El cine español está siempre en un estado convaleciente. La enfermedad lo es menos cuando las cifras abultan y el cine americano, el sano, el que nunca exhibe dolencias, no acapara todos los ránkings. Los achaques de este año son nuevos: aparte de la flaca estadística, de la balada triste de la caja (déjenme la secuencia facilona) está el conflicto político, la evidencia de que no se rema hacia el mismo puerto y que las aguas están turbulentas y amenazan, entre que se encrespan y se remansan, a medida que el cansancio hace mella en los navegantes, naufragio total, hundimiento absoluto.
Lo que ofrecen hoy a partir de las diez de la noche desde el Teatro Real en Madrid es la ceremonia de los músicos en la cubierta del Titanic. Van a vender la idea de que el espectáculo debe continuar y todo eso. Se van a guardar las armas y van a remar hacia el glamour de una gala que jamás entusiasmó al respetable pero que se ve con agrado (este año con agrado y con morbo) y que informa (básicamente hace eso: informar, dar salida comercial a los excedentes, poner otra vez en las carteleras, en las estanterías de los videoclubs o en las líneas de texto del jdownloader las películas de la casa) sobre el trabajo de los nuestros durante el año anterior.
Eso de los nuestros me sigue sonando a Scorsese: es más mío un director noruego que filme sobre vampiros en la tundra que uno de aquí que grabe una historia sobre un adolescente con acné que descubre su afición a Benito Pérez Galdós. Esa inclinación hacia lo foráneo no resta que sienta interés hacia lo que hacen los míos, pero (insisto) la propiedad (son míos, me dan algo, me siento cómplice con ellos) me parece una abstracción que viene grande y siempre termino, al final de la gala, pensando que me gustan infinitamente más los Oscars. Será porque he visto más pelis de allí que pelis de aquí. Será (concluyo) porque me gusta el cine y no me fijo (en la gran mayoría de las veces) en leer quién firma el entretenimiento. Es muy difícil renunciar al pasado: es lo que pasa por haber crecido con John Ford, con Howard Hawks, con Alfred Hitchcock, con Samuel Fuller, con Kim Novak, con Humphrey Bogart, con Peter Sellers, con Bernardo Bertolucci...
El cine español no está desvalido, no está enfermo, no está solo: tiene los mismos síntomas que el cine francés o el italiano o incluso el americano. El cine considerado como la más artística de las industrias necesita empresarios que busquen sólo el beneficio (dejen la belleza al obrero cualificado) y contraten a artesanos eficaces. Aquí los hay a espuertas. Somos genios con los bolsillos vacíos. En cuanto salimos afuera, en cuanto el genio viaja y encuentra patrocinador que lo entienda y lo sufrague, encuentra la vía del éxito, triunfa, hace caja. De eso se trata al cabo lo de hoy: de reflotar el negocio, de darle las alas que el primer vuelo no obtuvo, de confiar en que Buenafuente, en su rol de entertainer, meta y saque el dedo de la llaga según necesidades del guion. Es la primera vez que escribo guión sin tilde y no me ha dolido nada. Increíble como se adapta uno a todo.
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Lo que ofrecen hoy a partir de las diez de la noche desde el Teatro Real en Madrid es la ceremonia de los músicos en la cubierta del Titanic. Van a vender la idea de que el espectáculo debe continuar y todo eso. Se van a guardar las armas y van a remar hacia el glamour de una gala que jamás entusiasmó al respetable pero que se ve con agrado (este año con agrado y con morbo) y que informa (básicamente hace eso: informar, dar salida comercial a los excedentes, poner otra vez en las carteleras, en las estanterías de los videoclubs o en las líneas de texto del jdownloader las películas de la casa) sobre el trabajo de los nuestros durante el año anterior.
Eso de los nuestros me sigue sonando a Scorsese: es más mío un director noruego que filme sobre vampiros en la tundra que uno de aquí que grabe una historia sobre un adolescente con acné que descubre su afición a Benito Pérez Galdós. Esa inclinación hacia lo foráneo no resta que sienta interés hacia lo que hacen los míos, pero (insisto) la propiedad (son míos, me dan algo, me siento cómplice con ellos) me parece una abstracción que viene grande y siempre termino, al final de la gala, pensando que me gustan infinitamente más los Oscars. Será porque he visto más pelis de allí que pelis de aquí. Será (concluyo) porque me gusta el cine y no me fijo (en la gran mayoría de las veces) en leer quién firma el entretenimiento. Es muy difícil renunciar al pasado: es lo que pasa por haber crecido con John Ford, con Howard Hawks, con Alfred Hitchcock, con Samuel Fuller, con Kim Novak, con Humphrey Bogart, con Peter Sellers, con Bernardo Bertolucci...
El cine español no está desvalido, no está enfermo, no está solo: tiene los mismos síntomas que el cine francés o el italiano o incluso el americano. El cine considerado como la más artística de las industrias necesita empresarios que busquen sólo el beneficio (dejen la belleza al obrero cualificado) y contraten a artesanos eficaces. Aquí los hay a espuertas. Somos genios con los bolsillos vacíos. En cuanto salimos afuera, en cuanto el genio viaja y encuentra patrocinador que lo entienda y lo sufrague, encuentra la vía del éxito, triunfa, hace caja. De eso se trata al cabo lo de hoy: de reflotar el negocio, de darle las alas que el primer vuelo no obtuvo, de confiar en que Buenafuente, en su rol de entertainer, meta y saque el dedo de la llaga según necesidades del guion. Es la primera vez que escribo guión sin tilde y no me ha dolido nada. Increíble como se adapta uno a todo.
