Asombra el hecho de que en la época en la que hemos alcanzado una
mayor cota de bienestar tecnológico, cuando el ocio se restituye en alta
definición y llevamos en el bolsillo teléfonos inteligentes y cientos de libros caben en increíbles pantallas digitales de cómodo transporte, hemos inventado formatos que reducen la calidad del sonido, rebajando la excelencia con que se registró la música, llevando la experiencia audiófila al lugar en donde quizá jamás estuvo. Seguro que los contemporáneos de Verdi escucharon La Traviata mejor que los que la reproducen hoy en día en mediocres aparatos o la descargan (mal ripeada, la mayoría de las veces) de una de las miles de páginas habilitadas a ese efecto. Consta en quienes aman el mundo de la alta fidelidad que el mercado de ese vicio (lo es de un modo absoluto) no ofrece la variedad de antaño. Ah el antaño, el antañazo (que diría Umbral): uno se contenta viendo las maravillas de las grandes marcas en la Red o en revistas del ramo (What hifi, Alta Fidelidad, On/off) pero cuánto cuesta verlas en una tienda, comprobar cómo suenan, alimentar (en fin) el amor a las etapas de potencia, a los amplificadores integrados, a los altavoces de alta gama. Y en ningún caso estoy hablando del desembolso que estas piezas exigen para hacernos con ellas. Lo que el buen aficionado echa en falta en estos tiempos es cierta normalidad en el mercado. Un profesional de una cadena bien conocida me confesó hace muy poco su temor a que el cliente futuro se atrofie del todo y se conforme con coloraciones opacas y timbres oscuros. Clientes que se gastan lo que haga falta en una pantalla de última generación (3D, wifi, dlna) pero que no concibe aflojar el bolsillo en un equipo de hifi decente y se conforma con alguna cadena sencilla, de marca industrial, que incluya un pequeño puerto usb que la alimente con lo que buenamente ha pillado con el rapidshare. Ya digo: una oferta majestuosa, pero hueca. Hemos banalizado a Verdi. La Traviata es un anuncio de Coca-Cola.
13.9.12
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Amy
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7 comentarios:
Sí, Emilio, una oferta hueca. De una oquedad contagiosa y cotaminadora. Siento ya ese vacío; mejor: ese vaciado. Percibo su infiltración corrosiva horadando vísceras, memoria, conciencia...La invasión de los ultracuerpos se produce hoy no con cápsulas o crisálidas, sino con el fluido viscoso de la modernidad que necrosa "placenteramente" las emociones. Vampirización y gangrena.
Mala cosa , Emilio. O mal día.
Un abrazo
El mp3 se comió a Bergman. Te queda bien.
Vampirizados, como dice sabiamente Miguel. Yo me quedo con lo bueno que todavía se encuentra por ahí.
Aquí, por ejemplo, en el blog.
De todas maneras, cuánta razón, cuánto destrozo.
Pepe Iván
Comparto contigo, my friend, tu reflexión.
Me uno a tu objetivismo, a tu amor por lo concreto, la vida alrededor, desdigitalizada, donde la crueldad se ve venir, pero también el rubor del afecto. Ganas de huir de esta sociedad líquida -Bauman dixit- e inocularse la imperfección de lo palpable, el olor de extrarradio.
La cultura, de tantas capas de cebolla, ya no se reconoce.
Todo evoluciona groseramente y nosotros nos aclimatamos porque padecemos ese vicio insaciable que algunos llaman supervivencia. Abrazos
Alta infidelidad. Bueno, sé que está muy visto. Yo tengo un Technics del año 1000 que tuvo mi hermano con un giradiscos Dual y unos baffles- perdida palabra- Vieta. Suena que emociona todavía...
Ana
Alta infidelidad. Bueno, sé que está muy visto. Yo tengo un Technics del año 1000 que tuvo mi hermano con un giradiscos Dual y unos baffles- perdida palabra- Vieta. Suena que emociona todavía...
Ana
Alta infidelidad. Bueno, sé que está muy visto. Yo tengo un Technics del año 1000 que tuvo mi hermano con un giradiscos Dual y unos baffles- perdida palabra- Vieta. Suena que emociona todavía...
Ana
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