27.12.12

Dos mil doce / Uno

I
No creo que nunca haya formulado grandes planes para el año venidero cuando el saliente iba cerrando. Cree uno en las cosas irrelevantes y sobre ellas construye la épica de las grandes. Suele pasar que las altas esperanzas (a la manera dickensiana) las va arruinando el azar, la incompetencia de quien las fragua o la suma de una serie de catastróficas desdichas que, en muchas ocasiones, las provocamos nosotros mismos. Yo mismo peco de no no ser el constante que debiera y flaqueo a la primera de cambio. Hay días en que me armo de júbilo y confío en mis posibilidades y días en donde enfermo de pesimismo, miro de frente al porvenir, calibro pros y contras y me dejo llevar sin que esa inercia cobarde afecte a mi trato con los demás o a mi quehacer diario, en el trabajo, en casa. La conciencia, caso de que alguna subsista por ahí dentro, es la que luego cobra sus peajes.

II
Paso gran parte de la noche purgando el disco duro de mi ordenador. Constato que de una forma inexplicable se parece en demasiadas cosas a mí, a quien lo ha ido llenando o vaciando, según qué circunstancias.Recreo en mi cabeza la nómina escandalosa de asuntos que compartimos los dos. Razono que el disco duro me tiene a mí para que lo encauce y ordene e imagino una parte de alivio en su pequeño corazón de máquina, pero ¿a quién tengo yo para que me afine y purgue? ¿En quién deposito la confianza de que ese acto piadoso me libere de cogitaciones inoportunas, me desarme de iras innecesarias y me conforte finalmente? El alma se multiplica y echa ancla en el paisaje al que accede. Las baldas del armario que tengo a la espalda tienen una perfecta biografía de mis cuarenta y seis años. Son ellas, con toda la historia que tutelan, con los cuentos de Borges, con los blues del delta, con los poemas de Valente, con las canciones del Sinatra de Reprise, con los libros infantiles y juveniles con los que mis hijos han ido creciendo y creciéndose, las que me cuentan como persona. Quizá ni yo mismo me explique como ellas lo hacen. Ni lo intento. Invito a mis amigos a casa y les dejo mirar las estanterías. Lo que no saben, está a su disposición; lo que conocen, se consolida a medida que miran, cómplicemente, los tomos apilados, toda esa evidencia absoluta de lo que uno ha estado haciendo. Incluso está lo que uno nunca ha hecho. Somos lo que tenemos, pero sobre todo somos lo que no tenemos.

III
He leído muy poca poesía en dos mil doce. He visto muy poco cine en dos mil doce. De esa flaca memoria del año se salva el jazz. Creo que no podría dejar de escucharlo. Hay días en los que no se posee tiempo para perderse en un libro o para sentarse en una butaca y ver una película. Días que aplastan más que otra cosa. Días que van persiguiéndose sin que podamos frenarlos. No todos son así, afortunadamente. Los hay mansos y dóciles, de los que se dejan. Días para leer un libro en una sentada o dos películas en otra. Para pasear sin prisa, admirando las cosas que nunca miramos con atención. Para no hacer nada. Y qué bendición eso de no hacer nada y, encima, saberlo, paladearlo, apreciarlo como un don. Perderse en la periferia de las cosas. Mirarlas sin que nos obligue a nada la aprehensión de sus gestos, toda esa topología incansable con que la realidad nos reclama sus mimos.

8 comentarios:

Adriana Luisa dijo...

Yo en el año que está a punto de marchrse he hecho menos de lo pensado, pero he hecho mucho y no me paro a pensar si podía haber sido más. Lo bueno ha sido es que he podido elegir y ha habido cosas de donde elegir. Mi ocio es lo mejor que tengo y lo que me hace vivir y desear que nazca otro día. Que los suyos en el año venidero sean prósperos y le llene el Señor de alegría.

Anónimo dijo...
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JazzC dijo...

