30.7.18

La siesta

Dejó dicho Diderot que es tan peligroso no creer en nada como creer en todo. Entre la incredulidad y la fe ciega, una parte de mí se inclina por la fe, no cualquiera de las muchas que se puedan profesar, sino una hecha a mi antojo, de las que pueden reformarse, dejarse vencer por un viento o ceder, sin rechistar, a otro que la meza o la tumbe. En verano se vive mejor en la pereza, en el vacío, en donde sólo importa la cantidad de sombra a la que te arrimes. Otra parte mía me pide batalla, que no me abandone y continúe descreído. He vivido muchos años así como para ir cambiando ahora. Hoy es un domingo distinto a otros, no sabe uno bien las causas que los diferencian, pero es domingo, así que hay que prepararse para empezar mañana la semana como Dios manda. No importa que venga Dios y ordene, habrá que dejarse llevar, no hay que darle más vueltas. Es mejor, en ocasiones, que le manden a uno antes que mandar. Yo me dejo. Algo habrá por ahí a lo que pueda aferrarme. De momento, tras el almuerzo, me voy pidiendo una siesta de persona mayor.

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