27.6.11

En lo mío mando yo



Luego dicen que el verano viene flaco de noticias. La de hoy es una repetida, que produce ya hartazgo. No porque no sea legítimo su hondo pálpito ético sino porque se trata, en el fondo, de una que se administra desde la letra del Estado y no desde la palabra de Dios. El orden legal no es el moral y conviene que sigan avanzando cada uno en su parcela. Sucede, no obstante, que el sujeto que se inclina por la moralidad debe cumplir la ley mientras que el otro, ay, el pagano, el blasfemo, el que desoye las admoniciones de la cúpula episcopal (allá ellos con sus barruntos y con sus dogmas) únicamente se siente obligada por las leyes sin que ese cumplimiento le exima de poseer una moralidad, una distinta a la que la Iglesia concibe, por supuesto.
Es cierto que las leyes no son justas por el mero hecho de haber sido aprobadas por las mayorías democráticas, es cierto, pero también lo es que la moral de la iglesia tampoco debe erigirse (por parecidas circunstancias) en un ejemplo de justicia y de modelo de comportamiento. Pasiva o activamente, yo soy dueño absoluto de mi vida. Y debiera respetarse esa propiedad y ese modo de conducir su finiquito. No tengo ningún tribunal celestial que me juzgue. Que se rijan por él quienes crean en que existe. Nada hay en este mundo más privado que las creencias religiosas. Ni nada que sea privado puede ser manifestado como norma de conducta. Por eso el Estado debe deslindarse de esas parcelas de lo anímico y no sólo llamarse laico sino ejercer esa laicidad con el mismo entusiasmo con que los feligreses ejercen su confesión.
Dicen los prelados que la dignidad de la persona queda afectada negativaemente si puede someter a voluntad el cese de la vida. Espero vivir muchos años y acepto incluso que el decurso de esos años hiciera que descreyese en esto que ahora siento tan alojado en mi forma de pensar y que expreso con absoluta confianza en lo que creo, pero sostengo que quizá sea ese acto último el que haga que las personas sean más dignas. En mi vida, en lo que hago y en lo que no hago, en lo que pienso y en lo que dejo de pensar, el jurista soy yo. No hay nada que interfiera en la jurisdicción privada de mi alma, si es que hay alguna adentro, y no hay tampoco ninguna circunstancia que me prive de administrar lo que atañe a lo más mío, que es mi cuerpo. Ningún viciado cuerpo de clérigos va a legislar sobre lo que no les concierne. Porque sencillamente no les concierne. No tienen derecho sobre mi voluntad y sobre el proceder vital que esa voluntad me dicta. Lo tendrán, a seguro que lo tienen, en millones de feligreses y quizá deban explayarse en soflamas y en discursos beligerantes en misa, en un púlpito que domina un teatro de iguales, de personas cómplices. A los que no nos sentimos cómplices, no nos afecta el texto. En nada. Sólo podríamos, en todo caso,(ay, también eso podría ser peligroso si no se gobierna con inteligencia) sentirnos vinculados por el orden legal. En esa legalidad es en donde (quieran o no) nos movemos.
Cómo uno acorte su vida es cosa de uno mismo, valga el perogrullo. O cómo la alargue. Se puede poner tibio de verduras, andar a diario hasta que se le rompan los pies y hacer yoga en el sótano de su casa o puede apostarse en la puerta de los bares (ay, ya no se puede fumar dentro, qué pena más grande) y castigarse a base de licores, de grasas animales y de nicotina a tutiplén. Podemos ver cumplido el plazo de estancia en este mundo habiendo satisfecho lo que más nos convenía o, bien al contrario, reconocer (aunque sea en el instante previo al colapso final) que nada de lo que hicimos convino a que la vida fuese más larga. Uno es emperador de su corazón y asombra (por lo menos el sentimiento del asombro asoma ahí, tímido, prudente y vigilante) que otro (qué sé yo, Rouco Varela, Martínez Camino) lo ponga en duda o se encone abiertamente en negarlo. No tienen autoridad sobre quienes no comulgan con lo que piensan. Ni deberían influir en las decisiones del Parlamento, que es un templo pero erigido para que emane la voluntad democrática de las personas y no, en cualquier cosa, su filiación religiosa. El pobre médico, pagado con erario público, al que involucren en esta práctica médica deberá pensar si acatar o no la ley por la que se está ganando un sueldo o desoírla y acatar la ley moral por la que se rije su corazón. Agradezco, en todo caso, no ser médico en esas circunstancias. El oficio que ejerzo no se impregna de estos flecos de lo moral, pero diremos como aquél dijo: todo lo humano no es me ajeno. O algo así.

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13 comentarios:

Alfonso Pellezuelo dijo...

