I
Me parece que fue Cioran quien dijo aquello de que podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta donde podemos hundirnos. A ZP, que anda limpiando el nombre del partido y cambiando al vocero de la causa, le gusta Borges. Borges y Supertramp. Debiéramos ignorar la vida privada de quienes nos gobiernan. El administrado debe exigir, al menos, la misma eficacia que le exigen en esa condición de contribuyente, de ciudadano, de sujeto expuesto a los rigores del Sistema. Lo que está fallando, aparte de lo económico, es la confianza en la gestión. Y siempre convino el despiste, la mecánica de distracción. Decir que a ZP le gusta Borges o que de joven oía Breakfast in America mientras se preparaba Derecho Mercantil o airear su devoción por Iniesta y por todo lo culé. Decir que a Rajoy le va el rollo bicicleta y que es merengue hasta el desmayo. Los asesores de imagen, los que cuidan de los colores de la corbata y del tono en los discursos, acuden a este mobiliario emocional para convertir al personaje en persona. Les inventan filias y fobias, les apellidan el ocio y les convierten en instrumentos del nuestro. En eso quedan: en figuras de un teatro a las que reconocemos por los pecados que les atribuyen y por los gazapos que cometen. Podemos hundirnos más. Lo de Cioran, a pie de calle, se transforma en un chascarrillo de taberna: Hemos tocado fondo, pero seguimos escarbando. Como si lo hubiese parido El Roto, que es un tipo fino a la hora de atrapar la esencia.
II
En la muerte de Delibes, en su proyección en informativos, me ha llamado mucho la atención el bloque de vecinos en el que vivía en Valladolid. Un bloque al que no prestaríamos atención salvo que alguien nos contara que en la planta sexta vive Delibes, tal vez el último gran escritor de la gloriosa tradición novelística del siglo XX. Siempre he pensado en la desubicación del escritor, en la (insostenible) ficción de que la palabra, el texto, borre toda posibilidad de que la realidad la contamine. Pensar en el bloque de vecinos en donde vivía el maestro Delibes no es lo preceptivo. Imagino que hay textos a espuertas en donde otros privilegian la literatura. Yo, que en materia Delibes voy más bien flojo, me quedo con esa sencillez que no estaba únicamente en su prosa o en su manera de vivir o de no vivir en la fama que dan las letras sino en ese bloque de vecinos. El camino. Las ratas. Los santos inocentes. Ahí queda mi fascinación por Delibes. Curiosamente ojeé hace unos días otra vez Las ratas. Vi una España que no conozco. Explicada sin alambique. Contada sin adorno. Desnuda. Como ese bloque de vecinos sin glamour. No sé qué razón hace que pensemos en los grandes creadores como sujetos fuera del mundo: como si Delibes fuese solamente el creador y no hubiese detrás una persona. Insisto en que es una frivolidad intelectual. Pseudointelectual. Mediointelectual. Torpeintelectual.
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Me parece que fue Cioran quien dijo aquello de que podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta donde podemos hundirnos. A ZP, que anda limpiando el nombre del partido y cambiando al vocero de la causa, le gusta Borges. Borges y Supertramp. Debiéramos ignorar la vida privada de quienes nos gobiernan. El administrado debe exigir, al menos, la misma eficacia que le exigen en esa condición de contribuyente, de ciudadano, de sujeto expuesto a los rigores del Sistema. Lo que está fallando, aparte de lo económico, es la confianza en la gestión. Y siempre convino el despiste, la mecánica de distracción. Decir que a ZP le gusta Borges o que de joven oía Breakfast in America mientras se preparaba Derecho Mercantil o airear su devoción por Iniesta y por todo lo culé. Decir que a Rajoy le va el rollo bicicleta y que es merengue hasta el desmayo. Los asesores de imagen, los que cuidan de los colores de la corbata y del tono en los discursos, acuden a este mobiliario emocional para convertir al personaje en persona. Les inventan filias y fobias, les apellidan el ocio y les convierten en instrumentos del nuestro. En eso quedan: en figuras de un teatro a las que reconocemos por los pecados que les atribuyen y por los gazapos que cometen. Podemos hundirnos más. Lo de Cioran, a pie de calle, se transforma en un chascarrillo de taberna: Hemos tocado fondo, pero seguimos escarbando. Como si lo hubiese parido El Roto, que es un tipo fino a la hora de atrapar la esencia.
