No suelo pensar en el futuro. Me siento incapaz de hacer planes a plazo muy largo. Los que hago, los pocos que me veo obligado a hacer, se malogran con frecuencia. Va uno aplazando las cosas. A veces creo que lo aplazado es más mío, me pertenece más enteramente, por el hecho de poder administrarlo. No es que se espera que se resuelva todo por sí solo o que mande la pereza: se aplaza, se difiere en la línea del tiempo para sentirlo propio. El sentido de la posesión es mayor incluso que el uso que se le da a lo poseído. No voy a poner casi nunca la obra completa de Bach, pero tengo la caja en una balda, expuesta a quien se tope con ella, diciendo de mí lo mucho que adoro a Bach, cuando es una verdad a medias. Lo dice K., lo podría decir yo, tú que lees. Este verano voy a releer a Lovecraft. Siempre hago planes para el verano. Cuando irrumpe septiembre, no pienso si los he cumplido o no. A veces improviso otros a los que concedo la legitimidad mayor. Suplo a Lovecraft por Canetti. Disfrutamos las cosas que se van pensando, gozamos el modo en que las organizamos. Luego importa poco que se culminen con éxito o no. He ahí mi novela, la aplazada. De hecho suelo traerla por aquí, por este prontuario de ocurrencias, La procrastinada, le voy a decir. La traigo para sentir que la voy dejando para un después inasible, de poco asiento en la realidad. Será verdad que el futuro es lo único lugar en el que queremos estar, y no pensamos en el hoy fugaz, ni en el ayer zanjado. No hay nada que se disfrute más que elegir en qué usar el tiempo, en que se perderlo incluso. La siesta de la que acabo de salir -juro que en trance, izado, en volandas, feliz y remasterizado - estaba planeada desde el viernes, pero no la he aplazado. No he dicho: no la vas a dormir, Emilio, te sentarás a escribir, verás Alma en suplicio - la tengo preparada en un lápiz de memoria para esta noche - o ordenarás el cuarto de los libros, que requiere atenciones y no se las das nunca. He dormido gloriosamente, contento de viandas, saciado de birras. Es bueno tener fe en algo. Yo, que soy un descreído, creo en la propiedad del tiempo. Casi nunca se dispone de él a capricho, pocas veces tiene uno la posibilidad de gobernarlo a voluntad, así que hay que esmerarse en los ratos en que se nos ofrece sin resistencia, consciente de que vamos a hacer con él lo que nos venga en gana. Luego llega el verano, estación de felices vacaciones; llega con otros oficios y otras ocupaciones. Y Lovecraft, mi buen Lovecraft, queda allá en su rincón, preguntándose qué pasó esta vez,
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5 comentarios:
a mi me pasa con Cortázar y sus cuentos y su Rayuela.... siemrpe posponiéndolo a pesar del amor que le tengo.... no hay nada mas lindo que perder el tiempo y pensar en el futuro ja...
Sabia reflexión, sí señor. Al menos somos totalmente dueños de algo.
Sabia reflexión, sí señor. Al menos somos totalmente dueños de algo.
Yo procrastino también. No lo sabía, pero lo hago, y lo hago de mil maravillas. Yo creo que procrastinamos todos. Unos más, otros, menos. Lo que yo dejo para mañana es lo que puedo hacer hoy, por log eneral. Y así va la cosa y así me va.
Saludos cordiales, agradecimientos, veneraciones...
Luis
Posponer es darse uno el gusto de elegir el día en que va a festejar lo que esté rumiando, JLO. Perder el tiempo es también una manera de celebrar algo, no sé.
Ser dueño de algo, muy bien observado, Molina de Tirso. Y es difícil esa posesión, cada vez más. Y el tiempo es la posesión más preciada. No hay duda en eso. Ninguna en absoluto.
Luis, cuánto tiempo. Yo procrastino sin proponérmelo, ya sabes. Lo hago de vicio, como decías.
Yo lo de mañana lo dejo para mañana, y está mal, Luis, muy mal de verdad. Y así va la cosa, como dices. Saludos.
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