15.11.19

Bergman esta noche

Ayer, en una mala película de la que vi sólo un trozo, por caerme de sueño, por haberla puesto bien tarde, se quejaba el protagonista de haber sido un mal padre. Lloraba sin desconsuelo por creer que no había hecho lo que debía. Daba igual que la hija lo calmara, le insistiera en hacerle comprender que estaba equivocado o que, al final, no había nunca buenos padres a tiempo completo. Ni buenas hijas. Que se es bueno a ratos o incluso muy bueno muy fragmentariamente. O a la reversa. No es posible ser siempre malo, no dar nunca en el clavo, distraerse de manera continua del camino correcto y pendonear por el erróneo. Fue un diálogo pobre, no hubo hondura, zanjaron esa desavenencia sentimental con un par de abrazos y unas lágrimas y se dieron los dos por satisfechos con ese bálsamo insuficiente. Hace falta más filosofía, más metafísica, más teología, pensé. No únicamente la académica, la reglada por la administración de turno, sino la pedestre, la metafísica de campo, la que pasea por el interior y nos pone a pensar, aunque esa actividad (una de las que entrañan más riesgo) rompa y termine uno más roto que cuando empezó. Me encantan, por el contrario, esa películas nórdicas en las que los personajes hablan hasta que dicen incluso lo inconveniente. Siempre pensé que esos diálogos no cuadran con nuestro carácter sureño. Que en el norte (en todo ese norte simbólico) hablan más y llegan más lejos o llegan más hondo. Esta noche, si no empiezo muy tarde, me pongo una de Bergman. También las hay francesas que parecen suecas. El cine, cuando rivaliza con los libros, puede ser excelente o pésimo, no hay término medio. Un amigo, al que no veo desde hace muchísimo tiempo, del que no sé nada reciente (suele pasar) me dijo una vez que para ver una película en la que hablen mucho prefiere leer, donde hablan todo el rato. El cine es una literatura cuyo confort depende de la capacidad del que observa. Hay quien ve la imagen entera, quien la vea a medias y quien ve un trozo de imagen. Igual pasa con las conversaciones. No podemos manejarnos con excesiva severidad en ninguna disciplina. Siempre hay un momento en que el objeto observado nos embosca y derrota. Ahora voy al viernes, que se ha presentado de un gris que me encanta. Lo de ver una de Bergman esta noche no lo tengo del todo claro. Todo depende de cómo transcurra el día. Me gusta Bergman cuando tengo el ánimo caído. Tiene la facultad de izarlo, no sé bien el porqué. Ojalá vea una de acción trepidante, un blockbuster, un pelotazo, una inyección de adrenalina, etc. A pasar un buen día. 

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