Leí que el orden del universo no existe. Unos astrofísicos (austrohúngaros o no) habían dado con las razones exactas de esa tajante aseveración que a mí, más que científica, me pareció, mientras iba entendiéndola, poética. En el desorden, pensé, se vive mejor. Yo, a mi modo, en mi pequeño cosmos genético, carezco también de orden. No hay reglas que me expliquen. Miles de años de literatura, de psicología y de filosofía no han dado con la fórmula que me desglose y tabule. De entrada mi cuerpo no obedece las instrucciones que le da mi cerebro. A veces quiero coger una cuchara y de pronto sorprendo a mi mano atusándo el cabello o frotándose contra mi mentón. Yo mismo he notado con frecuencia esa falta de sincronía entre la máquina y quien aparenta gobernarla. Será ésa la razón por la que no entiendo el mundo. ¿Cómo voy a entenderlo si ni yo me entiendo? Encabalgado en estos pensamientos, perdido en la hondura de mis meditaciones, escucho en televisión lo del juez Garzón, que vuelve mañana al Palacio del Tribunal Supremo
para ocupar por segunda vez el banquillo de los acusados y ser sometido
a juicio por su investigación de los crímenes del franquismo. Como no soy juez ni miembro del sindicato ultraderechista Manos Limpias, poseo una información muy cribada ya del asunto, pero barrunta uno sus cosas y confirma eso de que no es posible entender nada de lo que pasa en el mundo. El orden no existe. La astrofísica es una ciencia conjetural. Las revistas del corazón tomarán las calles. Quemarán las bibliotecas. Iremos de cabeza a las trincheras de la cultura. Nos la van a robar a poco que nos descuidemos. Hay indicios fiables. Grumos judiciales. Evidencias cósmicas. Me consuelo como puedo: si el orden del universo no existe y nadie entiende a nadie ni se entiende a sí misma ¿cómo vamos a confiar en que exista la justicia? Miles de años de literatura, de psicología y de filosofía, nobles disciplinas del alma cultivada y sensible, no han dado todavía con un patrón válido para todo el mundo. Nada de esto supera en relevancia al partido de vuelta de la Copa del Rey del próximo miércoles en el Camp Nou. Mi mente ociosa ha dejado las cavilaciones procesales y se ha entregado a conciencia a buscar en el google si Mou, The Special Two, últimamente, mete en el once a Pepe, ese leñador luso.Lo dijo un personaje de Lynch en Blue Velvet. El mundo es extraño. Será el desorden lo que lo afea y lo enmaraña todo. Mi cerebro no entiende lo que el cuerpo le suministra.
23.1.12
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4 comentarios:
Y que lo digas, compañero. No hay quien lo entienda. Garzón o sin Garzón, con obispos bocazas y sin obispos bocazas, con socialistas o sin ellos. Todo es una mierda.
Pesimista esta noche, Emilio, pero quién te va a quitar la razón de que vamos derechitos al caos, a que nos quiten escuelas y principios. El orden no sé si existe, pero las injusticias sí que existen. Garzón es la prueba. Hoy estoy indignada. Espero que por lo menos brilla la cordura y todo vuelva a donde debe. En lo de Pepe, comp comprenderás, no opino.
Ana
No existe la justicia, llevas razón. No existe una razón que lo explique todo, dices justamente. Lo que existen son poderes ocultos que manejan a las marionetas, que somos nosotros. Y el espectáculo debe continuar, siempre. Mou, Pepe, Guardiola, son el pan y circo romano aplicado al siglo XXI. Creemos que con un papel en una urna cada cuatro años dirigimos nuestro destino. Ilusos.
R.M.
No llego a tanto. La mierda es una categoría evitable. Hay formas, estímulos. Nos dejamos llevar...
Ana.
Pesimista sin vocación, no creas. Lo de las injusticias es un hábito. Lo normal sorprende. Se acepta lo anormal como costumbre. En ésas andamos. En lo de Pepe, como comprenderás, tampoco voy a opinar.
Manolo.
Existe a trompicones o existe una justicia incompleta, que no contenta a las partes que la precisan. El poder oculto del que hablas está muy bien integrado en el poder visible. Roma ha vuelto, feroz. Gladiadores de contrato para amenizar las tardes en las colas del inem. Ilusos, sí.
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