20.10.10

La reina de África


A mi amigo K. le pareció durante un tiempo la mejor película de la Historia del Cine. Como el cine es un asunto más íntimo que otra cosa y sé que ha visto la tira de películas, no le llevé la contraria. Las pasiones no se dejan explicar. En todo caso, habida cuenta del extremo fervor con que se entrega a ese vicio, sólo puede uno tomar nota, verla tal vez. Hace tiempo que en materia de vicios (el cine es uno y grande) no dudo de la valía de los ajenos. Los míos son inquebrantables. Algunos, vistos en detalle, insostenibles. K. me cuenta que vio La reina de África en un pase que organizó una Caja de Ahorros de la que no viene ahora al caso dar información. Era un ciclo de John Huston y servían el programa por la tarde, llegando con prisa el verano, en la hora en que Córdoba es una sucursal del mismo infierno. En esa misma tanda de films, yo vi La vida de Brian. Me perdí la cinta de John Huston y me conformé con verla en televisión. Lo malo de ver cine en la tele es que nunca puedes programar esos vicios y estás expuesto a los tejemanejes de un programador externo.

Uno de los placeres más grandes que he tenido en mi vida, al menos en asuntos de este corte, fue poder decidir qué ver. Quizá no me esté explicando lo suficientemente bien. Decidir qué ver consiste en entrar en un videoclub y perderte entre las estanterías durante mucho tiempo. Afuera puede llover o hacer un sol de justicia teológica pero tú estás frente a una oferta masiva de placeres. Sabes que vas a volver a casa con una copia en VHS (era otros tiempos, ya saben) de la última película de Scorsese, pongo por caso. Que la vas a ver cuando quieras y que podrás detenarla si para redondear el júbilo te apetece abrirte una cerveza, servirte un whisky o comerte unas avellanas cordobesas. Luego, conforme los años te curten y te hacen perder las aristas románticas, olvidas que entrar en un videoclub es uno de los placeres más grandes que un aficionado al cine puede tener. El mío, al que todavía voy en cuanto puedo, está muy diligentemente gobernado por mis amigos Juan y Conchi. Me conocen y saben que puedo tirarme horas en sus pasillos. Viendo carátulas. Buscando información. Respirando cine. Es cierto que últimamente voy menos y que esa ausencia me duele. Es cierto que todo se está yendo al carajo (tierra caliente pa' sembrar ajo, decía mi abuela) merced a ese otro vicio que consiste en saquear el limbo infinito de la red y alimentar la cinefilia en casa, en pijama, en golosa banda ancha. Todo es muy complicado. O muy sencillo y lo que hay es poco empeño en querer entenderlo. El caso es que he visto el fotograma de La reina de África y he pensado en K. y en Juan y en Conchi y en el primer video que compré (un Sony carísimo que todavía conservo en formidable estado) y en las primeras películas que alquilé. Placeres irrenunciables. Todo esa belleza se está perdiendo un poco. Estamos romos. Pensar en La reina de África me ha hecho pensar qué fácil es hacerse con ella, con una copia incluso en decentísimo formato, y verla a capricho. Todo es excesivamente fácil. Todo es sencillo. Todo está ahí, esperándonos. Nos estamos desprendiendo de las aristas. Incluso de las románticas.


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2 comentarios:

Pedrodel dijo...

Ya sabes que yo soy bastante torpe para esto del cine y que casi nunca hago comentario alguno a este tipo de entradas. Coincido con tu amigo K.,"La reina de Africa" fue, y sigue siendo una de mis películas favoritas. Escuché a alguién que la catalogaba como "película para la eternidad" y reconozco que con el tiempo resulta cómica y algo cursilona.
Pero a mí me gusta.
Otra cosa. Imagino por qué no vas ya tanto al vieoclub. Por eso se inventaría la G. S. lo del canon.
Je, je.
Un abrazo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Que vas a ser torpe, hombre. En lo del cine, en ver cine, en disfrutarlo, disfrutándolo, nunca hay torpeza, Pedro. De ninguna manera. Podrá ver más o menos exposición. Como el que se tira todo el día leyendo o el que lee cuando puede o cuando de verdad le apetece leer, pero se trata (al cabo) de la lectura. Y lo que importa es el resultado: leer, llegar al otro, conocer lo que los demás han inventado para nosotros. La reina de África es para la eternidad, por supuesto. Como las catedrales. ACabo de terminar de ver Los pilares de la tierra (versión telefilm) y he disfrutado pensando en eso, en la inmensidad de lasc atedrales, en su grandeza absoluta. Como el cine. Como los libros. Como la música. Cómica y cursilona, no sé, Pedro. A mí me sigue pareciendo perfecta. La vi hace tanto que parece que siempre ha estado conmigo. Es una de esas pelis antiguas, que están dentro de uno. Como los recuerdos verdaderamente vividos. Y el cine, el bueno, se queda ahí dentro como las cosas vividas. Vivir el cine. Un buen título.
La cosa: imaginas bien, que te voy a contar. La G.S. está ahora de capa caída porque le están llevando la contraria. Se veía venir. Por avariciosa.

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