No coincido con Banville en eso de que la escritura es mucho más interesante que la vida, como recoge hoy El País. Coincido con Marías,
en el mismo periódico, en otra frase de titular que viene a decir que
cuesta más escribir cuanto más ha escrito uno. Escribir es una extensión
de vivir. La escritura es un apéndice, nunca un cuerpo en sí mismo.
Aprecio los excesos porque suelen dar resultados formidables en el arte,
pero malogran la vida de quienes los adoptan y hacen infelices a
quienes la comparten con el artista. Me quedo con la sencilla humanidad
de Marías rechazando hoy el Nacional de Narrativa, con esa honesta
manera de distanciar lo fabulado y lo vivido, con la manifestación del
pudor y de cierto amateurismo constante. Porque escribir, a pesar del
empeño y de los años, de la certidumbre de que al lenguaje se le cerca y
se le termina por domeñar en cierto modo, es un oficio de tinieblas. Va
uno a tientas. No sabe nunca jamás qué acudirá al texto. Si la gacela
del numen o el plomo del vacío. Escribir es, además, un arte doloroso.
Duele evacuar todo lo que se evacúa cuando se escribe. Incluso la mala
literatura extenúa. Uno, al manuscribir de noche, oyendo jazz de fondo,
sinitiendo al fondo de la casa la presencia dormida de los suyos, al
teclear en el editor del blog, piensa que no merece la pena ese vaciado.
No sé a qué viene este exhibicionsimo diario. Marías y Banville, los
impúdicos de hoy, me llenan cuando los leo (Los enamoramientos, este verano, y El mar,
hace poco más) pero me produce un extraño sentimiento de ternura y de
agradecimiento intuir que se entregan y se hacen pobres, dejándome a mí
rico, como dejó escrito Rilke, el poeta. No tengo yo certezas
sobre si soy escritor o lo finjo. Debo serlo a la luz de la cantidad de
textos que he ido dando o dándome a lo largo de muchos años. Lo soy, en
todo caso, de un modo precario y feliz. Mi proceso de vaciado no es
dramático. Funciona con absoluta morosidad. Terminaré hueco al final. No
tendré dentro nada enteramente mío. Habrá fragmentos de Emilio Calvo de Mora en
miles de pequeñas entradas en el blog y en cientos de poemas y en un
par de libros (pocos, evidentemente) que se me ha concedido publicar. A
veces imagino que no escribiera. Que fuese solo un lector. Que me sitúe
en el extremo opuesto a Banville, en el más alejado, y batalle en lo que
pueda por vivir y renuncie en lo que pueda a escribir. No me sale. No
hay valor para ese acto de salvación. Todas las veces en que se me
ocurre cerrar este rincón de amigos que me leen (son muchas veces, lo
confieso) encuentro razones para contradecirme y me siento como hoy y
dejo caer lo de siempre, ya saben, un poco de jazz, otro poco de cine y
algo de poesía. Entretanto, feliz en mis vicios, leo lo que los otros me
ofrecen. Ahora me divierto con la muchachita punk de Fogwill. Asunto para el post de mañana, creo.
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9 comentarios:
No existe un escritor auténtico que no se sienta precario. Escribir se basa en esas esclavitudes, en esa absoluta escasez de certezas. Sigue llenando este blog de palabras, amigo Emilio. Enriquécenos con tu pobreza. Abrazos
Eres un gran escritor, porque nos haces ricos cuando te leemos, como decía Rilke. Gracias.
Coincido con Jose Luis G. Lo de Rilke no lo sabía, y me ha encantado. Es precioso. Lo de Marías, chapeau. Lo de Banville... se le perdona. Evacuar duele siempre, Emilio. Un saludo...
María Teresa López
Bueno, a mi me gusta leer lo que escribes tu y lo que escriben otros amigos, así que espero seguir haciéndolo pues si algo puedo ser es quizá un lector y eso ya me llena.
Hermoso post, amigo mío. Es difícil no sentir placer al leerte.
La virtud es la escritura, no la lectura, y siento contradecir a Borges, que se jactaba tú ya sabes de qué.
Banville no lo conozco, pero adoro a Marías. Le honra mucho lo hecho. El escritor debe ser en estos tiempos un ejemplo. No tengo muy claro si todos los escritores, pero sí por supuesto los elegidos, los que llevan las letras más allá del reducido campo de la lectura y la hacen compromiso con la sociedad. No soy muy político, de hecho lo soy muy poco, pero me encanta esta manera de hacer política en estos tiempos.
Coincido con tus comentaristas que el post es hermoso, como escribe Isabel, que evaucar duele siempre, como dice María Teresa y que eres un escritor como la copa de un pino gaditano, como dicen los dos José Luis. Yo, que no voy a firmar, y que te aprecio mucho, lo pienso desde hace veinte años por lo menos. Te voy a dar un abrazo grande. Ya sabrás, porque Tú eres MU listo, quién coño soy. Un abrazo repetido. Lo de Rilke te viene de perlas. Enriquéceme. Vamos. Quédate pobre si te hace falta, joder.
Aquí te tratan como a un rey. No se te vaya a subir la realeza a la cabeza y te pongas a pegarles tiros a los elefantes y decir que en España dan ganas de llorar, jeje.
Y sigo con la cosa anónima, y a ver quién soy. Te han caído dos, dos en una misma jornada. Eres grande por el peso y por el talento.
Yo pasaba por aquí y hace que no paso la tira. Salud, compañeros de blog. Salud, Emilio. Salud, Rilke. Salud, Fogwill. Estoy en racha.
Rafa
Pues yo me apunto al anonimato también, amigo Emilio, me apuntaría al anonimato escritor porque cada vez me causa más pudor el que me lean o leer algo en público. Leo poco y escribo menos, lo preciso, mi voluntad me pide más y mi cuerpo me retrae... Me gustaría llegar a ser autor de romances anónimos como los medievales que conoce todo el mundo, bueno, que conocía... De todas formas cuando entra el gusano de la escritura entra y hay que ponerse; tú no te lo sacas del cuerpo ni un día solo ¿vicio o virtud?... Yo digo que depende a donde se mire, no me vale el arte por el arte... Que lo que no tiene perdón es dejar en el papel o la pantalla mocos ni babas, sino olores y sonidos que alimenten... aunque sea la duda, porque muchas dudas repetidas encontrarán un día una certeza rotunda.
Amigo Emilio, he procurado esconder la gorra de bisera pero ya sabrás quien soy... Es gracioso este juego del anonimato... O del anodinato.
Un abrazo
Anónimo Aldeano
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