Un vecino no es un amigo: se adiestra uno en ciertos protocolos, se deja conducir por las buenas maneras y le da a los encuentros en el rellano de la escalera o en la reunión de la comunidad de propietarios una pátina de civismo dulce y grato, una especie de teatro en el que los actores representan un papel. La vida no está en el escenario: está en las bambalinas, en los camerinos, en el backstage, que dicen los modernos. En ocasiones, la vecindad deviene afecto y, en otras, las menos, a lo conocido por mí, amistad sincera. Entiende uno que la cercanía no garantiza cariño salvo que el azar o los voluntos del alma así la exijan. Esta sociología de patio de vecinos, barruntada en plan doméstico, sin entrar en honduras a las que no alcanzo, podría convenir para entender asuntos de alta geopolítica. Quizá por eso, por las endebles y a veces hipócritas relaciones entre vecinos, pasa que un país se atreva a amonestar a otro por el simple hecho de un vecino haya decidido pasear por la comunidad y hacer una visita a su prójimo africano. El asunto de Rajoy en Melilla es la evidencia del descalabro diplomático de España, de su zozobra en el mapa, de su escaso peso en el nucleo duro de las naciones importantes. Y es que no hemos conseguido todavía ese status de nación digna de respeto al que otras sí han accedido, naciones que no suscitan, entre los pueblos limítrofes, suspicacias, sospechas de debilidad interna, esos gestos de desgobierno que los analistas extranjeros utilizan para programar sus arengas. Uno va a casa de su convecino, a echar un café en la planta de abajo, y se echan encima los que no han sido previamente invitados, los que todavía creen que un designio divino sustenta sus reivindicaciones ancestrales. En todo caso, sin dar ya más importancia a este capítulo del quebranto de España, queda la fotografía movida, esa evidencia de fragilidad expuesta en la noticia de que Rajoy haya decidido, en su rama de dirigente político legítimo, darse un garbeo por Melilla. Como si va a Cuenca. Como si sale de su casa y va a comprar el pan un par de calles más abajo. Por mí como si Mariano Rajoy planta en Melilla una segunda vivienda (o tercera o quinta) y pone la sede del PP en la frontera con Marruecos y deja Génova huérfana en Madrid. No sé si España es algo sólido y durable, pero todavía recuerdo de mi EGB sus límites, el espacio natural de sus dominios.
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5 comentarios:
Eres muy bien pensado, Emilio.
Sinceramente, te envidio.
Creo que los motivos de Rajoy eran muy otros, lamentablemente.
Siempre soy de pensamiento turbio. He dejado de lado los motivos de Rajoy y he pensando, en mi inocencia de hoy, en el hecho estricto de hacer turismo local. Y entonces me ha salido el lado limpio de las cosas. Flor de un día. No me envidies. Ni mucho menos. Un abrazo.
Sí, es posible cierta "ingenuidad", pero el fondo del asunto es correcto. No podemos exponernos a ser ninguneados por los vecinos, del norte, del sur, del este o del oeste, por la inacción de nuestro gobierno. Rajoy no es el candidato ideal, pero ZP tampoco es el presidente perfecto. Qué va a serlo, por Dios. En mi opinión, porque ya tengo unos años más de sesenta y he visto algunas cosas, estamos abandonando nuestra imagen, ojo, que no digo nuestro prestigio, sino nuestra imagen en el mundo por ser buenos cont odos y no hacer daño a nadie. Parece que somos, en vez de un país, una ONG, y hay gente que dice basta y quiere un cambio. He pensado mucho en la relación entre el Magreb y España, siempre prooblemática, y he pensado que cualquier día nos metemos en un lío gordo, y no hablo del Perejil, que aquello fue una hombría más del machote Aznar, que no es santo de mi devoción, por supuesto. Ahí se quede en sus viajes a Boston. Bueno, no me extiendo más, que es la primera vez que escribo por aquí. Un saludo andaluz-catalán.
Ah olvidé reseñar que viví en Marruecos, en Rabat, en los ochenta, por cuestiones de trabajo, y la población pasa totalmente de conflicto con España. Son los políticos los que jalean al personal civil, no son el mismo pueblo. Pasa como en Cataluña, donde no se vive el conflicto sino es en las instituciones y en ciertos periodicos de ideas muy definidas. Ya no me extiendo más.
No sólo eres bien pensado sino un pedazo de pan , Emilio.Me permito decírtelo. Que está bien ser ingenuo de vez en cuando, hombre. Mala leche no conviene. O sí, no sé.
Rafa
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