29.11.19

Talleres de poesía

Hace tiempo que no asisto a una de esas reuniones en las que se lee poesía sin orden ni concierto alguno, y ciertamente no las echo en falta. No hablo de las otras, las reuniones en las que se lee poesía con orden y con concierto, se entiende. Las habrá, tendrán su parroquia de amorosos hijos de la poesía, pero no he sido invitado todavía a esa congregación. No tuve la suerte de dar con ellas o no insistí con determinación. Asistí con cierta curiosidad a las otras  hasta que esa novicia curiosidad tornó hastío y salí sin hacer ruido, intentando no molestar, no dar explicaciones sobre las razones de mi fuga. Había ocasiones en las que resultaban placenteras, tenían momentos de alborozo poético y hasta guardo recuerdo muy agradable de invitados a los que no conocía de nada y a los que aprecié (y todavía aprecio) sinceramente, pero quizá no dimos nunca con la orientación lúdica, ni se produjo el entusiasmo convidado siempre cuando se hace algo y se desea que dure y, al menos, nos entretenga. Faltó la epifanía, la sublimación, el centelleo en los ojos y la locura en el alma cuando un poema adquiere el rango sobrenatural que a veces poseen y que no siempre podemos rasgar ni se nos muestra con frecuencia. No es que me incomodara escuchar los poemas de los demás, sino que me costaba airear los míos. Pensaba que la poesía, si se lee, precisa de una voz idónea, que la eleve y la convierta en algo sólido, incrustado en el aire como quien fija un clavo en la pared para colgar un cuadro. Lo relevante de esas reuniones de poetas no era la poesía, por desgracia. O lo era de un modo accesorio, de poco fuste, siempre zarandeado sin brújula ni propósito por circunstancias extrapoéticas del tipo "conozco a alguien que puede publicarme en...." o "hay un concurso al que voy a presentarme". Mientras los aspirantes difunden sus proyectos editoriales, yo iba haciendo amistades. Tengo guardadas algunas de esas reuniones fallidas. Buscaba el destello ajeno al vértigo de las letras. Convenía conmigo mismo que el único disfrute de aquellos eventos era la posibilidad de encontrar un alma gemela, un lector paralelo, una especie de yo escindido  que de pronto se reconociera en mí y se esforzara en agradarme al modo en que yo lo hacía. Un juego de prestidigitación, vamos. K. dice que era un excelente método para ligar, pero yo no he hecho eso nunca. Me han ligado o he fracasado en mis anhelos amatorios, en fin, no es ese el tema, ni tengo interés en que lo sea. Volvemos siempre a la misma vieja idea: escribimos para que nos quieran más. Lo de reunirse y hablar de letras es un asunto formidable, pero las más de las veces se habla de fútbol o de política. Las otras, las veladas poéticas de fuste, alguna ha habido, se desinflan a poco que pujan. Son aburridas, perdonadme todos los que disfrutáis de ellas, pero no he tenido la suerte, no he podido disfrutar con el mismo goce. Seguro que es cosa mía esa desafecto. No habré tenido el ánimo idóneo, será que no tengo paciencia o que no seré poeta de verdad. Ellos sí que lo son. Juro que he visto algunos entregándose con absoluto fervor en la recitación de un poema. Como si les fuera la vida. Y no es eso. La vida no está en los poemas, por más que me gusten. 

1 comentario:

impersonem dijo...

Es muy interesante todo lo que dices sobre el tema de fondo... Supongo que hay de todo y para todos los gustos; incluso hay algunos, como yo, que escribimos poesía careciendo de las mínimas condiciones para hacerlo... yo no escribo poemas para que me quieran, sino para drenar mis ahogos emocionales... o sea, para drenar el alma...

Yo también he asistido a algunas reuniones poéticas como las que citas en tu post, algunas me han encantado y otras me han aburrido... pero mi nivel poético está en un nivel por debajo del más básico y no sé si aprecié bien cada uno de los poemas que escuché...

Concuerdo con tu pensamiento en el hecho de que la poesía, si se lee, "precisa de una voz idónea, que la eleve y la convierta en algo sólido, incrustado en el aire como quien fija un clavo en la pared para colgar un cuadro" (me ha gustado mucho esta forma descriptiva para fijar en el artículo las razones con las que sostienes esa idea)... creo que ahí está la diferencia a la hora de leer y escuchar poesía (voz, tono, pausas, ritmo...)...

Me ha gustado mucho tu artículo...

Saludos.

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