Uno no sabe ya si ama los mundos sutiles, los ingrávidos y los gentiles o si los detesta. No sabe con qué quedarse. Se maneja bien observando el mal, registrando los destrozos que causa, apreciando que la vida siga y que no haya peligro de que el mal, el que se ha observado y se ha registrado, acabe entrando en casa. Tampoco sé a qué casa me refiero. Imagino que es el mundo, a pesar de que haya otra, de más reducido tamaño, donde duermes de noche y a la que mimas porque en ella reside tu familia, que es el bien más preciado, el único posiblemente. Lo malo es que al mundo lo están partiendo. Nunca fue una unidad firme, pero esta parte es la mía, en la que yo oficio de espectador, y no me agrada en nada el tono de la trama. No se sabe ya cómo asumir que en las guerras mueran los niños, que los gaseen como si fuesen mosquitos en la cortina del verano. No se sabe ya cómo entender tanto atropello. Imagino que esta es la descarga moral, moral por decir algo, que a veces sale de dentro y plasmo en palabras, un poco para entenderme y otro poco, quizá, para compartir el padecimiento. Hay que ser muy duro para sobrellevar este peso infame de las cosas. Por otra lado está la sensibilidad. Quien la tenga a espuertas tiene todas las papeletas para echar una llantina privada cada vez que se acuesta, apaga la luz de la mesilla y entona el cántico con el que se profana la vigilia y se penetra en el mundo de los sueños. Creo que son los únicos paraísos que quedan, pero los sueños, cuando están mal administrados, elevan su rango y se convierten en pesadillas. No suelo tener muchas, la verdad. Creo que duermo con la conciencia tranquila, pero incluso eso me preocupa. Soy feliz en mi modesta vida de espectador. Lo que hay de malo en esta bondad es que no tiene por dónde cogerla, no hay forma de explicársela a los demás, no existe argumento por el que hacer circular su esencia. Por eso anda uno perdido, sin saber si proseguir en el mundo etéreo, el de las pompas de jabón y las metáforas, o meterse en arena, abrir camino por algún sitio, dejar de contar lo que siempre está uno contando, que es al cabo poca cosa y está contada de modo fragmentario y torpe. Son todas estas las cosas que esta noche no sé. Una de ellas, una de las que más me incomodan, es la de ir acabando el texto y no tener conciencia clara de qué he querido decir. Sí, el dolor, ya sé, las muertes ajenas, las dolorosas, las que no tienen pies ni tienen corazón ni cabeza, pero también las muertes de los seres que no conocemos, los de los telediarios, todas esas muertes que no obedecen a nada razonable. Es que no hay razón y vamos camino de que hasta eso (que no haya razón) sea razonable. Está la cordura rebajada a otra cosa, pero no es cordura. Se están dando por normales los asuntos que debieran indignarnos. La dignidad. Esa es la palabra a la que le hemos perdido absolutamente el respeto. Supongo que no harán caer en la escuela el peso de esa responsabilidad. Es un peso muy repartido en la sociedad. La escuela no es un espacio de prevención de conductas inmorales o delictivas. Los mundos sutiles, los ingrávidos y los gentiles: eso son los que hay que vender bien, ellos garantizan la sensibilidad.
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3 comentarios:
Ámalos. Los mundos sutiles, los ingrávidos y también los gentiles, digo. Sabes hacerlo muy bien.
M.
Esa tristura tuya... En fin...
Seguro que sale algo positivo...
No se me ponga usted así, que seguro que la cosa levanta cabeza...
Digo yo, que tampoco estoy segura...
Por lo visto, si la existencia de vida animal en este planeta fuese el equivalente a un año, en solo los úlitmos 2 o 3 segundos la especie humana ha conseguido hacerse la dueña y señora. Ahora haría falta una evolución de las especies (2ª parte) en la que el ser humano se despojara del ansia de poder y de dinero, en resumen, que están originando tanta maldad y tanta desgracia. Y eso no lo van a traer ni los poderosos ni los ricos. Pongamos nuestro granito de arena con la educación de nuestros hijos en esta segunda evolución de la especie en la que debemos tener más protagonismo, por ser mayoría, los indivíduos y menos protagonismo los que tienen el poder. Y tú Emilio, por tu trabajo, por lo que escribes, pones mucho más que un granito de arena amigo.
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