II
En la muerte de Delibes, en su proyección en informativos, me ha llamado mucho la atención el bloque de vecinos en el que vivía en Valladolid. Un bloque al que no prestaríamos atención salvo que alguien nos contara que en la planta sexta vive Delibes, tal vez el último gran escritor de la gloriosa tradición novelística del siglo XX. Siempre he pensado en la desubicación del escritor, en la (insostenible) ficción de que la palabra, el texto, borre toda posibilidad de que la realidad la contamine. Pensar en el bloque de vecinos en donde vivía el maestro Delibes no es lo preceptivo. Imagino que hay textos a espuertas en donde otros privilegian la literatura. Yo, que en materia Delibes voy más bien flojo, me quedo con esa sencillez que no estaba únicamente en su prosa o en su manera de vivir o de no vivir en la fama que dan las letras sino en ese bloque de vecinos. El camino. Las ratas. Los santos inocentes. Ahí queda mi fascinación por Delibes. Curiosamente ojeé hace unos días otra vez Las ratas. Vi una España que no conozco. Explicada sin alambique. Contada sin adorno. Desnuda. Como ese bloque de vecinos sin glamour. No sé qué razón hace que pensemos en los grandes creadores como sujetos fuera del mundo: como si Delibes fuese solamente el creador y no hubiese detrás una persona. Insisto en que es una frivolidad intelectual. Pseudointelectual. Mediointelectual. Torpeintelectual.
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8 comentarios:
No es frívolo hablar así de Delibes. Es sentimental. Cada uno lo expresa, el dolor digo, como desea. El mío ha sido hoy rel regresar a leer Los santos inocentes. Lo tengo aqui a mi vera mientras escribo. Buen comentario.
María Jesús Casas
Su literatura, tan desnuda como dices, tan árida, acompañó mi infancia y describió una realidad entonces no muy lejana. Era austero en su modo de vida, como sus letras, y al tiempo más al otro lado de la línea de lo que la mayoría piensa.
No es un buen comentario sobre Delibes, al que admiro reconociendo que no he leído mucho suyo, y (en todo caso) hace quizá demasiado tiempo, María Jesús.
Hoy reponen Los santos inocentes, en televisión. La veré (ya que no hay anuncios) y disfrutaré de nuevo de una película estupenda que vi en una época en la que todo me parecía estupendo y magnífico. Supongo que la veré de otra forma ahora, Álex. Lo árido, en literatura, cuando es buena, llena muchísimo. Da lo que a veces lo espeso no tiene. Azorín me encantaba.
A mí me emocionaba leerlo, quizá porque su prosa estaban exenta de florituras y sus personajes me recordaban a algunos que conocí de pequeña, también las situaciones. Siempre que leía algo suyo luego tenía que pensar sobre lo leído varios días porque me dejaba una huella profunda. Hay algo en su literatura que me ha enseñado mucho, quizá a ver o comprender la realidad de otra manera, más pegada a mí o yo más pegada a ella.
Es curioso: he sentido su muerte como si fuera alguien de mi familia, como alguien muy cercano. No acostumbro a releer los libros pero creo que sí lo haré con alguno de los suyos, sobre todo los que leí hace más tiempo. Me apetece.
Besos grandes.
Pues a mí me parece una reflexión perfecta.
Delibes, al que estoy dedicando un post para salir mañana, me dejó una impronta marcada, al leerlo y al saber de donde vino su inspiración para escribir "Las Ratas". Describió una Castilla real, lejos de la imagen periférica de monstruo opresor, de los castellanos como inquilinos todos del Escorial junto a Felipe II y otras locuras del histrionismo nacionalista, tan español por otro lado.
Lo de ZP y su continua ansia u obsesión autorreferente (cada vez que elogia a alguien, habla de él) también me fascina...
Cuando te des cuenta que la democracia es algo de otro planeta podremos hablar con propiedad. ¿por qué no hay democracia?:
Porque un gobierno no puede ser democrático cuando el Poder Judicial es elegido por el Poder Ejecutivo y este a su vez elige al legislativo en listas que después refrendan en el Parlamento. Tampoco hay democracia porque la sociedad civil no está representada en el Parlamento y más importante aún, porque no existe la capacidad de revocar el mandato del desconocido representante, quedando los ciudadanos sin control sobre sus destinos delegados en manos corruptas o serviles a intereses siniestros.
Yo también he sentido la muerte de Delibes como la de alguien cercano, como la un viejo profesor. Me ha gustado mucho tu doble comentario. Sí, muy bien contado.
En el fondo todos los que disfrutamos de la lectura sentimos la pérdida física de quienes nos la proporcionaron, aunque (como Delibes) hiciera ya años que no escribía. Todos sentimos que el mundo de la cultura (cine, pintura, literatura, música...) es, en el fondo, una gran familia, y todos estamos invitados a sus alegrías y a llorar sus penas. Inevitablemebnte.
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