2.6.11

Leonard Cohen, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2.011



No tengo ni idea qué posee Cohen que no hubiesen visto antes en  Dylan para que los que administran la idoneidad de los artistas, raro oficio, no crean, se hayan inclinado por otro poeta del rock en  la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Las de Leonard Cohen se merecen el galardón porque las hay excelentes y se han mantenido en ese nivel de excelencia durante casi cuarenta años. El jurado ha querido premiar a un cantautor, prescindir de la literatura escrita y darle cartas de nobleza a la oral, a la que se transmite sin el concurso de los libros y adquiere vuelos en la intimidad, cuando uno busca al predicador (la belleza es una especie de fe y requiere de un pastor que la conduzca) y elije los salmos cómplices.

Con los poetas que cantan uno cae en el sencillo error que consiste en mirar más el formato, el envoltorio en el que recoge las letras, que las letras en sí. Leonard Cohen posee un austero modo de contar sus historias de amores vencidos por el tiempo o ganados al tiempo, de hoteles que registran pasiones universales. Leí una vez que a Cohen le está llegando un invierno dulce y burgués. Lo sacan en volandas de los estadios (es un decir) y saca discos estupendos que se ganan el favor de la crítica (no conozco a nadie que, no gustándole Cohen, se empeñe en censurarlo, en negarlo, en reducir una brizna su magisterio) y del siempre veleidoso público. El suyo es fiel. Lo lleva siendo durante generaciones. Parece ser que ése ha sido el argumento principal esgrimido por el jurado del Premio: la constancia en el tiempo, la cercanía a ese concepto resbaladizo e interesado, imponente e insobornable, que se llama clásico. Leonard Cohen es un clásico desde que sacó Suzanne o The partisan.

Maldito a medias, puro a medias, comercial a medias, Cohen ha labrado una carrera indispensable si uno quiere saber qué fue de la cultura en la vorágine del rock, en el tercio final del siglo XX, cuando se izaron banderas experimentales, se soltaron todas las bestias del infierno que es el mercado y se incendiaron los valores inalterables que ahora le han valido para erigirse como el privilegiado escritor de ese año. Su relevancia es sentimental al modo en que lo son todas las que apelan al imaginario de la belleza.  Ha ganado (digamos) el débil, el tapado, el poeta cavernoso de corazón lorquiano y pecho grande como un pabellón de iluminados. Ewan estaba ahí, Miguel, agazapado. Otro año. Gracias por la confidencia. De ella ha salido una corrección de última hora.


7 comentarios:

Miguel Cobo dijo...

Querido Emilio, Bob Dylan fue Premio Príncipe de Asturias del las Artes en 2007.
De Leonard Cohen lo primero que conocí fue su excelente poesía. Su obra, en su conjunto, merece éste y cualquier otro reconocimiento, desde mi modesto punto de vista. Algunas de sus canciones tienen el aura inconfundible de la inmortalidad. Su estilo, sobrio y elegante, no carece de magia. Su voz grave, personalísima y profunda.

Como ves, hoy no salgo de los lugares comunes.

Un abrazo, mon ami.

Joselu dijo...

Reconozco que casi había olvidado a Leonard Cohen que fue esencial durante unos años de mi vida, quizás en los finales de los setenta y en los ochenta. Ni sabía que hubiera seguido editando discos. Su lugar para mí pertenece a otro tiempo ubicado en mi juventud, en tardes eternas y efímeras entre sábanas, junto a cuerpos adolescentes, con alguna Voll Damn como acompañamiento y abundantes cigarrillos. Y entonces la voz profunda de Cohen nos acompañaba. Quizás vuelva a oírlo, pero no me suele gustar volver a lo que significó mucho en otro tiempo. Uno siente, entonces, la desgarradura del tiempo y que uno ya no es el que fue, siendo ahora otro que no añora a aquel. Es una grieta que se abre con estas canciones, que me produce estupor, inquietud y desazón.

Ramón Besonías dijo...

Ni ineptitud hacia idiomas foráneos me impide degustar la (de seguro) sabrosa prosa poética de Cohen. Aún así, pese a la carga narrativa de sus composiciones musicales y estilo austero, el tono cadencial y sosegado, disfruto a ratos de su talento y tengo incluso algunas canciones preferidas.

Últimamente llevo en el coche las versiones que hicieron de sus canciones para la soundtrack "I'm Your Man". Me encanta el swing que le da Rufus Wainwright a su "Everybody knows", o Teddy Thompson con "The future". Por cierto, Nick Cave posee una voz se podría decir que heredada de Cohen. Escuchad su versión de "I'm Your Man". Estupenda.

Pato dijo...

Una voz que me ha hecho buscar su poesía traducida (igual que Ramón no sé inglés) ya se que las traducciones no son lo mejor que hay, pero es lo que tengo para tratar de acercarme mas a este músico que me conmueve.

De modo que celebro este reconocimiento a su labor.

Saludos

Juan Herrezuelo dijo...

Admiro al Cohen cantante desde hace mucho, he leído su novela Beautiful Losers -que bien podría poner como neón en algúna pared de mi bitácora-, un par de poemarios y otro par de biografías, todo ello porque lo convertí en modelo para un personaje... Y me encuentro en la situación que aquí ya se ha apuntado: temo que su lírica sea completamente intradudicible, y no teniendo nivel de inglés suficiente he de conformarme con versiones al español que no acaban de llegarme. Sus canciones me acompañan desde hace mucho, Suzanne es una de mis tres canciones favoritas, pero sus versos, en español, repito, me son esquivos. Más allá de esto, soy de la opinión de que en tanto el Nobel y el Prícipe de Asturias persistan en escamotearle el premio a Philip Roth seguirán estando devaluados. Cosas mías.
Un saludo.

El Doctor dijo...

Ya empiezo a estar de vuelta,mi querido amigo y me encuentro con el viejo Cohen.A mí lo que más me gusta de él son sus novelas,curiosamente bastante desconocido.Lo que más repudio de él es todo ese lío del abandono,raparse la cabeza e ingresar en sectas.Claro,se quedó sin un duro y tuvo que volver al escenario,le dio un mareo y no pudo terminar el concierto.No obstante,es todo un artista.
Un abrazo,amigo.

Emilio Calvo de Mora dijo...
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Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.