Lo confieso: veo a mi candidato brincar en un escenario y se me pone el alma a brincar a mí. Veo al hombre, contemplo la naturaleza que lo hace cercano y entiendo que la política no es un arte tóxico sino un cuerpo a cuerpo del hombre con las adversidades que malogran el bienestar, desarman a la justicia y encabronan, ya por último, el sueño. El mío es recurrente: veo a mi candidato alegre y campechano, abrazando niños en los parques, riendo sin pudor en las cafeterías, alegremente departiendo con el pueblo llano, el suyo, el que va a confiar en sus promesas. Le veo a salvo de los malos augurios, exento del mal fario de las encuestas contrarias, de todos esos tóxicos estudios demoscópicos. Veo al hombre, insisto: al que se emociona si yo me emociono, al que padece si yo padezco, al indignado cuando yo me indigno. Y eso, ay, está en el brinco, en ese acto entre lo heroico y lo naïf, en la posiblidad de que en un gesto limpio, escrutado y conservado en el olimpo de los grandes gestos de las grandes figuras, se advierte la verdad que bulle por ahí adentro y que la política no permite a veces ofrecer al votante. Porque yo soy un votante y me gusta saber qué colonia uso mi candidato, si es del Bilbao o del Madrid, si fuma puros en la intimidad o se mete su chupito de anís seco con el café. Están todas esas cosas en el brinco. Y los que tenemos alma y sabemos lo que sufren los candidatos apreciamos este striptease sentimental. Ahora sólo me falta ver cómo salta Rubalcaba para tener definitivamente claro en quién deposito mi confianza para sacarme de este revés, de este agujero, de este no sé qué me pasa que ni yo mismo me entiendo. En fin...Todo menos la indigna e insensible mano de hierro de esos funcionarios sin corazón a los que a menudo se les entrega la salvación de la patria. Todo menos eso, of course...
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4 comentarios:
El reverso, escrito a la par, uno tras otro, no diré en qué orden, del post El algoritmo infalible. Circunstancias extraordinarias me han obligado (ay) a publicar las dos versiones. Ninguna es, por supuesto, la verdadera.
Sr. Calvo, se le ve el plumero, eso no es malo: un post es serio; el otro, el otro no lo es tanto. En uno se le ve enfadado, sacando las armas; en el otro, se le ve distendido, tomado a broma todo, y eso da ya una idea. No sé si me explico. Un saludo afectuoso...
los candidatos no son más que máquinas, robots, programadas para que quince día cada cuatro años apelen a los corazones.
A mí, desde luego, no me engañan.
Y no sé cómo engañan a nadie.
¡Ay!, mis ingenuos amigos, todo en la vida -¡la vida misma!- es un dejarse engañar. Empieza uno por engañarse a sí mismo y luego ya se deja engañar cada uno por quien prefiera.Por algo se dice que la realidad supera a la ficción.
En cualquier caso, siempre viene bien leer VIDA de José Hierro, para relativizar sobre todo.
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