Caigo de pronto en la cuenta de que solo escribo del asombro que producen los libros o las películas o la música. Hago como una especie de rendición epifánica de mis vicios. No me parece mal, no crean. No sé quién dijo que todos los escritores formulan un par de líneas narrativas y que van acechándolas, merodeándolas, entrando en materia en alguna de ellas de vez en cuando o en las dos, hasta que perciben que pueden escribir de lo de siempre, pero haciendo creer que se escribe de otra cosa. Escribo sobre el fútbol de anoche, en que el Madrid cayó ante el Barcelona dolorosamente, y sé que de fondo, sin que se aprecie enteramente, escribo sobre metafísica o sobre la belleza. Está uno dándole vueltas a cuatro o cinco precarias cosas. Da igual que el blog lleve 2.222 entradas publicadas o que ronde casi el medio millón de visitas. La mayoría de los escritos obedecen a esa voluntad mía de esmerarme en lo que me inspira. Serán pocos los asuntos que me perturban. Yo sigo escribiendo. A veces creo que no puedo liberarme de esta página. Quizá no haga falta liberación alguna. Algunos vienen por aquí, leen, comentan y me tienen en sus afectos. De eso, al cabo, se trata.
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2 comentarios:
Como si sigues 2222 más. Que yo las lea y tú las escribas. Tienes todos mis afectos, Emilio.
Escribir es un oficio difícil en estos días. Mucho de lo que hablar, pero todo muy disperso. No estamos preparados para seleccionar. Si yo tuviese una bitácora, blog no me gusta, la haría como un diario personal, escribiría de todo lo que se me viniese, como si escribiese solo para mí y creyese no tener ningún lector. Tu bitácorase parece a la que yo querría tener, solo que tú escribes bien.
Un saludo, fuerte.
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