30.8.09

El obispo de Almería, Lutero y AC/DC


Adolfo González, obispo de Almería, sanciona la Nueva Ley de Libertad Religiosa: le molesta que la elección religiosa sea libre y sentencia que no podemos comparar la fe cristiana con otras. Añade que su significado histórico la distancia de las demás y, en esa distancia, las reduce a mero instrumento de las modas, a capricho de quienes al amparo de sus creencias se afilian a corrientes espirituales de nuevo cuño, sazonadas Dios sabe con qué aliños, reducida a la metáfora visionaria o a la alucinación mediática de cualquier iluminado. Está el hombre en su derecho a sancionar lo que le venga en gana al igual que el creyente puede elegir la sustancia de su credo sin tener que abonarse a la ortodoxia, representada por la Iglesia (una de ellas, aunque la más relevante en la sociedad) a la que el señor González ha consagrado la salvación de su falible alma. A la fe, en este siglo XXI, la zarandean tempestades imprevistas: vivir en la mística de una vida interior trascendente no es patrimonio exclusivo de quienes precisan de una liturgia y de un fervor bíblico; es más: se podría hasta prescindir de la didáctica ecuménica y cumplir a rajatabla alguno de los mandatos de fuste de las tablas de Moisés. Lo que alarma de las palabras del primado almeriense es que ningunee a los otros. La otredad, en materia de raza o de clases, ha sido pasto de fanáticos que han inventado guerras para imponer su catecismo sobre el catecismo ajeno, por lo general falso, equivocado, manipulado.
No pienso como Lutero, que creía que “si hay un infierno, Roma está construida sobre él”. Es que no hay infierno. En esto es en donde marran los que se aferran a algún tipo de creencia religiosa: al modo en que los partidos se atrincheran y luchan unos contra otros, las religiones se conjuran para cercenar la relevancia de las que amenazan la primacía que se han ganado a golpe de Historia. Lutero creía en la existencia de un infierno: igual que AC/DC. Lutero, que era un adelantado, creó el mercado espiritual moderno al formular una alternativa razonable al monopolio de la fe. Y cada funcionario de su empresa, en el caso de que en verdad comprenda el alcance de su condición soldadesca, debe defenderla ante la competencia: criticar las estrategias que la rebajan, exhibir el rocoso fundamento que ha permitido su longeva vigencia y promulgar entre su feligresía las leyes a las que atenerse, aunque se enfrenten con las leyes que los gobiernos de turno, izquierda o derecha, no hay en perspectiva casi diferencia notable, escriben. El desacato, si es ungido por la fe, no es desobediencia: es objeción. Uno puede objetar casi a cualquier cosa: le basta que lo refrenden un puñado de obispos. Eso de diferenciar el pecado del delito es una minucia argumental, concluyen los objetores. Todo es pecado. El delito, a la luz de sus focos, es un capricho de los gobernantes. Y hasta puede que algunos sean ateos. Lutero y AC/DC compartían bando, pero no lo sabían.


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2 comentarios:

Eduardo dijo...

Jejejejeej
Muy bueno. Yo sí que las igualaría todas y las mandaría a la nada...

Emilio Calvo de Mora dijo...

Mientras no molesten a quienes no la practican, Eduardo. Pero me da a mí la espina de que están todas un poco molestas con el público que las sufraga...

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