En cierto modo crecí con los cómics y aprendí a leer enroscado en las aventuras de Peter Parker o de Bruce Banner. Digo a leer y disfrutar de la lectura. Recuerdo cómo me apenó que las entregas semanales de Spiderman, en rutilante blanco y negro, versión Lee/Romita Sr. Debió ser hacia 1.977 cuando alguien decidió que el color festejaba más las piruetas circense de nuestro amigo el hombre araña en su caza de malhechores. Esa traición no disminuyó mi interés en exceso, pero comprendí que los mitos que uno va creando están en manos de comerciantes y que la maquinaria del negocio puede modificar los ritos del usuario, su altar privado, ese fervor tan parecido al religioso. Peter Parker en color, en blasfemo color. Muchos años después regresé al mundo del trepamuros vía mi hijo, que abrió los ojos hasta el desmayo con la primera de las películas de Sam Raimi. Y al tiempo, a medida que los blockbusters veraniegos iban sacando de inventario DC o Marvel las aventuras de todos los demás superhéroes, mi infancia iba regresando sin esfuerzo, recuperando a los 4 fantásticos, a Dark Devil o a La Masa: nostalgia pura en salas de cine, primero, y en DVD después. No sé si he sido un buen lector de cómics. Probablemente quede en un prudente término medio. Me conquistó después el libro, la novela, la poesía, otro tipo de literatura. Todo depende de las circustancias que te vayan rodeando y a mi me faltó un pandilla de frikis del cómics, los típicos amigos que discuten a pie de barra de bar, ya bien talluditos, con novia, casados o acendradamente solteros, las tropelías de los malvados de turnos y las hazañas de los superhéroes. A mí me fascinaban Kingpin, que nunca derrotó a Spiderman, pero llenaban las viñetas y alimentaba la imaginación de un niño sin hermanos, ávido de entretenimientos privados, deseoso de que un mundo paralelo a éste pudiera convertirse en refugio en casos de necesidad. Luego descubrí que no hacía falta que la realidad fuese pobre y flaca y triste. Incluso cuando la alfombra el júbilo siempre hay un hueco para abrir un cómic. Ayer terminé de leer el tocho de Watchmen. Nada más terminar me metí las dos horas largas del film de Snyder. No tengo ahora ánimo para la reflexión. Hay asuntos que no merecen que se diseccionen. No, al menos, inmediatamente. Hoy he disfrutado divagando con un amigo por teléfono sobre la metafísica del Dr. Manhattan y la amoralidad de El Comediante. En cuanto me desaturda, me explayo.
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4 comentarios:
Es una obra maestra. No opino así de la pelicula, demasiado simple, en su complejidad. Si no has leido el comic, tiene un pase... Pero el cine no tiene porque superar al comic. No en este caso. Yo me quedo con El Comediante. Me parece el personaje más complejo de todos. Lo del Dr. Manhattan es metafísica pura. Ah, se me olvidaba, y Kingpin era dinamita para un adolescente con ganas de vivir aventuras, aunque fuesen en papel. Saludos.
Pues desatúrdete que quiero saber más...
Yo, que soy más vieja que tú, fui del Capitán Trueno, El Jabato y Roberto Alcázar y Pedrín. También de las historias de Azañas Bélicas. Todo un reto.
Después vinieron Supermán y Batman y creo que ahí me paré. Entonces me decidí por leer a Salgari, que ya no era en cómic pero que me hizo imaginar mundos maravillosos. Las aventuras eran mi pasión.
Besotes, amigo.
Hemos hablado, mucho, una conversación formidable, sobre el universo "Watchmen" y lo que convierte a semejante maravilla en la joya de la corona del mundo del cómic. El noveno arte que algunos, que no han leído a Moore, se empeñan en ningunear minimizando su alcance. Qué gran novela, o cómic, o novela gráfica. Qué cantidad inmensa de lecturas soporta. Lo he pasado de maravilla durante media hora hablando del tema contigo, Emilio. Con opiniones propias que puede que no cuadren en el puzzle, pero que son nuestras y que seguro que a Alan Moore (ese pirado genial) le interesarían más que las sesudas y mediatizadas opiniones de los críticos (rendidos a él, por cierto).
Cuida bien ese libro, Emilio. Tus estanterías, ya te lo avisé, brillan más desde que se encuentra depositado en ellas.
Cuídeseme, amigo.
Eso de que la peli es simple es parcialmente compartible. Tiene su miga dialéctica, Eduardo. Es simple, de acuerdo, pero tiene cierta brillantez. Donde pierde, absolutamente, es comparando su espíritu con el espíritu maravilloso del libro. Volvemos a ese asunto. Y no hay color. Lo de Kingpin (gracias) me ha encantado.
Me desaturdí al leer tu comentario y escribí el desaturdimiento pocos minutos después. Va por usted pues.
Yo, que parece que soy más joven que tú, también bebí del Jabato y del Capitán Trueno. Menos de Robert Alcázar y Pedrín, en ese orden, jaja. A Salgari no le leí nunca. Sí a VErne. Sí a Stevenson. Alta literatura para jovencitos de imaginación desbocada. Besos, Isabel...
Las estanterías brillan, Álex.
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