Yo no dejo de hacer las cosas que me gustan. Principalmente escuchar jazz y principalmente comprarlo, todavía soy de lo que compran y mucho tanto CD como LP. Yo tengo claro que NO puedo dejar de escucharlo; yo soy jazz. Es una pequeña gran pasión de hace años. Como tampoco dejar de leer; ahora estoy con seis libros a la vez, una locura, sí lo se, pero... bendita locura. No tengo que dar explicaciones a nadie, no me siento mal por ello. Para el año que se aproxima lo que si quiero es optimismo para salir adelante y descubrir nuevas cosas. Y mucho jazz y más cosas, muchas, muchas.

Ramón Besonías dijo...

Una liturgia purgativa, laica pero en cualquier caso espiritual. A mí me pasa tres cuartas de lo mismo: llega fin de año y hago balance inconsciente, el estómago pide lavativa.

Alberto Casalilla dijo...

Lo real termina por vencernos. Buena entrada de año, señor escritor.


Lola Vázquez dijo...

No soy lectora de poesía, lamentablemente quizá. Sí que engullo prosa, ensayo sobre todo, y mucha prensa. Lectora a todas horas del día y comiendo horas al sueño, pero feliz por ese vicio. No soy de cine como tú, por lo que dejas ver, pero adoro entrar en una sala oscura y dejarme invadir por los fantasmas de la pantalla. Mi hija pequeña dice que si son fantasmas los que aparecen y le digo que por supuesto, que sí. No soy de jazz, a donde he entrado tarde, y mal supongo. Soy muchas cosas, pero sobre todo soy una persona sensible que sabe disfrutar de lo que los demás hacen para que una servidora disfruta. Por eso admiro a los que escriben o a los que hacen fotografías (otro de mis "hobbies") o a los que cantan (nunca he sabido, pero me encantaría cantar como Cecilia Bartoli o como Billie Holiday, ya ves qué alto pongo el listoncito). Admiro a personas como tú, que escriben para ellos mismos y para que gente como yo, que NUNCA escribe, y lo notarás en el comentario, disfrute casi todas las mañanas, cuando me tomo el cafetito, la tostadita y abro el portátil y veo El Espejo de los Sueños y dos o tres blogs de buenos amigos, antes de ver las cosas feas que ponen los periódicos on line. Pues ya no escribo más, Mucho es. Es la primera vez que me atrevo, después de casi un año entrando en tu página. Me la recomendó Ana, que es lectora tuya antigua, dice. Un buen comienzo de 2013.

Anónimo dijo...

Nueva Cabecera al Espejo, muy bien, me gusta mucho.


Rafa

José Puerto dijo...

Hola Emilio. Tiempo hacía que no me pasaba por esta tu casa y al entrar me la encuentro de un blanco despejado e inmaculado que descansa y atrae la vista, imaginando ¿el aterrizaje de un avión amenazador? ¿es esa la secuencia de no me preguntes qué película? ¿Con la muerte en los talones?... Incluso si es así me gusta más que el puente ¿de Brookling era? visto desde abajo como desde la perspectiva del suicida fracasado... Bueno, le estoy sacando a esto demasiada punta. Me quedo con lo de limpiar el disco, despejar los bites innecesarios de nuestro magín biológico, dejar los recuerdos necesarios y placenteros, los que nos aportan felicidad al evocarlos y nos provocan ganas de seguir viviendo y descubriendo, esperando algo al pie de la carretera aunque sea un helicóptero amenazador que nos eche a correr, que nos desentumezca los músculos del cuerpo y también los del alma para salvarnos del puentingcidio. Bueno, estoy convencido de que el tan traído y llevado fin del mundo lo que nos invita es a buscar la sencillez, a despejar baúles y horizontes (como el de la cabecera también)y deshacernos de la maraña mundana-infernal en que nos hemos ido metiendo solitos como individuos y juntos como colmena a la vez. Emilio, de una forma u otra y venga de donde venga intuyo que te está acosando la Luz y eso siempre es bueno, desde Sócrates por lo menos. Que nos dure, amigo, y que vaciándonos llenemos nuestra vida. FELICES DÍAS, FELICES AÑOS DE NAVIDAD INAGOTABLE. Un abrazo para la familia

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.