Fotografía:
Lukas Barth-Tuttas (Agencia EFE)
Hay imágenes imposibles. No hay cabeza que las procese sin que le sobrevenga la incredulidad o piense que están trucadas, amañadas para que causen uno u otro efecto. Las segundas, las que se editan y se preparan con esmero para que adquieran el rango artístico al que propenden, están casi siempre exentas de naturalidad. No son realistas, no se ajustan a lo que el ojo buenamente registra cuando barre el campo visual y captura lo que pilla. Se sabe que la instantánea está tomada en Hamburgo con motivo de la reunión del G20. No se puede saber mucho más o, al menos, la imagen no resuelve ninguna incógnita, sino que propone más. Lo primero en lo que se piensa es en algún tipo de apocalipsis del tipo que difunden las series de televisión o el cine. Vienen a la cabeza los guerreros de terracota que custodiaban la tumba de no sé cuál emperador chino. La mujer con el torso desnudo que los mira es el contrapunto festivo, no porque se obtenga un beneficio erótico o porque se vea venir un festejo, una especie de baile tribal o de performance de uno de esos grupos de teatro de la vanguardia. Debiera haber una fotografía que continúe a ésta. Nos la han birlado. No he encontrado nada que satisfaga mi instinto natural. Siempre te dejan huérfano, te abren una puerta y no te dan instrucciones de cómo recorrer la casa a la que accede. Es probable que el ideólogo de la cosa haya pretendido exponer el estado de abandono en el que estamos y desee que la manifestación (salvaje si se atiende a la prensa) surta el efecto anhelado y conmueva las conciencias o suscite algún tipo de diálogo entre las partes. A los políticos el teatro callejero les trae al fresco. No tienen tiempo para apreciar la creatividad de quienes los censuran. Van a lo suyo, se sientan en unos salones enormes, llevan sus intérpretes (Rajoy necesita uno hasta para pedir café) y se devanan la cabeza hasta que de pronto dan con una idea luminosa, no una trascendente, pero una lo suficientemente llamativa como para justificar el gasto de manutención y de hoteles. El mundo sigue herido afuera. Quizá la fotografía sea un metáfora de lo que está por venir. Eso debe ser, ahí está la solución, ahora acabo de entenderlo. Los figurantes son los mismos políticos a los que hostigan. Alguno hasta se ríe de lo bien que se lo está pasando. Basta salir del despacho y andar un poco las calles para percibir el runrún de la sociedad, el sentir de los ciudadanos. La rubia de pelo rubio a lo afro, desnuda de cintura para arriba, no parece que esté ahí para disuadirlos. Será otra cosa. Ando toda la mañana pensando en qué podría decirles para adherirse a la causa que esgrimen o para atajarla y conseguir que la abandonen. En esa frase puede estar la salvación.
1 comentario:
Este es uno de esos casos en los que lo que tendrá sentido -lo que lo tiene en presente- es lo que no es ya -o todavía- ceniza. Vi la performance en tv, pero es más impactante ese momento fijo "guerreros terracota" que contemplar la resolución de truco...
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