1.1.11

Día primero

Comencemos este nuevo año en plan trotskista: la felicidad es un invento comercial. Quizá hace unas decadas, antes de la Segunda Guerra Mundial, fuera simplemente una emoción, un subidón de armonía vital y buen rollo, pero hoy es un placebo publicitario. Se me ocurre que comencemos el año reivindicando la tristeza y el desasosiego como amigos íntimos de la felicidad (precapitalista). La amargura de la lucidez como única compensación de quien desea ser feliz sin mediación del merchandising. Amen.


Ramón Besonías

Yo no he comenzado el año en plan trotskista. Ni siquiera he sentido un subidón distinto al que sentí hace una semana o en pleno agosto. El buen rollo no se si lo practico a entera satisfacción de quien me rodea. Procedo, no obstante, con cautela, con armonía, en la creencia de que vivimos en un mundo complicado y no conviene bajar las armas. Las mías son débiles, las mías son frágiles. Lo que uso para descerrajar todos esos obstáculos provienen casi siempre de los vicios privados a los que encomiendo la felicidad que deseo. La felicidad es un invento comercial: es posible. En este primera mañana de este enero gris en Córdoba, lluvioso, he salido a dar un pequeño paseo y he visto un chino abierto. No celebran año nuevo así que despachan ositos de peluche y pilas alcalinas con el entusiasmo íntegro, con los ojos despejados de sueño, sintiéndose los primeros en la línea de salida del mercado.
La tristeza, el desencanto: quizá valgan esos asideros para arrancar el año con un temple exótico. No tengo resaca: no bebí, no dancé, no hablé hasta por los codos, no fumé por todo lo que no lo haré en días venideros. Triste, desencantado: mirando el futuro como una fuente inmensa de inspiración, quizá. Triste y desencantado se crea mejor, eso lo tengo muy claro. En la alegría, en esa alegría que reclamaba anoche en el vértigo de las felicitaciones a los amigos, el numen está incapacitado. Le llamaré con frecuencia, le pediré instrucciones para escribir. Sé que no voy a dejar de hacerlo. Es la única patria en la que creo, es el único lugar en donde me siento a salvo de las inclemencias del corazón. Sí, el mío late y late con entusiasmo, pero lo acechan lobos. Escribir en este año recién despejado. Escribir como si no lo hubiese hecho jamás antes. El trotskismo de mi amigo Ramón lo dejó para el decenio que viene.

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6 comentarios:

Unknown dijo...

Igualmente yo te voy a desear un feliz 2011 :) Un saludo!

Cromático dijo...

Me parece que este amigo tuyo Ramón es un irónico y tú no le vas a la zaga. Yo tampoco, por lo pronto. Ironía, ironía a raudales para empezar el año. Y ni triste ni echando risas, mejor con el ojo abierto, con los dos ojos bien abiertos, que cuando menos te lo esperas, zas, te hunden. Suelen hundirte los que te gobiernan, desgraciadamente. Esperemos que este año sea mejor, sea bueno, vamos. Un saludo. Feliz año, lectores de El espejo.

@jorjowski dijo...

comparto sensaciones de año nuevo, aunque yo si las aderezo con vino y camel

Conrado Castilla dijo...

Siempre que llegan estos días queremos desear lo mejor a todos nuestros amigos y familiares, pero la realidad es que las cosas seguirán más o menos como hasta ahora, simplemente que seremos un poco más viejos y habremos recorrido un poco más el camino de nuestra vida, y en él pues como siempre encontraremos un poco de todo (nuevos amigos, cosas materiales, ...) y también perderemos algo, espero que poco.
Feliz año a todos.

Antonio Ruiz Bonilla dijo...

¿Maldición o privilegio? ¿Inconformismo o incapacidad? Mi tristeza y desencanto te desean un año nuevo pleno de salud e inspiración. Saludos desde los jardines del Apocalipsis.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Buen año a todos, de corazón. Leer es un ejercicio que requiere una instrucción previa, y saber que se me lee me llena siempre de placer. Escribo, al cabo, para ser leído, pero hay veces en que hay una comunicación escondida, un hilo invisible que une a quien lee y a quien escribe. Aquí pasa a veces. Gracias por haberme hecho hospilatario este año.

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