A Dios se acude con más frecuencia de la que se debiera: se le pide que llueva o que deje de llover, que los hijos aprueben oposiciones al Estado o que el equipo de la localidad reviente la escuadra del equipo vecino. Y si la física cuántica, el azar o el trabajo dan el resultado esperado, se le dan las gracias, se postra uno ante su figura y hace la penitencia de rigor. La fe es un deslumbramiento, un vértice de luz que ilumina a quien de pronto, en mitad del camino, se siente a oscuras. He hablado de esto con buenos amigos de recto proceder cristiano y convienen conmigo en que se abusa de esa toma del nombre de Dios en vano. Que el buen Dios, allá donde obre su causa, está para otros menesteres y no parece razonable que se avenga graciosamente a las peticiones de sus usuarios, pero parece también cosa lógica que haya una providencia divina, una especie de oficina de milagros en donde se cursan los extravíos de cada uno; no vaya a ser que yo no pida y luego pierda la oportunidad. Hay desde luego unos deseos más dignos que otros. No es lo mismo pedir que un hijo sane que esperar que Fernando Torres drible a la defensa holandesa y encaje la pelota en las mallas. Y el sentido común dicta que quien no comulga con dioses debe esperar, al menos, que el milagro se produzca. Quizá porque los milagros no hacen daño a nadie y unos los encuentran en una iglesia y otros fuera de sus muros. Importa que uno sea escuchado por ese más allá atento que de pronto se ha convertido en aliado nuestro y colabora en nuestra causa. Pero ya decía el párroco, después de que sus feligreses le pidieran que intercediera ante Dios y éste, atento, afectado por la súplica, produjese la bendita lluvia: Yo, hijos míos, se lo pido a Dios las veces que haga falta, pero que sepáis que de llover no está...
Mi amigo K. ya no se preocupa de estas frivolidades, sostiene que son entretenimientos metafísicos y que los tiempos que vivimos están para pocas metafísicas. Y yo opino justamente lo contrario: a mayor vendaval, a más terrible tormenta que se cierna sobre nuestra cabezas, más deseo se tiene de Dios. La metafísica no es una disciplina estrictamente filosófica: es una rama de la economía y debería formar parte de todos los planes de estudio universitarios. El metafísico es un ser sensible que mira en su corazón y mira en las estrellas para entender el significado de lo que le rodea. El metafísico, en estos tiempos que vivimos, amigo K., es un ciudadano de a pie, uno sin pedigrí, sin talla intelectual ni zozobra en el alma. Todos somos metafísicos, todos somos filósofos, todos somos actores de esta obra extraña en la que nos hicieron participar. Y esta noche habrá quien reze para que España golee a Escocia en Glasgow y quien lo haga para que Zapatero dimita y Rajoy, en plan César, subido a un descapotable y escoltado por jinetes uniformados, recorra la Gran Vía y haga plaza en la Moncloa. Dios es de la parte popular. De la mitad de Génova. Dios debería guiar la mano del que vota cuando deposita su papeleta en la urna. Si no lo hace, ya sabemos, es porque no quiere interferir. Lo místico no casa con lo pedestre. La verdad celestial no se deja manosear por lo mundano. Yo soy cada día más mundano. De un mundano excelso. En mi mundanidad, ajeno a los vientos del cosmos, vivo muy a gusto. Hasta entra en lo posible que hoy Fernando Llorente (Torres está lesionado) le haga un siete al portero escocés. Y no sabremos jamás la autoría de ese prodigio.
