Es imposible que cines como el Fox Dome subsistan y programen Avatar en 3D. Ni siquiera en versión tradicional. Éste ardió a poco de abrirse en los roaring twenties que el cine de gángters se encargó de difundir. El Fox Dome está en playa de Venice, en Los Ángeles. La fotografía tiene ese encanto de lo añejo que nos predispone a encariñarnos con ella. Supongo que somos románticos a pesar de la acometida digital y de los multiplex fastuosos que se extienden por las ciudades y se convierten en parques temáticos donde es posible ver una película, cenar en un tailandés y echar unos bolos mientras oyes el último éxito de Lady Gaga. El signo de los tiempos. Pronto nadie querrá ver una película en blanco y negro. Nuestros hijos no sabrán quién es Frank Capra. En cincuenta años, al paso que vamos, habrá una asignatura en la Universidad que se llame Paleocinematografía. Dedicarán un trimestre entero a John Ford. Murnau será (directamente) una lengua muerta.
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2 comentarios:
Que no, Emilio. Estoy seguro de que siempre habrá un puñado de personas que disfrutarán de Capra, de Ford y del blanco y negro. Como en Farenheit 451 de Bradbury. Será así y estaremos perdidos. Y no quiero pensar así. Ahora no.
¿Por qué desesperar? El disfrute estético es en su mayoría un ejercicio de onanismo. Cuando se comparte con otros, se agradece, por supuesto. Charlar sobre lo que uno disfruta y comprobar que otros comulgan con los sentimientos de uno al contemplar una obra de arte, no tiene precio. Pero la experiencia es un acto particular, pese a su necesaria transferencia.
Socializar el placer estético es pervertir su esencia. Muy propio del arte moderno.
Saludos extremeños.
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