Certero comentario. Creo que no tiene mancha lógica alguna. Se explica solo y no ofende a quienes no lo comparten. Lo tuyo, tuyo. Bien dicho. Yo, siendo médico, me he visto citado y comento lo que opino: no tengo en mi oficio todavía asuntos de esta "trascendencia", pero los he visto en compañeros y te puedo decir que es durísimo. Es mejor que no te toque estar "involucrado" como dices en ellos. Salud, Emilio.

Anónimo dijo...

Mi primera pregunta es la pregunta obvia: qué tienen que decirnos que no sepamos decirnos nosotros a nosotros mismos? Eso es más o menos lo que tú explicas, pero yo voy un poco más lejos: cómo se atreven. Sí, soy de un catolicismo tibio, aunque creo en Dios y siento que lo están desvirtuando estos tontorrillos de la Iglesia, que se pierden ellos conforme van dando conferencias (jeje) y ruedas de prensa.
El mundo les está dando la espalda y están enfadados.

a

Anónimo dijo...

La Iglesia quiere seguir siendo Iglesia y lleva dos milenios arrimando devotos a su causa.
El aborto, la eutanasia:
van por un lado y la iglesia por otro.
Ley moral, ley del Estado: yo me quedo con las dos, pero no la moral que impone la Iglesia.
Voy a pònerlo con minúscula: iglesia. Un saludo, vecino.

Rafael Roldán dijo...

Pues no acabo de entender que a personas que hacen, leen y colaboran en este BLOG les preocupe tanto la opinión de la Conferencia Episcopal. Baste cualquier somera opinión de un cura para que quede reflejado en este espacio y para que salgan los acólitos a echar incienso a las opiniones del hacedor. Si partimos de la base de vuestro ateísmo (o laicidad como os gusta decir ahora) ¿a qué viene tener siempre a los clérigos en estas páginas?
Bueno, os propongo que vuestra diosa particular os administre los sacramentos. Aquí la tenéis buscando su puesto en el cielo: http://www.abc.es/blogs/perez-maura/public/post/funcionaria-a-dedo-9230.asp

Anónimo dijo...

Las opiniones de los curas son como las de cualquier hijo de vecino. Lo relevante es que las dicen en público y piden que se vincule lo que dice al diario del país. Piden desobediencia. Es demasiado pedir, creo yo.
No creo que preocupe este asunto más que el terrorismo, el paro o que no llegue la nómina a fin de mes (la mía la he visto hoy y dan ganas de llorar muchísimo).

No tengo diosa particular. Mi mujer, en todo caso, es la que administra mi casa y mi corazón. Y ya es bastante.
La Iglesia, vamos ya en serio, se permite opinar. Así que no entiendo por qué no vamos a poder opinar los que no somos Iglesia. Lo digo por el comentario de Rafa, que está un poco salido de tono.
Clérigos en este página hay como hay otros asuntos.
No creo que el "hacedor" entre en pecado al explicarse a los demás.
Lo interesante es opinar con respeto. No creo que eso falte en lo que se escribe. Los comentarios, en fin, los hay de todo tipo. Y es verdad que algunos son a veces extremos, pero el "hacedor" no pone vetos a lo que se comenta y se encuentra a veces cosas que igual no le satisfacen del todo. Conociéndolo, creo que debería pensar en cerrar eso de que todo el que escriba puedapublicar lo que desea.
Hay gente muy desalmado por ahí.
Saludos veraniegos...

Pedro

Anónimo dijo...

Opino como Rafa.
Preocupa más de la cuenta lo que dicen los curas a los que no los aceptan.
A lo mejor es que se les tiene demasiado en cuenta y no se quiere admitir.
Hay que pensar en esa posibilidad.
El respeto debe campar por estos lares y no creo que el que escribe esta página haga nada de lo que deba arrepentirse, entiéndaseme, pero hay gente creyente que se siente ya muy cansada, de verdad, muy cansada de estos "ataques" al clero, a la iglesia, a la idea de un mundo servido por Dios y que mira a Dios, le gusta a alguien o no.
Un lector feligrés, cristiano y un poco harto.

Miguel Cobo dijo...

Caramba, Rafa, cómo te pones. Expresar libremente nuestras opiniones es lo único que hacemos. Y más tratándose de temas que tanto nos afectan como ciudadanos y como seres humanos. Es un derecho inalienable. Si lo hacen ellos, y lo hacen además de forma beligerante, con el espíritu de abrir el debate a toda la sociedad, pues creo que nos lo ponen a huevo: Casi nos exigen nuestro posicionamiento. Emilio la expone (su opinión) muy bien, con mucha precisión, con mucha claridad, en su contexto y en su blog. Con el respeto y el talento que le caracteriza. ¿Siempre están los clérigos en estas páginas? ¡No me digas! Y por último, no sé a qué viene , en lo que concierne a este post, traer aquí los sacramentos, las creencias que nos presupones, el ABC, Viviana Aído...Todo bien mezclado y agitado en un cóctel, permíteme que te lo diga, imbebible. Lo cierto es que como sigan tratando de inmiscuirse tanto en nuestras vidas, luego que no nos pidan poner la crucecita en su casilla del IRPF, que cada vez vamos a ser más los que nos neguemos. Es nuestra libertad y en ello estamos.

