17.2.15
Viajar
Viajar solo sirve para ir descubriendo uno el paisaje de adentro. No importa el trayecto, lo lejos a donde vayas, los sitios formidables que visites: a lo que aspira secretamente el viaje es a descubrirte la geografía interior. Como si lo de afuera te abriera lo de adentro. Como si ir muy lejos sirviera para acceder a lo que tienes más cerca. No hay ningún viaje más espléndido que ése. Ninguno al que se le pueda sacar más provecho. Hay quien prescinde del viaje físico, quien (movido por la obligación o determinado por la voluntad) no se desplaza más allá de la comarca en donde nace. Quien, a lo sumo, hace un par de viajes más o menos relevantes. Bach, al parecer, no salió de su pueblo. No concurrió para la forja de su talento ninguna circunstancia que proviniese de contemplar la vida de los otros, de asistir a la ceremonia riquísima de las costumbres ajenas. Todo le vino por derivación natural, digamos. Hay quien, bien al contrario, viajando, no recibe esos dones del espíritu y se queda a medias o no accede siquiera a sí mismo, al paisaje interior. Turistas, mas que viajeros, gente sin interés en lo que ve. Como quien, leyendo, no captura la esencia de lo leído y solo pasa las palabras y se las va contando, sin caer en la cuenta de lo que las palabras dicen, pronunciándolas sonoramente, vocalizando con esmero, pero sin ahondar en el paisaje que esconden. En esencia, la vida es un trasegar de la periferia al interior, y viceversa. En el ir y en el venir, los años nos van curtiendo, nos van dibujando. Al final, cuando el viaje concluye, proseguimos de alguna forma en los demás, en lo que les dejamos, en las palabras que les dijimos, en los gestos con los que nos mostramos. No se muere definitivamente, aunque a uno se le pare el corazón y el aire y la sangre dejen de discurrir por sus vasos y sus huecos. Lo que pasa es que no sabemos qué viene después, y eso es lo que duele: no saber qué viene después, no tener ni siquiera una sospecha de lo que pasará cuando ya no estemos. En cierto modo, la religión nace de esta voluntad un poco curiosa. Creemos porque queremos seguir creyendo para siempre. Y en ese plan...
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3 comentarios:
Es difícil siempre encontrar cuál es el verdadero sentido del viaje. Paseantes de domingo, turistas accidentales, sedentarios jubilados son contraluces del viaje. Acaso el mejor viaje es interior. Itaca es el camino. Un abrazo.
Es que es un continuo recorrer y recorrer a veces sin saber a donde se va, la cuestión es saber disfrutar cada tramo recorrido
Saludos!!
Viajar es un asunto muy serio, aunque rezume diversión y alegría y ganas de vivir.
Todos los viajes son maravillosos. Es viajar lo que importa. Ni siquiera, como supongo sabes, el llegar, sino el ir, el planear el ir, el sentimiento de la cercanía de la llegada, ni siquiera la llegada misma. Un abrazo, José Luis
Muy atinado, Nefer. Lo subscribo. Incluso la forma de expresarlo.
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