A Antonio Linares, que no
tiene perro ni ama especialmente
la ópera, pero
canta el blues como Dios.
tiene perro ni ama especialmente
la ópera, pero
canta el blues como Dios.
Mi perro Nibelungo desconfía de los gatos y, al contrario del perro al uso, no consiente entre sus vicios callejeros en intimidarlos con ladridos iracundos y baba homicida en el morro. Es de raza muy retraída, se engolosina con las palomas en los parques y arrima su lomo a mi paso cuando la calle se vuelve ruidosa o advierte la cercanía de otros perros a su rabo. Tiene Nibelungo afición por Wagner: da la impresión de que la extraordinaria y soberana belleza del maestro alemán le llegasen muy hondo ya que, cuando lo oye, adopta una actitud relajada al máximo y diríase que sigue el trayecto aéreo e invisible de las notas con sus ojos pequeñitos, como de perro de peluche. Comparte conmigo estas extravagancias domésticas y me busca, caída ya la tarde, para olisquearme la bata, que siempre lo transporta, en una mágica asociación de olores o de ideas –no tengo yo esas nociones de etología primaria para argumentar sólidamente esto que digo– al paraíso de las walkirias, que es una alfombra frente al imponente par de altavoces que amenizan su exquisito ocio perruno. Igual que Cátulo cantó al gorrión de Lesbia y nuestro Antonio Gala dedicó un librito a su perro Troilo, yo consagro este capricho literario a mi perro Nibelungo, que anoche se fugó de casa con otro perro de su raza, torpe y aburguesado como él, cuyo dueño me confesó el amor que su mascota, Traviato, tenía por las óperas de Verdi. Les pierde el bel canto, los coros de ángeles, la épica de esos héroes románticos– comentó atravesado por una congoja indecible. Todavía no nos hemos repuesto.
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2 comentarios:
Visto y leído, a la altura de Zaragoza, hará en pocos meses dos años.
Me gusta por encima de otros del libro.
Nunca releo lo que escribo, como te conté. Tampoco estos cuentos publicados, pero me gusta ponerlos en el blog. La tirada fue pequeña. Será eso.
Un abrazo.
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