No recuerdo un mejor arranque de una película que éste y tampoco un aburrimiento mayor en el resto del metraje. En lo que Joe Wright falla es en la voluntad de mezclar lo que no debe ser mezclado, en darle a un thriller de espías un barnizado de cuento de hadas que, a la larga, lastra el conjunto al punto en que el espectador se desconecta, pierde el interés y pide que la opereta concluya y las luces del cine se enciendan. Antes de esa clausura feliz hay un espectáculo a ratos abrumador y en otros bochornoso de lo que no debe ser el cine de acción. Quizá lo que sucede es que no todos los directores saben hacer zapping entre géneros. Wright se presentó con la estupenda Orgullo y prejuicio y hasta la propia Jane Austen hubiese aplaudido la concisión, el espíritu sobrio de una obra eminentemente verbal, plásticamente empalagosa (lo eduardiano es, en esencia, aturdimiento visual, borrachera victoriana) y el magistral uso de los planes secuencia, borrando de la memoria cinéfila los encuadres cortos (aburridos) de James Ivory. De Austen pasó a McEwan, figura totémica de la nueva narrativa inglesa, y tradujo a imágenes la poderesa imaginería de Expiación, una novela monumental en muchos sentidos, que abarca muchos registros dramáticos y que precisa una mano consciente del complejo material que maneja a la hora de registrarla en fotogramas. Todo eso hizo Wright antes de caer en este extraño artilugio multidisciplinar, que no se abraza jamás a ningún discurso fiable y picotea aquí y allí, merodeando la comedia (esa familia hippie), el retrato costumbrista (ese cuadro flamenco) el videoclip orientalista (ese guiño a Oldboy en la pelea en el metro) o la pincelada psicoanalítica (las diferentes incursiones en el mundo de los cuentos de hadas, la querencia a Burton o a Gillian).
Hannah es una cobaya, una de esas víctimas del sistema de las que el cine de acción se encariña y a las que confía franquicias nuevas. Posee momentos impecables y otros imperdonables. Gasta maneras de blockbuster veraniego y no hace ascos por engolosinar a cierta platea exigente, caída en el vicio de acudir a un tipo de cine eminentemente evasivo, de discurso comercial y aliento palomitero, pero que se premia en certámenes y suscita (en ocasiones) el aplauso de la crítica del ramo. Pero Hanna no acaba de cuajar en ninguna de esas promesas que pronuncia nada más abrirse el telón. Ni es cine de acción, convencido de serlo, ocupado únicamente en bordar los tópicos y en no malearse con los usos del cine serio, autoral, más de arte y de ensayo ( que es a lo que tiende el imperio de la Marvel en muchas de sus últimas entregas) ni tampoco se inclina a filmar una historia fascinante de inocencia y de descubrimiento, que podría prescindir de todo el aparato logístico de las armas y de las tundas de palos y recrearse sólo en el dibujo de unos personajes bien dibujados (a decir verdad tres personajes: no hay más, muy bien interpretados además) y atender en exclusiva a la sección melodramática, en la plasmación en imágenes de la entrada en el mundo de un ser absolutamente delicioso, virginal y telúrico, un verdadero hallazgo narrativo que se enfanga a medida que la osadía de la trama se ve atropellada por la falta de imaginación de quien la gobierna.
