Recurro al título de una novela que no he leído: constata uno brutalmente el presente en días como ayer domingo. Se le vienen encima la prima de riesgo, el déficit, el paro, los rescates financieros, la enferma Europa y sus envenenadas provincias del sur. Llevo todo este lunes de lluvia cansina pensando en España como una sirena gorda que se ha ido quedando en la orilla, a remolque de sus vicios, varada sin apenas conciencia del trabajo que cuesta levantarse después. No pienso en Rajoy como el remolcador del fardo abandonado en la arena. No porque no considere que pueda lograrlo sino porque no está en manos de un partido, el que sea, sacar a un país del atolladero. No pienso en términos políticos como no me manejo bien en la literatura económica y el ahora de España y de medio mundo (medio, ay, qué inocente) es una cábala de números que, al bailar, hunden negocios, mandan gente al paro y hunden familias enteras, que vagan alrededor de la sirena, mirándola sin saber qué hacer. Quizá esa angustia explique el vuelco electoral, ese castigo infligido al gobierno ya saliente. Pero insisto en que prefiero perderme en las páginas culturales de la prensa, en los recortes deportivos, en las columnas cuando encuentro armonía en los textos, en los libros de ficción a los que he dado de lado porque la cabeza estaba en el runrún de los partidos, en lo que unos decían y lo que los otros replicaban, en el febril discurso de los políticos, que hablan en el fondo de lo nuestro y a los que hay que escuchar bien de cerca para que sepamos a qué atenernos. Sin prestarles oído no se puede después despotricar como en ocasiones solemos, pero la trama, al menos la de fuste, la electoral, ha cerrado su pequeño escenario de deseos y de esperanzas y la rendición de los resultados nos ha devuelto a la realidad, al presente brutal, al hoy funesto que huele a mañana nefasto. Sí, está el lunes un poco plomizo y le sale a uno el yo apesadumbrado que anda siempre por ahí abajo, agazapado, a la espera de que lo jaleen desde afuera y salga, bramando.
Últimamente leo solo sueltos de algunos columnistas a los que admiro. En adelante, habida cuenta de lo que se ve venir, no podré evitar dejarme caer en otros temas. Leeré el apunte económico como el que de pronto lee el prospecto de una medicina y razona que la solución a sus males está en la prosa farmaceútica, en todo ese guirigay técnico que se escapa siempre y no nos deja entenderlo. Leeré la crónica del resucitamiento con la misma desconfianza con la que leí la crónica del fallecimiento. Descreído uno no va bien, descreído (bien lo sé) se agría, se encapsula en sus vicios domésticos y luego cuesta salir y dejarse llevar por la rutina normal de las cosas. Ya digo: constato el presente brutal y me abruma y me aturde y me dan ganas de dejar correr un poco las cosas. Como no tengo creencias espirituales no rezaré ni tampoco imploraré misericordia al cosmos, que un poco laico, ahí en el infinito, en el azul sin provincias ni ministerios. Está la srena perpleja, modélicamente perpleja. España, que es una gran nación, como decía el flamante capitán de la nueva nave, saldrá adelante. Pero lo de ayer no es en modo alguno una medicina santa, un ungüento milagroso, una inyección de brío. Ojalá lo fuese. En eso estamos todos de acuerdo. En bajar la infamia de una estadística que provoca espanto. En regresar a un estado del bienestar que yo nunca he sabido bien qué es ni cómo se gestiona, pero que ahora, visto lo que hay y sospechando lo que viene, me parece una bendición de estado. El bienestar. Suena bien. El bienestar.
3 comentarios:
Pero hay que confiar en alguien y creer en algo, hombre. Da igual Rajoy o Rubalcaba, pero no se puede descreer así tan dramáticamente. No hay opciones a veces, sí lo entiendo. No hay forma de gobernar el entusiasmo, a veces. El pesimismo en política es malo. Hace pueblos grises. Végnase arriba, Emilio.
Vamos a confiar en que esto arranque y mejore.
Un abrazo afectuoso.
¿No fue John Lennon quien dijo que la vida es eso que sucede mientras uno está ocupado en otra cosa? Queremos ganar dinero para vivir feliz y todo el esfuerzo y lo mejor de una vida se concentran en ganar ese dinero. Olvidamos la felicidad, confundimos el medio con el fin. ¿Que es eso de la calidad de la vida? No es más que el último ideal que se han inventado para apretarnos en la carrera de la producción y del consumo. Sí claro, a mejorado la calidad de la vida pero se ha deteriorado escandalosamente la calidad del vivir, que es otra cosa. Todos vivimos con nuestras fantasías consumistas y televisivas en la cabeza y muy poca raíz económica en el suelo. Trabajamos todos los días de nuestra vida, en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Lo más triste es que la única cosa que se puede hacer durante diez horas al día es trabajar, y sin embargo, la gente que nunca tiene tiempo es la que menos cosas hace realmente. Siempre he tenido la sensación que la gente con una profesión suele ignorar lo mejor. "Seres del asalto, no del festín, su epílogo." René Char.
Perdona,mi querido amigo toda esta parrafada,es que hoy ando un poco escorado.Está nublado.No para de llover y cada vez entiendo menos.
Un fuerte abrazo,amigo.
Coincido con Francisco. Aspiramos al bienestar utópico sin llegar a "estar bien" casi nunca. Somos Sísifo subiendo a diario la pesada piedra para echarla a rodar, una vez coronada la cima .
Melancolía de lluvia tras los cristales, que por algo somos -o fuimos- maestros de estirpe machadiana.
Abrazo
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