15.11.11

Vote

                                     
                                                                      Gil Elvgren




Nunca tuve lazos fuertes con ningún partido político, pero jamás he dejado de ir a votar. Lo aprendí en casa y lo ejerzo con orgullo en la mía. Supongo que es la forma de entender que estoy entre los míos y de no sentir después, una vez se cierran las urnas, congoja o arrepentimiento por no haber expresado mi opinión acerca del estado de las cosas. Uno vota por lo hermoso en sí de ese acto sencillo. Hay una épica en elegir un partido en el que depositar las esperanzas de bienestar público. No hace falta simpatizar en exceso con un candidato u otro. De entre las opciones se elige a veces la menos mala. Se vota, en ese caso,ignorando la apatía hacia lo político, incluso el hastío puro, pensando en ese bien compartido de la democracia, en su limpia maquinaria de ajuste social, en la irreprochable voluntad de reparto que exhibe. Luego está el desencanto, el desafecto por el oficio de gobernar, la idea de que el que causa el mal se postula para procurar el bien. Por eso votar siempre es una fiesta. Porque están algunas cosas en juego y uno se siente, en el fondo, el que decide quién las administra. Da lo mismo que la campaña sea una ficción, un juego de voluntades interpuestas para socavar la incredulidad y granjearse el afecto del votante. Mienten porque saben que en estos momentos la verdad, a pesar de lo honesta que sea, no conviene. Mienten, en campaña, en su oferta de píldoras. Quizá lo hacen en nuestro bien. ¿Quién se lee un programa de un partido? Nos bastan los trozos sueltos, los párrafos entrecomillados, las partes que se subrayan. Y votamos con esa felicidad inargumentable de quien se sabe una parte de la trama infinita y no desea que se le excluya del cásting. Sí, soy un cándido, un romántico, un tipo con suerte en estos días de vértigo electoral. Además disfruto (es un decir) viendo cómo se enseñan, qué cartas ofrecen, cuáles callan.

6 comentarios:

El Doctor dijo...

Voto, s. El instrumento y símbolo del poder que un hombre libre tiene de convertirse en un idiota y destrozar su país.
Ambrose Bierce, Diccionario del diablo

Curiosamente los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han votado.
Alberto Moravia

Yo hace tiempo que dejé de votar y no por desidia sino porque tenemos unos políticos que dan vergüenza.Vulgares,iletrados,analfabetos funcionales,manipuladores,etc. Que más quisiera yo ir a votar,sería un buen síntoma;el síntoma de que todavía creo en algo.

Un fuerte abrazo,amigo.

Miguel Cobo dijo...

¿Acaso algún tiempo pasado fue mejor?
Ejerceré mi derecho al voto. Mis expectativas nunca se ven defraudadas, pues tengo unos elementales conocimientos de la condición humana y sé qué se puede esperar.
A veces pienso en lo difícil que es dirigir o "gobernar" un pequeño grupo humano (el instituto, el colegio, la propia familia). Complacer a todos, no equivocarse, ser honesto al 100% con unos mismo...) y me siento solidario con elque asume tamaña responsabilidad.
Tampoco creo que la ciudadanía sea más ejemplarizante que la clase política. Hay de todo entre ellos, como entre el resto de los mortales.
En ocasiones escucho a ciudadanos
hipercríticos, denigrando con autosuficiencia ética los actos y las decisiones de los gobernantes
y realizo la ingenua reflexión de imaginarlos a ellos en la tesitura de tomar la vía más correcta para la solución de un problema y subsiguientmente a la cantidad de descontentos que dejaría en el camino.

Iré a votar (uno tiene sus simpatías) porque hay más de diez justos en Sodoma.

Un abrazo, mon ami

Joselu dijo...

Pues yo estoy en un conflicto irresoluble. En mi región (o nación) autónoma votaría a A para que hiciera la pascua a C; en el conjunto de España votaría a B porque su candidato es el único que me suscita simpatía pero es el enemigo de A. En Mi región (o nación) autónoma el partido B quiere ocultar que tiene relación con B y no me gusta la candidata que tiene una voz impostada y no la soporto. Por otro lado, en consonancia con mis ideas, votaría a D o a J que representan aspectos de mis aspiraciones o sentimientos. Sólo parcialmente. Por otro lado querría votar aunque fuera en blanco, pero sé que esto daña a los partidos minoritarios…

Y sí reconozco que Felipe González se apoderó de mi corazón. Es el único político que ha conseguido llevarme al huerto siempre que se ha presentado. Ahora defiende a B, pero en mi región (o nación) o autónoma el representante de B…

Alien, el octavo pasajero.

Rafael Roldán dijo...

Estamos de acuerdo, Emilio, votamos con un fondo de inocencia al creer que, a lo mejor, cambiamos el devenir de España al depositar la papelete. Luego, las cosas se tuercen y no resulta como habíamos creído. De todas formas, nos queda la satisfacción de tener cierto poder, de ser capaces de defenestrar a unos y encumbrar a otros y, sobre todo, de observar las caras de esos políticos que ven acercarse su final.
Como dice Miguel, esto de gobernar no es nada fácil, ni de tener contentos a todos. Por eso podemos darles a determinados políticos el beneficio de la duda.

emilio calvo de mora dijo...

Francisco, Miguel, Joselu, Rafa, me va pareciendo a mí que votar es siempre un apero sentimental que lleva uno, una especie de vínculo con lo que nos representa ante los otros. No es posible que nadie nos represente. Hay un vínculo, ya digo, una ligazón. Vivir no es fácil. Gobernar es vivir en alerta, en una alerta continua, en un vértigo continuo, en un volcán siempre. No les envidio. Demos a los políticos un punto de confianza. No sé. Estoy sentimental, insisto. Un abrazo, buenos amigos.

Jorge Atienza dijo...

En parte de acuerdo con el post y con tu comentario final, después de los cuatro primeros.
Los políticos hacen un oficio voluntario. Nadie les pone una pistola en el pecho. Hay que exigirles, hay que darles caña. Sí, nos represnetan, pero deberían hacerlo con una abnegación que no tienen a veces. Son años, luego llegan otros. No se van, no se quieren ir, ese es el problema. En fin. Yo creo que votaré blanco.

Comparecencia de la gracia

  Por mero ejercicio inútil tañe el aire el don de la sombra, cincela un eco en el tumulto de la sangre. Crees no dar con qué talar el aire ...