Hannah es una cobaya, una de esas víctimas del sistema de las que el cine de acción se encariña y a las que confía franquicias nuevas. Posee momentos impecables y otros imperdonables. Gasta maneras de blockbuster veraniego y no hace ascos por engolosinar a cierta platea exigente, caída en el vicio de acudir a un tipo de cine eminentemente evasivo, de discurso comercial y aliento palomitero, pero que se premia en certámenes y suscita (en ocasiones) el aplauso de la crítica del ramo. Pero Hanna no acaba de cuajar en ninguna de esas promesas que pronuncia nada más abrirse el telón. Ni es cine de acción, convencido de serlo, ocupado únicamente en bordar los tópicos y en no malearse con los usos del cine serio, autoral, más de arte y de ensayo ( que es a lo que tiende el imperio de la Marvel en muchas de sus últimas entregas) ni tampoco se inclina a filmar una historia fascinante de inocencia y de descubrimiento, que podría prescindir de todo el aparato logístico de las armas y de las tundas de palos y recrearse sólo en el dibujo de unos personajes bien dibujados (a decir verdad tres personajes: no hay más, muy bien interpretados además) y atender en exclusiva a la sección melodramática, en la plasmación en imágenes de la entrada en el mundo de un ser absolutamente delicioso, virginal y telúrico, un verdadero hallazgo narrativo que se enfanga a medida que la osadía de la trama se ve atropellada por la falta de imaginación de quien la gobierna.
7 comentarios:
Es cierto, Emilio, "Hanna" planea de un lado a otro sin llegar a tierra. Cosas de un guión que no sabe hacia dónde dirigirse y una puesta en escena multifuncional.
Lo mejor: Saoirse Ronan, la actriz que interpreta a Hanna. Impresionante, inquietante. Se come a los demás cuando entra en plano. Ya en "Expiación" sacaba con acierto su lado oscuro, haciendo de detonante de la tragedia. Incluso en esos huesos solitarios de Jackson reluce sin necesidad de cables. Es una actriz a seguir, y tan joven.
Blanchett está como en el pastiche senil de Spielberg, resucitando a su doctor Jones. Una viñeta sin crédito. Eso sí, da gusto verla lucir traje y poner cara de malvada bruja.
El resto, para echarse al cine una tarde de verano no está mal. Tiene escenas bellas, como las del arranque. O inquietantes, como la del interrogatorio. El final burtoniano es aburrtido y rompe el ritmo y tono del resto del metraje.
Si Wright hubiese seguido el tono del comienzo, hubiese sido una película perdurable. Más cercana a "León, el profesional" que a "Alicia tras el espejo". En fin. Lo mejor dentro de la cartelera mediocre de mi ciudadad.
Buen día, amigo.
Excelente crítica :) Un saludo!
Vale Saoirse Ronan, por encima de todo. Incluso por encima de la trama, que es delirante en su tramo primero, y se despeña horriblemente después.
El cuadro flamenco es insufrible. Quizá tengamos que ser polacos o suecos o canadienses para apreciarlo. En lo demás, un pequeño oh, porque le tenía ganas.
No tan excelente. Uno se esmera cuando lo que hable le estimula. No fue el caso.Gracias, de todos modos, Alu.
No la he visto, pero creo que con tu crítica me es suficiente. Vivo un poco alejado de la gran ciudad y hasta aquí llegan sólo películas standard y de actualidad. Había visto anunciada Hanna y no sabía qué pensar. Vi el otro día El castor y me dejó un sabor agridulce. Pienso que es buen cine pero me resultó inquietante, oscuro, me removió. Soy altamente sensible al tema de la depresión. Saludos.
No tengo tiempo para cine moderno así que no va a ser esta la ocasión. Me temo que no me convencen estos productos de la modernidad, pero no pasa nada. Siempre tengo a Lang y a Resnais.
Tú ya me entiendes, seguro.
a
No es el sitio, pero me agrada que se sepa: qué esfuerzo el tuyo, amigo, qué heroico en estos tiempos de poca palabra y de palabra a veces muy mala.
Tu escritura es la de siempre, pero ahora eres mayor y eres sabio.
Lo dicen otros, pero yo tengo mi sitio. Me parece
que es mío y lo reclamo.
Una admiradora, antigua, que no quiere reconocerse.
A mí me ha parecido muy flojita. Empezando por esos villanos de dibujo animado amén de lo previsible y reiterativo de su cadencia. Muy fría, apática, incluso aburrida diría yo.
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