22.5.12

Dios / Segunda Parte


                                                                  Foto: Jo Schwab

No conozco al dios en el que confían los americanos. Tampoco hay ninguno aquí en el que deposito mi confianza. Poseo una incredulidad lúdica que me hace disfrutar de su búsqueda más que gozar con su encuentro. Digamos que soy una especie de creyente inconstante. Uno que se arrima y se desarrima a voluntad y que no espera nada en ese juego de metáforas en el que siempre hay un ganador. Yo soy el ganador, el que encuentra un campo de cavilaciones fantástico. Cavilo por vocación. Por las incertidumbres que sugiere el camino. Resulta estimulante esa prospección hacia dentro uno mismo. La jalea el mundo, pero soy yo quien la administra. Está en mí la posibilidad de darle curso, de mimarla, de desoírla si me place. K. me va pidiendo que deje la cosa divina y me centre en lo más acendradamente humano. Que no indague en lo que no conozco. Y es precisamente el no conocer lo que me empuja. El desafecto que le tengo a las instituciones que abanderan a Dios (ahora bien con mayúscula) no tiene nada que ver con el afecto que le profeso a las personas que lo buscan y narran las peripecias del trayecto. Me atraen las que no lo encuentran. Quienes se topan una y otra vez con un muro y no dan con la vía que lo sortee. Mi muro es poroso a veces. Otras es inexpugnable. El dios en el que confía los americanos, el que se pronuncia en las homilías, el que se cita cuando uno está solo y sospecha que alguien pueda estar escuchándolo no es el dios en el que confío. No sé si este creyente voluble que soy precisa de un ajuste desde el que mirar de otra manera. Tal vez sea cosa de mirar con otra graduación. La mía, hasta hoy, ve ángulos muertos, figuras borrosas, paisajes sin bondad, páramos que solo hollan de vez en cuando mi asombro y mi paciencia. La silla de Schwab es la mía. Es la de todo el que se sienta a esperar y se levanta, al rato, por cansancio, por aburrimiento a veces. Por todas esas distracciones que te apartan del cometido que emprendiste y te convencen de que no hay otro mundo y de que éste es el único posible.

5 comentarios:

Manuel Delgado Fernández dijo...

Mi teología es más antropológica. Lo siento, sobre todo por mí mismo. Dios es la expresión del desconocimiento. Es la luna y el sol, el Nilo, la humedad de la tierra. Pero sobre todo dios es una fuente de discusión teosófica inagotable, y eso es impagable. Algunos lo podrán tachar de frivolidad, pero nada más lejos que eso. Es un divertimento, lo admito, pero nada frívilo. Aficionado, nada más.

Manuel Delgado Fernández dijo...

Quise decir frívolo. Perdón por la errata.

Héctor Alberto Pacheco dijo...

Creo en Dios y no creo en un Dios al que se pueda rebajar con estas frivolidades de perfil literario, pero literatura al fin y al cabo. No creo en el Dios de ustedes, ni el Dios de la Iglesia moderna, que lo usa para sus fines, lo estruja y luego lo suelta sin atenciones. Me gusta el Dios de mi credo, el que me escucha cuando le hablo sin que yo tenga que ir a una homila para tenerlo cerca. Lo tengo bien cerca si me concentro y lo busco. Está ahí conmigo a la espera de que le cuenta. Dios escucha. Me parece que desvarían ustedes con esas historias de filósofos de segunda que se creen ustedes. No me importará aceptar que no blasfeman y hablan con respeto, sí señor, pero no me descuiden la fe y miren al Señor, que les ve y les tiene a su vera. Un saludo y una disculpa también.

Miguel Cobo dijo...

Como dice Jorge Wagensberg, un Dios que te ayuda según como se lo pidas y te convenga está bajo fuerte sospecha de estar concebido a nuestra imagen y semejanza.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Tu antropología es divina, Manolo. Aficionado, sí, pero con laureles ya. Por la edad, por los libros, por lo que se ve, por lo que se cree que podemos ver todavía.

Cree en Dios, Héctor, que yo sigo pensando en él sin creerle del todo. Me gusta mi Dios de mi credo, no creas. Uno al que me acerco para que me dialogue. Está adentro mía, en todo caso. Tenemos una relación problemática, feliz a veces, pero de conflicto. Seguiremos buscando los dos. Tú has encontrado, pero imagino que sigues indagando. Gracias por escribir.

Voy a Wagensberg, del que no sé, a seguir sabiendo. Gracias, siempre. Sí, sospecho que es un caballero muy interesado.

Prontuario de inocentes (César Rodríguez de Sepúlveda y Emilio Calvo de Mora)

  El entusiasmo infantil muere al morir la inocencia. El niño permanece mientras ignora las reglas del juego. ******** El inocente ignora la...