A Rafael Carlos Roldán, lector, gourmet norteño (once again)
A Malena, que una vez me habló sobre Borges desde Argentina
A Miguel Cobo, que me plantea dudas sobre si soy borgiano o borgeano, cuando en realidad soy las dos cosas.
A Tomás, al que no conozco, y que me contó que era completamente feliz leyendo el poema del ajedrez.
A Antonio Sánchez Huertas, que no es borgiano ni borgeano, pero seguro que podría serlo de modo magnífico.
A Miguel Cobo, que me plantea dudas sobre si soy borgiano o borgeano, cuando en realidad soy las dos cosas.
A Tomás, al que no conozco, y que me contó que era completamente feliz leyendo el poema del ajedrez.
A Antonio Sánchez Huertas, que no es borgiano ni borgeano, pero seguro que podría serlo de modo magnífico.
Proyecto
El hombre se ha despertado con la peregrina idea de leer el libro en el que está basada la película que vio la noche anterior, pero no recuerda el título.Tampoco de qué iba. Sólo ve pájaros y un edificio victoriano al que entran circunspectos caballeros de macferlán y sombrero de copa, bastón y perilla. Todos se parecen tanto que llega un momento en que consiente la ficción de que, en realidad, son la misma persona, absurdamente multiplicada. Ve también, de forma dispersa y obsesiva, árboles que salpican un paisaje aplastado por una insolencia de nubes. En ese cielo sin propósito advierte aviones que lo surcan muy despacio. Los pájaros y los aviones no se molestan. Parece que alguien pasara la imagen por un proyector y lo estuviera haciendo premeditadamente a cámara escandalosamente lenta. Los pájaros violentan el silencio de ese desfile aristocrático con unos graznidos que no soporta. Graznidos lentos, a cámara lenta también. Ahí termina la película.
Travesía
La amable señorita de la biblioteca se esfuerza en que formule un título. Le razona que hoy en día se puede llegar a la madeja desde cualquier pequeño hilo, por infundado que parezca. Le habla del algoritmo secreto de google y de dios escondido en el código binario. De pronto el hombre le confiesa que tal vez no sea una película sino un sueño. En ese caso estoy obligada a informarle que no es posible ayudarle porque no existe una bibliografía sobre los sueños de los usuarios de la biblioteca o del mundo. Nuestro catálogo es ingente y hasta tenemos un fondo sin registrar, libros apilados en el sótano donde hace años que sólo entramos a dejar más libros, pero insisito en la imposibilidad de satisfacer su demanda, añade.
El hombre se ha despertado con la peregrina idea de leer el libro en el que está basada la película que vio la noche anterior, pero no recuerda el título.Tampoco de qué iba. Sólo ve pájaros y un edificio victoriano al que entran circunspectos caballeros de macferlán y sombrero de copa, bastón y perilla. Todos se parecen tanto que llega un momento en que consiente la ficción de que, en realidad, son la misma persona, absurdamente multiplicada. Ve también, de forma dispersa y obsesiva, árboles que salpican un paisaje aplastado por una insolencia de nubes. En ese cielo sin propósito advierte aviones que lo surcan muy despacio. Los pájaros y los aviones no se molestan. Parece que alguien pasara la imagen por un proyector y lo estuviera haciendo premeditadamente a cámara escandalosamente lenta. Los pájaros violentan el silencio de ese desfile aristocrático con unos graznidos que no soporta. Graznidos lentos, a cámara lenta también. Ahí termina la película.
Travesía
La amable señorita de la biblioteca se esfuerza en que formule un título. Le razona que hoy en día se puede llegar a la madeja desde cualquier pequeño hilo, por infundado que parezca. Le habla del algoritmo secreto de google y de dios escondido en el código binario. De pronto el hombre le confiesa que tal vez no sea una película sino un sueño. En ese caso estoy obligada a informarle que no es posible ayudarle porque no existe una bibliografía sobre los sueños de los usuarios de la biblioteca o del mundo. Nuestro catálogo es ingente y hasta tenemos un fondo sin registrar, libros apilados en el sótano donde hace años que sólo entramos a dejar más libros, pero insisito en la imposibilidad de satisfacer su demanda, añade.
Fuga
El hombre se aleja del edificio de la Biblioteca con la sospecha de que
le han engañado. El libro existe, piensa. Hay un libro para cada
soñador. Un registro minucioso para todos los sueños desde que nacemos
hasta que morimos. El hombre no es religioso, pero entiende que está
manifestando una especie de reflexión de índole enteramente religiosa.
Quizá toda la religión no sea sino un prontuario formidable de metáforas que informan sobre un sueño en particular, el de un dios o el de muchos dioses. Tal vez Dios, el llamado Verdadero, sea el amanuense de ese inventario único y esa biblioteca
fantástica sea el cielo. En este momento, emboscado en estas reflexiones, comprende que ha muerto y está a punto
de contemplar uno a uno, sin pérdida, sin rebaja alguna, todos los sueños que ha tenido.
El último era de pájaros y un edificio victoriano al que entran
elegantes caballeros absurdamente iguales.
Coda
Cuenta en una taberna de amigos la historia de los libros y el sueño de los hombres. No pretende que se le escuche. De una forma precaria, sin apenas mimos, confía un secreto que dentro de su alma es una catedral, pero en apariencia, contado, es una minucia, un verso suelto de un poema absoluto. Todos somos grandes poetas, grandes constructores de catedrales, grandes jardineros del cosmos, pero no poseemos la habilidad de contárselo a los demás, y trabajamos en silencio, en la soledad de un demiurgo muy tímido, aprisionados y locos.
4 comentarios:
Esta entrada es en realidad extensión de una antigua, a la que el azar (mi impericia también) borró del editor accidentalmente. La reescribo, la publico de nuevo, la someto a consideración y pide a quienes escribieron comentarios en ella que se sepan disculpar esta mano ligera que tengo.
Pues yo la leí en su día, recuerdo que la leí, y ahora la leo disfrutándola otra vez. No sé qué le has quitado o qué añadido, pero me gustó y me sigue gustando. El Gran Borges no se te va de la cabeza, Emilio....
Borgista.
Vale borgiero?
Juan A.
El soñador eres tú. El soñador por antonomasia. El soñador que sueña libros. El soñador soñado por otros soñadores. Un manantial de sueños. El sueño resueño que nunca se acaba. El intérprete de lo sueños. El contador de sueños. El descodificador de los sueños. El vicetataranieto de Freud. El nuevo Segismundo. El érase un hombre a un sueño pegado. El habitante de Oniria. El cancerbero de las duermevelas. El domador de insomnios. Borgeano, borgiano, borgista y borgero. Tú nunca duermes: sólo sueñas.
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