Lo que de verdad seduce es el futuro. Al pueblo llano, al iletrado y al curtido, al experimentado y al plúmbeo, lo que les pone es el vacío narrativo, los espacios en blanco en el mitad del texto más o menos previsible. Sin embargo, el futuro es una trampa formidable. Tal vez lo sea más manifiestamente en tanto no existe. Los hay que lo han ninguneado, vejado, negado o sublimado hasta el paroxismo de la fe, pero esa confianza en el porvenir no delata otra certidumbre que el cansancio en el presente. La trampa consiste en vender lo que no está ni tiene visos reales de que en efecto pueda estar. Esa vigilia hecha de zozobras y de hipótesis esotéricas es la que ha sustentado la historia de todas las religiones. El paisaje de la trampa se eriza de profetas, de estadistas del apocalipsis, de gurús del caos que oyen el lejano retumbar de las trompetas celestiales en su blackberry y exhiben las credenciales de su oficio, que suelen ser los habituales tecnicismos de resonancia clásica que hablan de la muerte y de la vida después de la vida. Con esa golosina espiritual se ha abastecido la historia de la espiritualidad humana. Cada uno ejercita el alma como le conviene. Quienes no reparan en que existe y quienes no actúan sin que opine.
Anoche habló del futuro un teólogo en una emisora de radio. Lo oí en ese franja fragilìsima de tiempo en la que ni estás dormido ni despierto y que algunos poetas matrimonian directamente con la muerte. Apenas percibí argumentos vagos. Igual lo eran y no era mi fatiga lo que me apartó de entenderlos. El teólogo hablaba del futuro como única tabla de salvación. Antes de que me venciera el sueño, creí entender que el léxico apocalíptico es el que más conviene. También los políticos agitan soflamas y airean cantos de revolución cuando advierten que los sondeos les son desfavorables o cuando sospechan que esa estrategia puede darles votos. Lo dijo ZP. Lo hacen todos. Agrit prop, se llama: agitación y propaganda. Agitación con cobertura mediática. El drama conviene a la escena pública porque lo dramático esconde un componente de sentimentalidad pura, no contaminada por los avatares de la moda ni de los intereses humanos. Lo estableció Lenin, pero ahora lo invocan militancias de todo el espectro político. O religioso. Asusta, que algo queda, parecen decir.
Tal vez el futuro da miedo y por eso ha sido el arma definitiva de muchos imperios: imperios de la fe y de la carne. Todos se han dejado embaucar por la belleza perfecta de lo que no puede ser medido, guardado, sellado, mostrado. La fe es la inteligencia chantajeada, escribió Bertrand Russell. La política tiene algo de fe trufada de burocracia. Educamos en las escuelas para que el ciudadano del futuro (otra vez el más allá irreducible a la razón) sea capaz de sobrevivir y de medrar sin tener que esperar la bondad de los dioses de la cosecha. Educamos en las escuelas (y sospecho y espero que en la familia también) para que el futuro no sea un territorio de penumbra sino un campo abierto y limpio de incertidumbres. Podemos esperar a lo sumo que las incertidumbres que sobrevivan sean las estrictamente inevitables y ninguna de ellas la rubrique la superchería, la mediocridad o la incultura de quien no se siente dueño de sus actos. Lo que de verdad seduce es el futuro, lo que no podemos registrar, lo que se escapa a poco que pensemos tenerlo ya cogido. Lo saben los curas y los políticos.
6 comentarios:
La realidad se nos presenta, como la materia, en tres estados: El pasado que es sólido, el presente líquido y el futuro, gaseoso. Algunos pretenden vendernos el pasado por futuro, sin pasar por el presente. Es la sublimación, a través de la fe, la superstición, la magia o la palabrarería del vendedor de biblias o de discursos demagógicos (eso que tú tan bien defines como agrit prop).
Ojalá (no ¡Oh, Alá!)la cultura líquida del presente solidifique en el futuro, aunque sea imperfecto. Mientras tanto, aquí lo que triunfa es el agropop (más que el agrit prop): No me pises que llevo chanclas.
Salud, que mañana es 14 de abril, el futuro próximo.
El futuro es artillería para la manipulación política o religiosa. Cierto. Pero también opera de mccuffin contra la desesperanza. Tener expectativas, esperar algo, es una forma prosaica pero eficaz de no claudicar, de apurar los días.
El tiempo quizá no exista, pero como ficción política y terapia da mucho de sí. Y no solo con el futuro. El pasado es también una entelequia, una novela abierta a reescrituras múltiples.
Objetivo: hacer nuestro el presente, congelarlo, adaptarlo al patrón de nuestros deseos. A fin de cuentas, otra ficción.
El futuro tenía mejor aspecto ayer.
Carpe diem: jamás algo tan corto, presentado en dos palabras tan hermosas, puede significar algo más hondo. Y el presente es lo único que tenemos. El pasado se matiza, se narra en base a lo que desea el presente. El futuro, en el fondo, es la guía. A ver si mañana... Somos por aquí, por el sur, gente de futuro, de confiar en lo que va a venir, de soportar con estoicismo el áspero hoy por tener a mano (controlado) el esquivo futuro, Miguel. Salud, mon ami. Mañana es 14. Todo el día.
El futuro es artillería para la manipulación política o religiosa. Eso mismo. Escuetamente expresado. Política, religión. Armas de persuasión masiva. Viva la ficción, Ramón.
Sí, Paco.
Sólo es nuestro lo que perdimos: lo escribió Borges. El ayer, también dejó escrito, es la época más propicia para la nostalgia. Y narramos hacia atrás. Contamos con la modificación que precise el relato. Ajustamos el hoy al ayer y el mañana al hoy. Qué nos queda. Metafísica de miércoles. Qué sencillos, en el fondo, somos. Abrazo, amigo.
Decía Borges que negar la sucesión temporal en un consuelo secreto. Que el destino no es espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro.
El tiempo, nos guste o no, existe. El futuro llegará con o sin nosotros. Nuestros hijos crecerán, nuestro pelo se pondrá blanco, nos arrugaremos o no tendremos esa suerte y yaceremos bajo tierra. Así ha sido y así será.
Sin embargo, lo que aún no podemos determinar es si existe eso que llamamos destino (escrito, rígido e inevitable) o somos seres libres que escribimos las páginas de nuestra historia a medida que vamos avanzando y con las herramientas que nos tocaron en suerte.
Es de ese desconocimiento del que se aprovechan políticos, religiosos, educadores, amores, amantes, padres, vos, yo. Cada uno a su manera promete futuros felices como premio o sufrimiento eterno como castigo.
El futuro existe y es nuestro.
El tiempo es la sustancia de que estoy hecho.
El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;
es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;
es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.
Nueva refutación del tiempo - JLB
Si nunca doy por perdido el tiempo no es porque crea que no tiene valor, sino porque lo considero un valor en sí mismo.
Un momento bien vivido pone al futuro a esperar y al pasado a olvidar.
Abajo el descaro de estos tiempos.
Saludos.
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