11.2.11

Certezas e incertidumbres

Uno va aceptando lo que es, pero no siempre acepta qué son los demás. También puede suceder al contrario. Supongo que la educación consiste en eso: en integrarnos en nosotros mismos, en querernos, en conocernos, en confiar en lo que somos y no sufrir por no ser el otro. Hay en esto una dificultad que Borges vio con su fina inteligencia y que a Patricia Highsmith le ocupó alguna de sus mejores novelas. La historia de algunos hombres, y no me cabe duda de la existencia de algunas mujeres en el mismo pack, es únicamente el trazo volátil de esas dos realidades: me acepto yo, acepto a los demás. En cuanto se ha producido esta revelación y se ha asumido, debiera pensarse que la convivencia marcharía mejor de lo que va. Y no va bien, se mire por donde se mire.
Vivir, al cabo, viene a ser esa travesía entre las certezas y las incertidumbres. Entre la realidad y la ficción. Entre uno mismo y lo que no lo es. Porque en la escuela se educa y se forma para abrazar al mundo y entrar en la sociedad cabalmente, pero podría incluirse en algún capítulo de sus criterios, en sus objetivos, en su gobernanza interna, la gestión del yo, las vías del amor hacia uno mismo. Un amor que no caiga en el egoísmo, un amor limpio y franco, uno que esté hecho a darse y que promueva, en sus gestos, en sus palabras, ese darse recíproco de los demás.

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2 comentarios:

Ramón Besonías dijo...

Te veo hoy muy conciliador, así como un Papa laico, amante del amor fraterno y el buen rollo. Yo acabo de ver en el cine "Valor de ley" y me ha salido la vena cowboy. ¡Qué le vamos a hacer!

Por cierto, la película, estupenda (aunque este adjetivo sea ya de por sí un eufemismo light).

Buen día, Emilio.

Emilio Calvo de Mora dijo...

El día menos pensado hago yoga metafísico, Ramón.
Será que es viernes. Será que el amor fraterno se me ha aparecido, lo he mirado a los ojos y nos hemos echado el brazo por lo alto.
Buen fin de semana, amigo...

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