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Feliz navidad
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4 comentarios:
Acabar de levantarse en este domingo soleado madrileño y leerte (me ha costado, no creas, porque todavía mis neuronas están cubiertas de telarañas) me ha hecho recordar que mi tragedia falsamente compartida de hoy será poner el árbol de Navidad, y también será mi ilusión o mi sueño, o mi trampa, de que una vez que lo encienda habré abierto la puerta de entrada a un mundo feliz. ¡Feliz domingo preinvernal!
Y la mía, justamente ésa, Isabel. Estoy en faena o a punto de estarlo. Falsamente amable, pero nuestra. El mundo es nuestro, aunque lo castiguen por ahí con las tropelías de costumbre. Es nuestro para montar el árbol y luego desmontarlo, para salir a la calle y respirar el domingo hondamente, apreciando el aire de domingo y el frío invernal. Es nuestro, a pesar del vértigo y de la fiebre, de las cosas malas y de las peores todavía, para escribirnos y desearnos felicidad, amiga. Estamos hoy sentimentales, estamos dominicalmente tiernos. Un beso.
Cuando estuve en Nueva York (1981) tuve la impresión de que estaba en una ciudad archiconocida, por la que había paseado por sus calles infinidad de veces, que conocía a sus policías, sus taxis, sus bares, sus salones de billar… Era como pasear por un paisaje familiar. No fui a ver la estatua de la Libertad ni las Torres Gemelas, lo que ahora lamento. Me perdí por el Chinatown, la Little Italy, Wall Street, el Planetario, Central Park, Harlem, Brooklin… Nueva York forma parte de la educación sentimental de tantos y tantos espectadores del cine. Es como una ciudad aprendida en sueños que fuera nuestra. Hace poco vi una película ambientada en Nueva York de principios de siglo: La edad de la inocencia. Y la sentí igualmente mía. Creo que esta ciudad y muchas otras americanas son nuestros iconos imaginativos. Sueño con pasear por las calles de Nueva York en viajes oníricos. El mundo se agrieta un poco más, pero el cine persistirá. Y las imágenes de esas ciudades seguirá en nosotros.
También pondremos el árbol de navidad, otro icono americano, en estos días de este absurdo puente que viene.
Hay días en que uno percibe el caos sin atisbo de salvación posible. Antes, la sensación de vacío diluye, desintegra, las imágenes interiorizadas como falsas metáforas, los fragmentos de celuloide guardados en una lata, todo el glamour de nuestros sueños... y desea que el domingo concluya sin pena ni gloria. Sin nada. Que arda en la cabina de Cinema Paradiso.
Mon ami
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