23.10.14

La culpa de todo la tiene Yoko Ono, la muy peluda



Claro que hay más libros que lectores. Ojalá no cambie eso. Que no haya quien desee leer y no tenga un libro al que acudir, uno en donde refugiarse. No se maneja uno con igual convicción en lo de si debe haber más escritores que lectores. Mezclado todo esto, agitado sin saña, surge la paradoja en la que advertimos más cocineros que comensales. Luego está el argumento, endeble a poco que se le estruje, de si toda la literatura es igual de noble y de alta y de buena. La noble, la alta, la buena literatura es una porción, esperemos que no flaca, de la otra, de la literatura standard, de la que ocupa los escaparates y hace que el negocio se mueva y el dinero que generan las letras no sea pobre, no sea simbólico. Hay más ebooks que ereaders. Tenemos más máquinas que usuarios de esas máquinas. Más nubes que observadores de nubes. El stock del universo es inagotable. Me quedo con la idea de que el mar es mayor que la suma de todas las partes que aportan quienes lo contemplan, a pie de playa, extasiados con las olas, conmovidos por la bravura que les da o por la mansa quietud en la que se ofrece. En este plan, paseando este hilo, hay más cosas que no conozco que las que ya he conocido. Me lo dijo K. anoche. Me confesó lo poco que hemos visto, el poco tiempo que tenemos para seguir descubriendo. He releído a Cortázar cuando podía haber conocido a Handke, le digo. El tiempo está de nuestra parte, siempre está de nuestra parte. A veces K. se pone trascendente y cree poder contarme el mundo como si yo no lo hubiese visto. K. me confía la sospecha de que el verano va a durar hasta fin de año. La culpa la tiene Yoko Ono, añade. A K. le gusta buscar culpables absurdos, le parece que a todo hay que encontrarle una causa o que nada proviene del sencillo azar. Las caras, hay que ponerlas, Emilio. La de Renée Zellweger no cuenta, K. Vamos así los dos, sin acabar de atar ningún argumento, pero manoseando muchos, dándoles la importancia de la que carecen. Joaquín Ferrer deja dicho en su facebook que el poeta mozárfabe Ben Gálib escribió el Cantar de Mio Cid. La noticia la planta el Diario de Burgos, por supuesto. A mí me incomoda más que otra cosa. No quiero que le encuentren un autor. Es anónimo, le digo a Joaquín. Me lo dijeron muchas, y me lo creí. El cantar, anónimo. Quizá lo escribió Yoko Ono, K. Mira en el google. Quizá anduviera por allí. Mira a ver si hay una foto de Yoko Ono con el poeta, desnudos los dos, enseñando las vergüenzas. Hay una foto que suele birlarse en las páginas prudentes, las que no provocan, todas las páginas blancas del mundo. Lo mejor es pillar a tiempo una buena página negra. Las páginas negras informan más que las blancas. O lo hacen de un modo más feliz, menos aprisionado por los catecismos y por las nubes grises del futuro. Hay tantas que quizá haya que mirarlas con más atención, prevernirse de las nubes grises, saber con qué refugios cuenta uno cuando se ciernen aprisa y anuncian lluvias fuertes. K: adora que llueva. En eso nos parecemos. Ando pensando que quizá seamos, en el fondo, la misma retorcida criatura. Los dos. No lo he dejado aquí escrito nunca, pero ya va siendo hora de que abra de par mi corazón estajanovista, mi corazón convertido en un corazón previsible. A su manera, K. me reprende. Yoko Ono, la muy peluda, tiene la culpa. De no ser por ella, ay, los Beatles se habrían despeñado solos, y a veces agrada ver cómo los dioses se suicidan, se abren la cabeza con la felicidad pura, con el embeleso sublime. Lo dijo Lennon: Happiness is a warn gun. Pues eso. 



1 comentario:

Mycroft dijo...

Si se lee la biografía de Norman, se comprende que Yoko fue una influencia positiva para Lennon, le abrió la mente, le quitó prejuicios, le hizo menos machista, más solidario, menos egocéntrico, menos violento, y, hacia el final de su vida, si, incluso menos disoluto. Los Beatles ya estaban rotos, y no era cosa sólo de John.

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