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Mi amigo K. ya no se preocupa de estas frivolidades, sostiene que son entretenimientos metafísicos y que los tiempos que vivimos están para pocas metafísicas. Y yo opino justamente lo contrario: a mayor vendaval, a más terrible tormenta que se cierna sobre nuestra cabezas, más deseo se tiene de Dios. La metafísica no es una disciplina estrictamente filosófica: es una rama de la economía y debería formar parte de todos los planes de estudio universitarios. El metafísico es un ser sensible que mira en su corazón y mira en las estrellas para entender el significado de lo que le rodea. El metafísico, en estos tiempos que vivimos, amigo K., es un ciudadano de a pie, uno sin pedigrí, sin talla intelectual ni zozobra en el alma. Todos somos metafísicos, todos somos filósofos, todos somos actores de esta obra extraña en la que nos hicieron participar. Y esta noche habrá quien reze para que España golee a Escocia en Glasgow y quien lo haga para que Zapatero dimita y Rajoy, en plan César, subido a un descapotable y escoltado por jinetes uniformados, recorra la Gran Vía y haga plaza en la Moncloa. Dios es de la parte popular. De la mitad de Génova. Dios debería guiar la mano del que vota cuando deposita su papeleta en la urna. Si no lo hace, ya sabemos, es porque no quiere interferir. Lo místico no casa con lo pedestre. La verdad celestial no se deja manosear por lo mundano. Yo soy cada día más mundano. De un mundano excelso. En mi mundanidad, ajeno a los vientos del cosmos, vivo muy a gusto. Hasta entra en lo posible que hoy Fernando Llorente (Torres está lesionado) le haga un siete al portero escocés. Y no sabremos jamás la autoría de ese prodigio.
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10 comentarios:
Un blog no se define sólo por su capacidad sino por su vocación de crear vínculos, de compartir, de trasponer el propio territorio y llegar al de los demás que te escuchan. Este blog tiene aspectos valiosos pero el autor se sume en el solipsismo. Y es una pena. No basta con anhelar ser admirado. El resultado, a pesar de magnífico, puede resultar a la fin banal.
Y estaría bien que tan atinado pensamiento tuviese un firmante. Por lo demás, me parece estupenda esa reflexión, que indica lectura de lo que escribo y acercamiento. Gracias.
No ha sido Llorente, Emilio, ha sido Villa, de penalti. Y tú a lo tuyo, que está bien como está. Un abrazo del alma.
Rafa
Se me hace difícil entender algunas cosas, pero las entiendo. Un blog se define por crear vínculos, y en este mundo es IMPOSIBLE crear vínculos para todos. El autor se sumará en todos los solipsismos del mundo, pero escribe lo que le apetece, igual que el anónimo que ha expuesto muy atinadamente su opinión. Yo la mía, Emilio la suya, y así.
Rafa, otra vez. Ha sido Llorente al final el salvador. Alguien habrá escuchado las plegarias. Disculpa el tono futbolero. Sé que no te importga.
Yo encantada con la diatriba filosófico deportiva.
Un blog es un lugar voluntario al que se entra para muchas cosas.... o donde no se entra si uno no se siente a gusto, pero de ahí a ser tan incisivo va una distancia. Eso contando con que todos somos muy educados y expresamos las cosas con mucha CORRECCIÓN. Un abrazo.
Yo lo prefiero así, libre, directo, sincero. Sin intentar llevarte a engaños. Exponiendo con claridad sus ideas, que a veces comparto y a veces no. Pero tratando los temas con el suficiente respeto como para no sentirse a disgusto en la lectura de aquello en lo que no crees.
Luego es el lector, libremente, quien decide.
No pasa de ser un texto. No más. Uno más. Banal, tal vez, como tantos. En fin. Doy mis sentidas gracias a quienes se han mostrado sensibles a eso, a que escribir sea un acto libre y se pueda escribir sobre cualquier cosa. Espero no molestar en exceso. No molestar nada es imposible. Siempre hay alguien que se molesta. Por cualquier cosa. Por mínima que sea. Dios incluido.
No sólo es un texto sino un bueno, Emilio, y más vale llamar la atención y promover estas sanas discusiones que hacer textos vacíos que pasan por encima del lector y no se quedan dentro. Éste y otros que he leido quedan en el interior y se leen y sobre todo se pueden releer con gusto porque están muy bien escritos y tienen carne debajo, amor por la palabra. Queda escrito. Dios, en quien creo de forma inequívoca, está de tu lado, seguro. Aunque no lo notes, está. Y si no, si no lo sientes, tampoco pasa nada.
Leopoldo Luque Barrera
Sólo falta que Torres y Llorente crean en Dios, entonces miel sobre hojuelas, llueve sobre mojado, todos contentos, Dios contento y tú contento, y todos contentos y hasta el "anónimo" contento. Viva La Madre Que Me Parió, coño.
Hacía tiempo que no entraba y me he desquitado.
J.M.G.
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