Comparecer en Moncloa en pleno ecuador del verano, con las maletas hechas para pillar bronce balear, dejando el país a merced de Moody's y de la madre que parió a la Merkel es un hallazgo metafórico, una especie de golpe bajo a la rutina que el calor suele traer a quienes en verano, salvo pelotazos del hit parade y algún que otro topless de famosilla en la playa, se entretienen comprando periodicos anémicos y viendo en la televisión, a la vera del aire acondicionado, refritos, concursos homicidas y pelis del oeste en blanco y negro. Pero el pueblo, convertido a su pesar en espectador, precisa vuelcos en la trama, giros imprevistos. Por eso Zapatero ha comparecido en Moncloa y ha dicho que la hoja de ruta sigue su travesía. No ha dicho pero se le ha visto venir la idea de que Rubalcaba tiene hasta noviembre, el 20, para engolosinar al público y hacerles creer que es posible todavía tomar altura, ponernos en el lugar donde nos corresponde, todo eso que al político, una vez le sueltan la lengua, dice para ocupar el timing de las cadenas de televisión. A falta de compromisos deportivo relevantes (lo de la gira americana de Barcelona y Real Madrid es un aperitivo de poco fuste) sale ZP y vocea que el bien de España precisa lo que antes era poco o nada necesario. Los políticos no tienen palabra: tienen frases. En una frase cabe el doctrinario de Pablo Iglesias o de Azaña y su posible reverso, tenebroso o no. Cabe un sí categórico y un no flemático. Un tal vez con una sonrisa condescendiente y un silencio como una catedral. En una palabra, sin embargo, no hay tanto hueco. Se dice de momento y se va como se escucha.
Otro asunto es el hecho de que entre tanta fecha libre el Jefe del Gobierno, el ínclito zetapé, haya escogido el 20-N. Fecha histórica entre todas las fechas marcadas en rojo en la Historia: muere Franco, comienzan en Nüremberg los juicios contra el nazismo, es declarado emperador romano Diocleciano, se casa la princesa Isabel con el teniente Philip Mountbatten en la abadía de Westminster, Durruti (sí, el de la columna) muere en Madrid, fusilan a Primo de Rivera, nacen Don DeLillo, Barbara Hendricks, Bo Derek o Pio VIII, mueren el ya mentado dictador, Robert Altman, León Tolstói o el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria. Y cuando usted, estimable lector, se vista de gala (la ocasión merece la pompa y la circunstancia) y acuda a su colegio electoral, no podrá evitar pensar en todas estas efemérides históricas. Si no le tiembla el pulso es porque está ya usted de vuelta de giros en la trama, de golpes de efecto, de resurrecciones sin guión, de banderas que las iza la banda municipal y luego se las lleva un mal golpe de viento, de hojas de ruta que terminan siendo (ay, ojalá no) recortes de paseo. Por lo menos me ha salido una entrada extraordinaria: no se cómo iba yo a meter en el mismo texto a Bo Derek (tan rubia, tan de caballo por la playa de Sanlúcar, pechos al aire, sonrisa profidén) con el Generalísimo (tan diminuto, tan aflautada la voz, tan escasa la fotogenia, tan artero y mezquino el bastoncito de mando). A Pio VIII (tan vaticano, tan blanco) con el teniente inglés (tan cero a la izquierda, tan de traje y desfile en The Mall)
Seguiremos informando. Los periodistas están echando el agosto que hace lustros que no tenían.
4 comentarios:
Tanta gloria lleve como paz deje decía mi abuela. Zapaterista ya no soy, rajoyista, tampoco. Entonces ?
Sé bien que la política se basa de cara a la galería en pura ficción, atrezo escenográfico, maquillaje publicitario, argucia sofística. Lo sé y asumo que la verdad meridiana no puede andar a sus anchas si quiere uno sobrevivir en política. Es necesario, además de honrado, parecerlo, dar explicaciones verosímiles. A veces la verdad es menos creíble que un buen relato.
Creo, sin embargo, que en política uno puede ser honrado, sosteniblemente leal con la ciudadanía, someterse al deber de gobernar con responsabilidad. La teatralidad del oficio nos hace olvidar el buen hacer del comediante, su vis experta, sus tablas, su virtud. Estamos demasiado acostumbrados a ver malas obras en manos de nefastos repartos.
Por cierto, el detalle de que Bo Derek nazca un 20 de noviembre hace del voto un acto casi que lubrificante (no sé yo si para quien vota o para quien se expone al ejercicio del poder).
He regresado al ardor extremeño, acostumbrado a la brisa tarraconense. Buen día, y mejores noches, amigo.
No vamos a presumir ahora de profetas "a posteriori", queridos amigos, pero estaba cantado.
Por lo que respecta al personaje, suscribo lo que Ramón escribió sobre él hace un mes, más o menos:
http://lamiradaperpleja.blogspot.com/2011/06/zapatero-o-la-soledad-del-portero.html
Abrazos sureños
Hace un mes aproximadamente de la publicación del post de Ramón; no que suscriba su opinión de esa guisa. La suscribo de principio a fin. Y deshago la ambigüedad.
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