A UNA ENCINA SOLITARIA
La gracia cenicienta de la encina,
hondamente celeste y castellana,
remansa su hermosura cotidiana
en la paz otoñal de la colina.
Como el silencio de la nieve fina,
vuela la abeja y el romero mana,
y empapa el corazón a la mañana
de su secreta soledad divina.
La luz afirma la unidad del cielo
en el agua dorada del remanso
y en la miel franciscana del aroma,
y asida a la esperanza por el vuelo
la verde encina de horizonte manso
siente el toque de Dios en la paloma.
Leopoldo Panero
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Dietario 19 / Unas horas en Venecia
El Arte produce una epifanía inmediata, una pequeña o gran perturbación, casi un brotar manso y agradecido de lágrimas. Lo sentimos al esc...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Hay cosas que están lejos y a las que uno renuncia. Tengo amigos que veré muy pocas veces o ninguna. Tengo paisajes en la memoria que no v...
No hay comentarios:
Publicar un comentario