Saludos cordiales para todos: laicos, creyentes, ateos ,agnósticos y hombres libres en general.

Ramón Besonías dijo...

Kant decía que una cosa es la obligación profesional que todos tenemos y que nos impele a actuar conforme al deber legal, y otro asunto es el deber moral, lo que nos dicta la conciencia, nuestro armario ropero de creencias. Como profesional, debemos obedecer; pero como ser humano libre y racional, podemos debatir, razonar como estimemos oportuno.

Lo que Kant no llegó a recomendar, como buen pietista, es eso de la desobediencia civil. Se entiende que si tus convicciones son tan profundas, tus acciones puedan en ciertos casos sobrepasar el ámbito de lo legal. Pero, en todo caso, es un asunto privado.

La Conferencia Episcopal pretende convertirlo en una marca de serie de todo ciudadano, sea o no creyente. Quien se cree en la erdad absoluta difícilmente entiende que el mundo se rige por leyes morales plurales y no necesariamente convergentes. El gran problema es que Rouco y su tribu de talibales quisieran ver de nuevo una España católica, con leyes teocráticas, y no una Constitución que respete la diversidad moral.

La única moral cívica que puede existir es aquella encaminada a comprender y respetar las normas sociales que configuran nuestro Estado de Derecho y el espíritu de la Constitución.

Rafa dijo...

Bien por Miguel.
Creo que te defiende por lo que dices y por te tiene cariño, pero muy bien por Miguel. El punto y aparte del post es el comentario de Rafa, que está un poco politizado, en mi opinión.
Falta que el autor se exprese.
Creo que no falta mucho.

Anónimo dijo...

Evidentemente es otro Rafa.
Rafael Luque, por más señas. Cordobés nervioso por ver si ya por fin hoy le dan a mi ciudad el premio que merece.

Felisa Andirano dijo...

Ojú madre mía, qué alboroto, qué dios santo, qué guerra teológica, qué revuelo por cosa tan sencilla. Voy a resumirlo a mis entendederas: que cada uno hace lo que le place. Escribir, leer, no escribir, no leer, administrarse los sacramentos, no administrárselos, contar hasta diez hacia adelante, hacia atrás, mirar al cielo, mirarse los pies, cantar rumbita, escuchar ópera, rezar todas las noches o no rezar ninguna y todos tan amigos, tan felices, que no pasada nada, que el mundo gira y que aquí paz y después gloria. ¿he dicho gloria? Pues yo, que no soy creyente, creo que toda la gloria que pueda tener que sea en esta tierra que pisamos. Y a seguir discutiendo. Un saludo afectuoso, humilde, humilde, a todos...

Ojú madre mía, qué disparate de blog.

Emilio Calvo de Mora dijo...

No sé si lamento esta controversia. Creo que no, que la festejo.
Es festiva porque las opiniones, las contrarias, se cruzan y se encuentran. Eso anima el blog. Rafa, que es un buen amigo mío des hace muchos años y lo va a seguir siendo sin fecha de caducidad, tiene todo el derecho a opinar como lo hace. Su forma de entender estos asuntos difiere de la mía, pero eso lo sabíamos antes de escribir una palabra.De todas formas no todas las opiniones de todos los curas que escriben o hablan en público están recogidas en este blog. No tendría capacidad suficiente para afrontar esa empresa ni tiempo para plasmarla en escritos más o menos ocurrentes o más o menos atinados. Aquí hay cine y hay poesía y hay jazz, aparte de arrebatos teológicos y comentarios al hilo de los barruntos clericales. Pero reconozco que a veces, en ocasiones, no crean que siempre, me encienden. Supongo que eso de encenderse uno depende del lado en que se posicione y yo mi lado lo tengo claro. No pone uno mano en ningún fuego y los tiempos pueden cambiar la forma de pensar. En ese dejarse uno está también la maravilla del pensamiento. No se trata de convencer o de no convencer, sino de manifestar uno lo que piensa. Procuro, al menos, hacerlo sin ofender. A lo mejor alguien se siente ofendido. A ellos mis sinceras disculpas. Es el carácter, como decía el chiste...
Gracias a todos por los comentarios. Espero que lleguen a 20 o a 100...Lo de Córdoba, una pena grande, amigos cordobeses, Rafa, Miguel, una pena grande de verdad...

Anónimo dijo...

Poca chicha tiene esto, como decía mi abuela. Cada uno a lo suyo. Y quien quiera curas, que vaya a misa. El que no, que se quede en la puerta. A ver si nos entendemos todos, los que entran y los que no.

Ana

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