De España me quedo con Iniesta. Salvo en esos días de atropello
circense, de júbilo balompédico, no me tengo por un español de raza, uno
de esos que se sienten involucrados en la construcción de la patria. Y
eso que a mi modo, con mi trabajo de maestro de escuela y mi
contribución fiscal inexcusable, construyo lo mío, no crean. Tengo una
visión doméstica de la nación, qué le vamos a hacer. La aprecio en el
arte, en todo ese catastro sublime de manifestaciones estéticas
(espirituales, intelectuales, emocionales) que los españoles han ido
realizando desde que dejaron de invadirnos los otros o desde que
nosotros dejamos de invadir al resto o incluso desde que la palabra
invadir, ahí puesta como una bandera de algo, no tenía significado
alguno... (sigue en Barra Libre)
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