Mis alcances cinéfilos no dan para nombrar sin titubear una sola película de Jayne Mansfield. En el Trivial Pursuit me manejo cuando el quesito es rosa y te piden un director japonés de los cincuenta o un título de la Hammer y suelo perder miserablemente cuando te asedian con himenópteros, nombres de reyes godos o científicos que ganaron el Nobel de Química.
Hay actrices (o actores) que únicamente trascienden por circunstancias extracinematográficas, ajenas por lo común al talento y más embarrancadas en el glamour, en vidas privadas desbocadas o en escándalos en barbacoas. Hollywood no vive sólo de películas. Si eso fuera así no existiría Jayne Mansfield. El cine no habría perdido mucho, pero el negocio del espectáculo requiere peones combativos, galanes atolondrados que ocupan en pantalla el lugar reservados a los galanes atolondrados y damas de medidas indecentes que ocupan casi toda la pantalla aunque ninguno de sus parlamentos nos emocione. La Mansfield exhibe escote allá donde la Hepburn rebosaba desparpajo dramático o la Davis empaque, esa excelencia casi gélida con la que a veces el cinéfilo se topa cuando la mira a los ojos y busca al ser humano que hay adentro. Jayne Mansfield es la quintaesencia mamaria, la carnalidad hueca de la guerra fría, la ecuación con dos grandes incógnitas, el teorema según el cual uno puede escalafonar en Hollywood siempre que tenga algo de lo que carezcan los demás. Sofía Loren, que no era precisamente un palo y daba sensualidad a espuertas, era un entretenimiento extranjero. El espectador yankee se ponía bizco al mirar una cuarta por debajo de la barbilla de Jayne Mansfield.
La Loren, de la que sí que doy datos y me llevo el quesito rosa, era un exotismo, un imposible, un objeto mítico, una ficción pura.
Jayne era la vecina de toda la vida, la que se fue del barrio con el virgo sin mancillar, la sonrisa estajanovista y hambre ancestral en las caderas. Así se consigue un papelito. Jayne era un posible, un objeto vulgar, una realidad pura. El lector excusará que me haya puesto un punto cafre y haya dejado las abstracciones de costumbre, la metafísica de andar por casa, los incendios del alma y esos nobles accesos de melancolía que en ocasiones me invaden el pecho y se instalan (sin permiso de quien los hospeda) en sus labios. O será la primavera, que ha entrado en plan bárbaro, desmontando las románticas estampas de lluvia triste en los cristales, trayendo júbilo, moviendo la sangre, levantando mástiles de alegría sencilla allá donde antes campaba horizontal y cansina la tristeza de la carne. He visto ya un par de blogs en donde se renuevan los posts (su temática habitual) con estas acometidas de índole cárnica. Algún lector cómplice sabe de qué blogs hablo.
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Hay actrices (o actores) que únicamente trascienden por circunstancias extracinematográficas, ajenas por lo común al talento y más embarrancadas en el glamour, en vidas privadas desbocadas o en escándalos en barbacoas. Hollywood no vive sólo de películas. Si eso fuera así no existiría Jayne Mansfield. El cine no habría perdido mucho, pero el negocio del espectáculo requiere peones combativos, galanes atolondrados que ocupan en pantalla el lugar reservados a los galanes atolondrados y damas de medidas indecentes que ocupan casi toda la pantalla aunque ninguno de sus parlamentos nos emocione. La Mansfield exhibe escote allá donde la Hepburn rebosaba desparpajo dramático o la Davis empaque, esa excelencia casi gélida con la que a veces el cinéfilo se topa cuando la mira a los ojos y busca al ser humano que hay adentro. Jayne Mansfield es la quintaesencia mamaria, la carnalidad hueca de la guerra fría, la ecuación con dos grandes incógnitas, el teorema según el cual uno puede escalafonar en Hollywood siempre que tenga algo de lo que carezcan los demás. Sofía Loren, que no era precisamente un palo y daba sensualidad a espuertas, era un entretenimiento extranjero. El espectador yankee se ponía bizco al mirar una cuarta por debajo de la barbilla de Jayne Mansfield.
La Loren, de la que sí que doy datos y me llevo el quesito rosa, era un exotismo, un imposible, un objeto mítico, una ficción pura.
Jayne era la vecina de toda la vida, la que se fue del barrio con el virgo sin mancillar, la sonrisa estajanovista y hambre ancestral en las caderas. Así se consigue un papelito. Jayne era un posible, un objeto vulgar, una realidad pura. El lector excusará que me haya puesto un punto cafre y haya dejado las abstracciones de costumbre, la metafísica de andar por casa, los incendios del alma y esos nobles accesos de melancolía que en ocasiones me invaden el pecho y se instalan (sin permiso de quien los hospeda) en sus labios. O será la primavera, que ha entrado en plan bárbaro, desmontando las románticas estampas de lluvia triste en los cristales, trayendo júbilo, moviendo la sangre, levantando mástiles de alegría sencilla allá donde antes campaba horizontal y cansina la tristeza de la carne. He visto ya un par de blogs en donde se renuevan los posts (su temática habitual) con estas acometidas de índole cárnica. Algún lector cómplice sabe de qué blogs hablo.
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10 comentarios:
Entiendo esos accesos, Emilio; que no están tan lejos, ay, de esas otras melancolías de las que hablas. Un abrazo.