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4 comentarios:
Me gusta el cine europeo. Si pudiera me pasaría tardes enteras en los Renoir o en su defecto en la filmoteca. Creo que el cine europeo es muy interesante, y dentro de éste, el cine español es doblemente atractivo. No podemos producir las cantidades ingentes de películas como el gigante americano, pero cada año hay dos, tres o cuatro películas sobresalientes. No puedo verlas todas por mi vida familiar, pero me quedo con las ganas de ver Enterrado, Balada triste de trompeta. Sólo he visto Y también la lluvia. Pa negre es otra que me encantaría ver. Me gusta el cine español, no todo, pero pienso que no podemos mirar como papanatas lo producido fuera de España como si fuera superior. El cine americano está bien, hay muchas películas inmensas, pero también hay mucha paja. Apuesto sin duda por el cine español y les deseo buena fortuna en esta gala que ha quedado deslucida por la incomprensible dimisión de Álex de la Iglesia, que no sé por qué ha dimitido a pesar de que he visto alguna entrevista en que se le preguntaba. No sé si está de acuerdo con la ley Sinde o en desacuerdo y por qué. Creo que no ha sido claro. En todo caso, pienso que debe haber algún sistema que proteja a los creadores. Me descargo películas y libros a veces, pero pienso que no debería de ser posible bajarse películas y libros de actualidad, aunque sí literatura y cine clásico. Un cordial saludo.
Cuando voy al cine no suelo pensar (conscientemente) si voy o no a una película de una determinada nacionalidad. Me fijo más en conocimientos previos o la mera intuición. A veces me seduce un actor, el director, el género o el contexto. A veces me recomiendan ir a verla y yo me fío. Pero esa entelequia política llamada "cine español" me es del todo indiferente. Quizá interese a los productores, a la industria, o a la Ministra, o al actor que ve peligrar su pan. A mí, al espectador, lo que le importa es ir al cine y no sentirse defraudado. Palpitar con una historia, ampliar tu horizonte del mundo, ser parte de un universo ajeno, o simplemente reir, llorar, gozar. Lo demás son palplinas, ganas de vender o de joder...
Buen día, Emilio.
a mi me gusta también el cine europeo, como a Joselu, sobretodo el francés, el inglés está muy bien y el alemán... en definitiva, me parece un cine muy bueno el europeo.
pero el problema del cine es lo que has comentado, en España hay los mismos síntomas que en el resto de lugares. Hay una crisis, que rebunda sobre la crisis del cine. La gente no tiene dinero, las salas son muy caras y el cine americano es muy grande y con mucha publicidad. La gente elige y como dice Ramón, al final uno no se fija en la nacionalidad, sino en lo que se sabe de antemano.
yo no me puedo permitir ir al cine, voy una vez al mes y elijo muy muy bien. De las dos últimas una era catalana y la otra americana. Me estoy acostumbrando a ver cine de autor en festivales gratuitos. Pero lo confieso, me bajo mucho y mucho cine. Porque me gusta el cine. Lo que puedo decir, es que si no me pudiera bajar las películas, pues estas nunca las vería o las cogería de una biblioteca.
Me gusta el cine. Al cine no le aplico, si puedo, etiquetas. Veo cine al modo en que leo libros o escucho música. Llevo unos días escuchando música hindú. Dosis pequeñitas. Con el cine turco, pongo por caso, puede pasarme algo parecido. Veo cine turco si algo de lo que se entrevé en la historia, en lo que cuentan de ella, me entra. El problema es qué te cuentan. Te dicen cosas interesadas. Nos venden cine europeo o americano o sudamericano, en menor medida, pero hay buen cine en Mongolia, imagino. Lo que se hace fuera de España, Joselu es superior a lo que hacemos aquí, idéntico (en calidad, digo) o inferior. Afuera hay paja. Dentro hay paja. Lo que no voy a defender por el hecho de ser español es el cine español a tumba abierta. No voy a hacer una apología del cine de aquí, aunque la haría del cine de Bardem o de Berlanga o de Camus (ayer homenajeado) o de Almodóvar, más reciente.
Me parece atinado lo que dices, Ramón. Tal vez la industria esté interesada en hacer bandera de lo suyo. Para hacer caja. Lo que debe hacer el espectador es guiarse por el instinto. No por las banderas, por los himnos, por toda ese morralla pseudonacionalista que sólo busca adoctrinar (en cierto sentido) al público y hacerle cómplice de una realidad que, vista en detalle, no existe. El cine español claro que existe, pero tangencialmente, de forma lateral, mirado como una realidad partidista, unívoca.
He disfrutado más con el cine francés que con mucho cine español. He disfrutado con el cine español más que con mucho cine americano. Más con el francés que con el americano, a veces. Todo así de liado. Gracias a los tres por los buenos comentarios.
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