22.1.09

Las palabras de la tribu / Obama 2

"Anósmicos son los que pierden el olfato; agnósicos quienes lo tienen difícil para reconocer los estímulos aprendidos. No sé, en cambio, a qué definición médica acudir para aquellos que extravían su sensibilidad en percibir el dolor ajeno."

Francisco M. Ortega






Probablemente el lenguaje no sea capaz de satisfacer algunas incógnitas morales. El dolor ajeno se percibe siempre tamizado: nos anestesia la rutina, el confort, la CNN y las hamburguesas king size. Obama, el múltiple, está diciendo ahora mismo en la radio que su país tiene que recuperar la estatura moral perdida. El primer paso es desmantelar Guantánamo. Este cronista cazurro ignora los siguientes, pero imagina que todos serán épicos, dignos de cántico. Si el tal Obama hubiese nacido en la Edad Media sería el héroe de todos los romances y los juglares glosarían en sus versos andarínes los hechos fabulosos y, al modo en que El Quijote fatiga los campos de molinos y batalla la ficción imprudente de los libros de caballería, la cruzada de Obama combatiría también contra todos los infieles. Bush hijo no ha hecho otra en sus ocho años de cambalaches geopolìticos. Ha recorrido el mapa de los desastres y ha dejado su huella en todos. Borrar ahora esa huella y recomponer la cartografía dañada tal vez debería ser el primer paso del nuevo paladín de la ortodoxia, la justicia y todos esos vocablos grandes y nobles a los que políticos acuden cuando necesitan música en sus arengas. No sabemos si en su vocabulario de campaña existe una palabra para nombrar a quienes extravían su sensibilidad a la hora de nombrar el dolor ajeno, como reza la entrada. Si este mago de la ilusión da con la semántica exacta, entonces estamos en la buena senda. Y es cierto, como me comenta un amigo en un comentario a un post pasado, que mal andamos si aquí lo noticiable es que un ex de la cosa pública se pavonea en los círculos del poder y exhibe gallitamente la cacharrería de premios, homenajes y otras pompas de lo futil que otros consideran, allá ellos en su ceguera, merecen. La tribu, en todo caso, merece un chamán que domine las palabras. Ya sabemos lo que el verbo produce en quienes, al oír, ansían reconfortarse. Nada que la religión no sepa. Nada que no haya usado durante milenios para perpetuar su maquinaria...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Emilio:

Muy al contrario, agradezco tu generosidad por la cita y por la inclusión de mi ‘blog’ en ‘El ojo que todo lo mira’. Paso a colocar tu bitácora entre mis enlaces.

Y recibe un cordial saludo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Recibido, agradecido. Y a continuar en la brecha. Nos leemos, amigo...

Isabel Huete dijo...

Y es que la política, en demasiadas cosas, se parece a la religión ¿o a la Iglesia? La palabra, que debería ser el instrumento que pusiera en valor todo lo que nuestros deseos esconden, sólo se utiliza para convertir esos deseos en sueños que se olvidan al despertar.
Acabaremos diciendo que la palabra es el opio del pueblo como decía Mao respecto a la religión.
Besotes.

Anónimo dijo...

La religión es política del corazón. Un chantaje al contenido mismo de nuestras esperanzas. Ahí atacan. El polìtico arenga, como el párroco. Da lo que quieren escuchar...

Anónimo dijo...

Yo tengo fe en Obama, Emilio. Tengo fe porque no tengo más remedio que tenerla ya que toda las personas a las que quiero le respetan y reservan toda su ilusión para él. Soy un escéptico que necesita creer. Es muy cierto que dice aquello que los demás desean escuchar. Recuerdo a ZP asegurando que en su segunda legislatura se alcanzaría el pleno empleo. Todo son mentiras, cierto, pero debes creer, más después de que un imbécil haya gobernado durante ocho años merced a un pucherazo (en primera instancia) y al miedo (en segunda).

Pensar la fe