10.2.07

Padre e hijo



Stan Lee: este hombre con cara de suegro áspero ocupó parte de mi adolescencia. O quizá sea el hombre del traje rojo a rayas con esos ojos que parecen soles estirados. La deuda de este escribiente digital con Spiderman es enorme. Entretuvo muchos sábados de lluvia, que es una manera sentimental de explicar que todos necesitamos, a cierta edad, un héroe. Y éste fue el mío. Talludito ya, me dejo caer por el cine, presto y feliz como una lombriz, cuando el amigo Sam Raimi filma entregas de la sustanciosa franquicia. Mi hijo ha entrado en el vicio. A lo mejor incluso con menos edad que yo. Peter Parker. Gwendoline. Tía May. El Dr. Octopus. El duende verde. Harry Osmond. Norman. El hombre de arena. Mary Jane. Me dejo alguno. Ah sí, Kingpin, un mafioso vestido de Armani con doscientos kilos de músculo y un cabeza como una bola de billar asesina.





Spiderman 3 está al caer. Mayo llega pronto. Ahí cuelgo otro post y hago mi comentario sobre mi héroe. O debo decir el héroe familiar.

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