21.3.14

En alas de la mentira

Hay algunas mentiras que no me importan que lo sean y hay algunas verdades que uno preferiría no creer. En la ficción se vive mejor. En cuanto me falta, uno muere. No es la muerte irremediable, la atroz sin retorno, sino una de menor fuste dramático, una muerte de la imaginación narrativa, esa que solo desea que le cuenten historias. Mi cabeza entera las pide a gritos. No sabría vivir sin la ración diaria de mentiras habituales. La verdad, cuando es aburrida, no me interesa. La acepto porque no hay forma de eliminarla o porque hay algunos que se obstinan en defenderla. Soy el que le pierde saber cómo sigue la historia. Incluso cuando ha acabado, soy de los que creen que me están mintiendo. Que hay más. Que, por mi bien, me ocultan la información primordial. Que me quieren al punto de que me engañan. La verdad, en cierto sentido, no me atrae. De un modo infantil y muy precario, amo toda esa rica evidencia que la mentira va dejando conforme va pasando. La verdad posee un camino severo. La verdad es previsible, pero hace falta que exista para que su reverso (no es necesario que sea tenebroso) resplandezca, ilumine los huecos, se ocupe de mantenernos en vilo, de hacernos sentir alerta, vivos, ufanos, felices. Vamos al viernes. Es uno de las pocas cosas que no están sobrevaloradas. Se lo escribí anoche a Ramón. Habrá historias dentro. No hay día que no las tenga. 

posdata: Happy birthday, Isabel, ya sabes...

2 comentarios:

Belkys Pulido dijo...

No hay mentira en lo que escribes y sí mucha verdad, quizás por eso te leo a veces y me duele algo adentro. Me invento un cuento de viernes y me refugio en la mentira de esta semana vieja.

Isabel Huete dijo...

Me has calentado el corazoncito! ;-)

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