... la sangre altera. Y así, en estado alterado, busca uno fotos con la que contar el vértigo de la sangre, pongamos por caso. Y la foto de la Mansfield, aquí en plan pagano total, conviene, y mucho. Buena Semana Santa, amigo. Disfrute en su Benaocaz o allá donde vaya.
Me encanta eso de que se te levante el mástil. Cuídalo :P
Y brindo por tu punto canallesco, cómo no.
Mansfield, una rubia de platino menor, de esas que fabricaba Hollywood a puñados para traer a los machotes a las salas y llenar las peluquerías de señoras.
Ella, como muchas, se dio a conocer por sus dos dones en Playboy y de ahí al paraíso mediático queda un palmo.
Pero a la Mansfield le tocó vivir siempre bajo la sombra de Marilyn. Y es que ella tiene más cuerpo y pose de mantis religiosa, de torrente a lo Parton, de la madre tía buena de tu amigo del cole. La Marilyn era más dulzona, más del gusto de los 50, menos madre y más niña buena, buenísima, pero inocente al fin y al cabo. Por eso Mansfield se quedó en sombra inflada de la rubia de América y sólo le dieron papeles menores, para llevar al cuñado soltero o el soldado recién salido del cuartel.
A mí, lo confieso, me ponen más las morenas. De hecho, creo -putadas que te hace el cine- que ninguna mujer es realmente rubia natural. El color rubio lo creó L'Oreal y algún ejecutivo de Hollywood.
Y encima no soy tetómano. Un desastre para el negocio americano. En fin, siempre me quedará Loles León...
A mí sin embargo me ponen las rubias. Hilo esto con el post sobre Hitchcock que he leído y que me ha encantado. En las rubias todo es más cinematográfico. Parecen sacadas del celuloide. Las morenas son las de siempre, las que ves en la calle y yo estoy enamorado del cine, que le vamos a hacer. Rubias, por favor. Y si tienen el "tetamen" grande, mejor. En esto tengo las cosas muy claras. Tiran dos carretas, jeje. ¿Has visto películas de Russ Meyer? Supongo que sí. Si no, te recomiendo que veas la serie "Vixen". Humor y tetas a mansalva.
Ah, olvidaba darte la enhorabuena por la bitácora. Me gusta mucho. Llevo unos días entrando. !!!Es inabarcable!!!! ¿Cómo es posible que lleves más de 2000 entradas? Una barbaridad en estos tiempos en los que no hay tiempo para casi nada.
Salud, Emilio.
Juan Cruz Molinero
Poco puedo decirte de las tetas de la Mansfield aunque siempre llamaron mi atención siendo niña, que fue cuando vi alguna de sus pelis. Era mala malísima como actriz pero me producía cierta ternura.
Besitos.
Se iza el ánimo, Le Poinconneur, en fin, qué decir, hay muchos mástiles que se levantan al paso de la sangre.
Menor, Ramón, muy menor, pero icónica. Y el cine es, al tiempo que talento, glamour, y también espuma, que lo llena todo y luego desaparece. Ésta todavía perdura. Aunque sea por escotes.
He visto a Russ, Juan, incluso he escrito algo en este blog. Escribe en el buscador interno de El espejo la palabra Russ y ya lees. No soy tetadicto, pero nunca está uno seguro de nada y hay ocasiones en las que se contradice. Gracias a Dios, que para esas cosas no dudo de que existe.
Todas las mujeronas éstas del cine, irreales, convertidas en iconos, dan un poco de pena, sí. Ternura, tú lo expresas mejor. Es cierto. A mí me produce una ternura infinita Marilyn Monroe, que fue más actriz y que, de hecho, le robó a la Mansfield estrellato.
Imagino que uno de esos blogs es el que yo regento. Nunca me fue lo políticamente correcto y siempre pensé que mi pequeña parcela de libertad no podía mancillarse con lecturas límpidas. Uno es lo que es, y eso es lo que debió pensar la Loren al enfrentarse ante tal maravilla de la naturaleza. Las tetas de la Mansfield eran la extensión de ella misma: un regalo para todo aquel que supiera entender que la generosidad de los cuerpos no reside en el tacto ni en la mirada. Y no son muchos los citados.
Duelo mamario en la cumbre que se resolvió con victoria de la americana que tenía piscina rosa con forma de corazón en su casa californiana. La feminidad no siempre es racial.
Pues yo voy a defender a MANSFIELD, no solo creo que no era ni mucho menos mala actriz,he visto algunas peliculas de ella,sobre todo cuando comenzo su carrera,y me parecia que lo hacia bastante bien,te puedes reir con ella,incluso hizo una pelicula con Cary Grant y ella està infinitamente mejor que el.Yo vivo en EE.UU y creo que en EUROPA se tiene un concepto diferente de JEYNE.Porsupuesto que tambien se piensa que es una de las mas grandes sex simbol,con tetas grandes,rubia bla bla bla, pero tambien recordamos que al pricipio de su carrera no lo hacia nada mal,que ganò un globo de oro y varios premios en el teatro y claro luego fue haciendo peliculas malas por que no supo llevar bien su carrera y aceptaba cualquier cosa.Pero la tia ,hizo su esfuerzo y lo intentó.Otra opinion personal es que aparte de que estaba buenisima,era simpaticona ,con la sonrrisa siempre puesta y no con cara de mustia como otras,como la LOREN jejejej,y claro una cara preciosa,por que si no miramos sus tetas jejeje veo una de las caras mas bonitas del cine,mucho mejor que la de la LOREN,BACALL,LAKE....
A mi tambien me gusta mas la Mansfield,me parece mas guapa que la Loren.....
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