Sé bien adónde conduce este vértigo. Volveré a los versos tristes, anotaré lo que se me vaya impregnando. Uno se deja abrazar, acepta el afecto, lo celebra a veces, intima con lo ajeno, fornica con las horas. Ahora, en este bar, hago que el móvil sea mi voz y la difundo y me quedo quieto, fumando con calma, bebiendo a sabiendas de que el vértigo cobra su peaje y la fiebre regresa y yo, extenuado, pienso en qué ocupar el vacío entre un maniobra y otra. Nada que no limpie el sueño. Nada a lo que yo dé mucha importancia. Las horas, persiguiéndose. Yo, tutela y martillo, registrándolas. Vivir es avanzar, aunque no progrese el paso. Vivir es dejarse ir, apreciar la mecida del aire, el pulso del aire, la voz misma del aire en la confianza de que lo escuchamos. Porque el aire cuenta su historia. La tiene. Es el mismo aire que batió las banderas de los ejércitos romanos. El que ahora despeina a la novia en la puerta de la iglesia. El que justo ahora mismo (en este instante en que lees) hace que haga frío afuera. El frío vuelve, la noche lo acoge.
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Amy
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2 comentarios:
Te lo he leído hoy en tu facebook, aunque no le he dado al ok, no me gusta. y ahora lo cuelgas aquí con leves cambios. Es más eficaz la página, aunque creas que las redes sociales propagan más tus escritos, Emilio. En El Espejo de los Sueños perdura. Recuerdo haberte visto escribir en tabernas, y haber disfrutado viéndote. Tampoco soy de comentar lo que escribes, no me apetece siempre, no sé qué decirte. Tú lo dices todo tan bien que no dan ganas. Un beso.
Recuerdo hace más de veinte años en una taberna de Cáceres en el casco antiguo, escribiendo mi diario de viaje y cartas a mis amigos. Estuve más de tres horas absorbido por el ritmo lento de la escritura y cada tanto pedía un vino blanco para acompañar la soledad. Hacía frío. Era noviembre. Miraba a veces lo que me rodeaba, la puerta que se abría, alguna muchacha hermosa que entraba o salía. Pasaba lentamente el tiempo diluido en mi escritura insatisfecha pero ansiosa. Son momentos en que surgen pensamientos triste o eufóricos, dependiendo del vino y sus efectos.
Tú texto me ha evocado aquella tarde-noche en un viaje en solitario.
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