Sospecho que entraré en hibernación en breve. Hiberno entre libros, embutido en un sillón de orejas, teniendo a mi alcance una escandalosa colección de discos de jazz y un considerable arsenal de películas de cine negro. En eso de abastecer mis vicios nunca he sido mesurado. Hay vicvios de más duro asiento, no lo dudo, más caros, más nocivos, de más retorcida cura. Siempre me incliné por el exceso. En el exceso, en ese territorio fértil y cómplice, uno vive más a sus anchas. Las mías son ampulosas. Cabe casi de todo.
En otoño, de regreso del rigor del estío, hago planes sobre las condiciones del retiro espiritual. Pienso en libros, en autores, en tramas novelísticas. Pienso atropelladamente en películas que hace años que no veo, en series que me llenaron de júbilo, en discos que no defraudan jamás. Consta en esta reflexión que no tiro de personas: no es que este escribiente sea un huraño, un solitario, un friki de sus caprichos. Sucede que para leer un buen libro, ver una buena película o escuchar un buen disco (todo bueno, bueno, bueno) no necesito absolutamente a nadie. En el resto de las actividades del alma, en la travesía de la vida, necesito amigos, padres, esposa, hijos y hasta transeúntes a los que cortesmente doy el buenos días a las ocho y veinte cada mañana. A lo mejor sí que soy un tipo huraño, uno solitario, un friki de su sillón de orejas y su pantalla plana. No sé. Se encasilla uno en un perfil y luego no lo suelta aunque le nombren hijo predilecto de su comunidad de vecinos, pero se avecinan tiempos de bonanza espiritual. El frío me estimula. El frío me carga de energía. El frío, en estas materias del corazón, me llena completamente. El frío da cuartel a mis ansias. El frío me inclina tozudamente a contemplar el espectáculo absoluto de la vida escondida en un disco, en un libro, en una película.
Y hoy, no obstante, el día arrancó casi estival sin que una brizna de frío se imponga a la sensación de que todavía se arrastra el calor por las aceras, esa impregnación de sudor incómodo en la frente, en la memoria de que los meses de verano fueron inclementes.
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8 comentarios:
Ay,ya lo decía Josep Pla,que somos animales climáticos y Mark Twain,mucho antes que él:"Es el entorno humano el que crea el clima".
Un cordial saludo.
No sé por ahí, pero en Badajoz aún se resiste el sol a ceder la corona al otoño. Aún apetece espolvorear la figura por terrazas.
Pero tu escrito me recuerda que hay que aprovisionando la despensa de libros, discos y recetas.
El frío es una fuente de riqueza espiritual. Ya está dicho. Yo soy de tu opinión y, además, gran pare del año vivo en el Norte y puedo disfrutarlo, siendo andaluz como soy. Muera lo tórrido. Viva el frío. Leo mejor. Escucho mejor. Veo mejor. He entendido todo lo que has escrito y, además, lo hago mío y lo disfruto hasta más no poder. Perdona el entusiasmo, pero es que me he visto en lo que has escrito. Saludos efusivos.
Ismael Barrachina
Pla, Twain y este servidor: animales climáticos. Cada uno en su sitio, en su cuna, pero soy como soy por el termómetro que me rodea. Así de simple, Francisco. Con matices, pero así de sencillo.
En Córdoba el otoño llega y luego se queda con su rigor habitual, pero el calor todavía está, amigo Ramón, está a veces insoportablemente. Una especie de sofoco penintencial al que no podemos acostumbrarnos pensando que ya, por calendario, deberíamos estar con rebecas, camiseta interior y hasta pequeña chaqueta de entretiempo. Nada de eso. Yo visto y calzo casi como en verano. Una pena. O no. No sabemos nunca. Aprovisionamiento: de eso hablo.
Todo mejor, Ismael, con frío. El calor es una fuente de cansancio, aunque yo esté esos días de vacaciones y a nadie, en su juicio, le amargue un dulce, como quien dice. Gracias por entrar.
Ganas me dieron de tener una "pizca" de frío, Emilio. Libritos, pelis, una copita de brandy y para mí es la tarde perfecta. A ver si es que somos tan sencillos que necesitamos tan poco.
Rafa
Comparto contigo el gusto por los excesos. Es verdad que dentro de ellos uno esta mas a sus anchas.
Feliz viaje dentro de tus libros, el sillón con orejas es un buen vehículo.
Jeanne
Lo sencillo, bien llevado, siempre es mucho. Huir de la dificultad o hociar en ella, pero disfrutar, en todo caso, de lo que se hace...
Los excesos, Jeanne, son siempre fuente de conocimiento. Dentro de los excesos está la extrañeza, el asombro, la perplejidad. Todas esas cosas me fascinan. Y están ahí adentro.
Lo único inteligente es ser sencillo y en esa sencillez esconder lo complejo, pero eso lo hacen muy pocos. Y entre esos pocos, algunos, sólo unos pocos, lo llevan al grado de arte.
Un saludo, y muy contento por haber descubierto esta página.
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