Tus padres se habían ido a no sé dónde y la casa quedó para nosotros. Creo que hay un poema de Luis Alberto de Cuenca que empieza así. Estaría bien vivir en un poema de Luis Alberto de Cuenca. Que te dé por cortejar hijas de padres cultos y mientras que planeas el modo de hacer que todo se maneje con docilidad y el amor no irrumpa con estrépito puedas observar anaqueles reventones de libros. La Iliada. Moby Dick. La biografía de Marco Polo. Las obras completas de Kafka. Una enciclopedia en alemán. Un tocho inabarcable sobre los barcos que cruzaban el Atlántico y traían tabaco y cuentos de ultramar. Pero la vida nunca te hace estos regalos y lees a Luis Alberto a primera hora de la mañana, antes de ponerte a funcionar como un impecable robot japonés al que le han extirpado todo sentido de la belleza. Queda la serena fragancia de la voz del poeta, recitando, inclinando el tono, auscultando el aire con la contundencia de quien se sabe dueño de un oficio antiguo.
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2 comentarios:
Un oficio antiguo y nunca superado. Abrazos, amigo robótico, en plena jornada laboral de san viernes
El mejor de los oficios, José Luis.
Robótico poco, pero camino voy. En pleno agotamiento de miércoles tórrido en mi pueblo. Es el infierno recién llegado.
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