aprendiendo la lección de toda una vida. Momentos antes había estado viendo cómo unos telepredicadores rehacían a Dios según su propia imagen: pequeños, insignificantes y codiciosos. La religión se ha vuelto el enemigo de Dios, pensé… la religión es lo que quedó cuando Dios, como Elvis, se fue de casa. Desde los primeros recuerdos que guardo de mi vida, siempre he sabido que el mundo está girando en la dirección contraria al amor y que yo también estoy atrapado en eso. Hay tanta maldad en este mundo… pero la belleza es nuestro premio de consolación… la belleza de la voz aflautada de Coltrane, sus susurros, su astucia, su sexualidad maliciosa, su alabanza a la creación. Y de esta manera empecé a entender a Coltrane. Pulsé el botón de repeat y me quedé despierto escuchando a un hombre enfrentándose a Dios con el don de su música"
Caso de que uno escuche A love supreme sin la interferencia de la cultura, sin haber leído que Dios estaba detrás del saxofonista, guiándole, apartando lo irrelevante y conduciendo la música hacia ese estado central del bienestar del espíritu en el que uno lo ve todo y lo ve con reverencia y pudor, con vehemencia y gratitud, el disco de John Coltrane es un amasijo hermoso de sonidos. Hay un caos en la plegaria ofrecida. La palabra amasijo está devaluada, pero conviene en ocasiones para evitar el merodeo semántico y definir qué es el jazz. A veces, el jazz es un ruido maravilloso. Se nos encomienda que extraigamos la armonía. La vida funciona también así: el desorden guarda dentro un sentido.
Después de haber escuchado miles de discos y de haber dedicado una parte sustancial de mi ocio al jazz, yo no sé qué es el jazz. Imagino que lo mueve la fe al igual que es también la fe la que conduce al feligrés a la parroquia. Por eso, por otras razones también, las que cada uno elija, Coltrane es un sacerdote, y Bono, en su sentida reflexión, lo sitúa justo en el altar, derramando sabiduría para quien quiera escuchar. Una vez que ahuyentamos la religión, queda Dios o queda el jazz contenido en un salmo.
En cierta ocasión se me pidió que hiciera un libro de jazz en aforismos. Envalentonado, amedrentado también, consciente de que podía disfrutarlo y, al tiempo, malograr la empresa, acabé feliz en su construcción. Siento orgullo de esa miniatura de libro. El otro día un buen amigo me pidió que le explicara alguna de las piezas que lo conforman. Rehusé, no hice aprecio a la petición, creo que le animé a que no buscara respuestas, sino que se quedase con la belleza de las preguntas.


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