No me he prodigado nunca en elogiar a The Beatles al modo en que me esmero en hacerlo si encarta escribir o hablar de jazz o de cine negro o de cuentos de Borges. No alcanzo a ver la causa ahora. Probablemente no la hay. Se escribe o se habla de lo que nos concierne o de lo que nos emociona, pero quizá suceda que no sé qué decir. Con algunos asuntos, en cuanto uno se propone contarlo todo y contarlo bien, no terminan de salir las palabras, no se arriman las ideas, está todo como empantanado, sin que se sepa cómo enmendarlo, a qué acudir para que se advierte, en lo leído, todo el amor profesado. Ahí estará mi incapacidad para escribir sobre The Beatles, pongo por caso. Un amigo, anoche, en un correo tardío, me refirió un par de anécdotas sobre cómo los cuatro de Liverpool le cambiaron la vida, y no es cosa de largarlas aquí, pero siempre hay en la biografía personal un apartado beatle, un trozo de vida en donde algunas de sus canciones ( y solo hicieron doscientas y algo) transmutó algo, hizo que el mundo girara de otro modo, levantó el corazón hacia donde antes no había estado, alguna de esas maravillosas cosas o todas juntas. Recuerdo una cita en la que ninguno parecía especialmente cómodo, en donde cualquier asunto intrascendente podría limpiar el aire de fatiga y de prudencias, pero ninguno arribaba, ninguno ocupaba los huecos, hasta que los altavoces del pub, uno que ya no existe, por supuesto, restituyeron, sublimes como son, las primeras notas de Norwegian wood. Recuerdo la conversación agitada, la sensación de que podríamos estar la tarde entera trayendo y soltando letras de Lennon y McCartney. Y el pajaró voló, claro. Siempre acaban volando.
18.9.14
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4 comentarios:
Amigo mío, todo depende de la banda sonora de nuestra vida, es decir, de la memoria. Hay quien ha vivido en sus carnes un acontecimiento musical, el nacimiento de una estrella, etc. No puedo imaginarme lo que representaría en su momento un Elvis Presley o un Sinatra... The Beatles me pilló a mí demasiado pequeño, pero recuerdo aquella vieja radio de madera con botones color marfil anejo y un pañito sobre ella con fotos de gente que llevaba demasiado tiempo muerta. Aquella radio tipo cajón estaba en la cocina y mi madre siempre estaba en ella con un delantal, la mirada triste, una vida arruinada y una cara joven y bonita. A mí me tuvo con dieciocho años. En fin. Ella siempre ponía la radio y salían las canciones de The Beatles y ella las seguía con los labios y parecía animarse un poco. Yo no sabía nada, absolutamente nada ni entendía lo que eran aquellas canciones tan alegres. Tenía cinco o seis años.
Hoy cuando escucho una canción de The Beatles me transporta inmediatamente a aquella cocina triste junto a una madre muy joven y muy guapa, y esas canciones iluminaban un poquito la cosa.
La banda sonora de nuestra vida es una banda muy personal y motivada por el azar. A otros le han tocado las canciones de Peret, Manolo Escobar, Elvis, etc. Todas ellas respetables porque fueron el marco de una vida, en la mayoría de los casos, en color sepia de este país.
Abrazos,amigo.
Mi infancia transcurrió con ellos, bailé el twist desde muy pequeña.
Trajeron un aire de cambios. Un saludo.
Mis adorados Beatles son una playa en Marbella hace por lo menos treinta años y una moraga, que es una fiesta nocturna a pie del mar, comiendo, bebiendo, sintiendo, y un cassete de los de antes, a pilas, con una cinta recopilado por mi "ex" en donde sonaban las rápidas, las lentas, las rápidas, las lentas hasta que el sol nos despertaba, jaja.
Un abrazo, Emnilio.
No sé si fueron muchas las pistas. Echa memoria.
A.
Mis recuerdos son el Twist and Shout y el I saw her standing there, las dos rockanroleras, en una fiesta de fin de curso, en una escuela mayor en un lugar que tampoco existirá ya, que le vamos a hacer. Todos tenemos recuerdos musicales. Los Beatles o Paco Ibáñez, da lo mismo.
Alberto Castro
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