20.4.10

Dios es inalámbrico...



Soy laico por pereza teológica. Contra mi voluntad pagana está el argumento de los argumentos, la madre de todos los argumentos, el argumento absoluto que echa por tierra y convierte en banal el argumento más contundente. Si existe o no Dios está fuera de mi alcance así que ante la posibilidad de mirarlo de frente y buscarlo entre las piedras, en la luz de la mañana y en los ojos que me devuelve el espejo, preferí no mirarlo, no enfrentarme a su enigma, vivir sin metafísica, conducirme por las tortuosas sendas del tiempo sin que ningún quebranto místico torture más lo que ya viene averiado de fábrica. Nacemos débiles y morimos débiles. En mitad de esa travesía buscamos en la fe el asidero que en ocasiones no ofrece el camino. Admiro la voluntad de quien ha visto la luz y se deja llevar por lo que esa luz ofrece. Yo ando un poco a oscuras, aunque veo con precisión y mantengo la teoría de que se puede ser feligrés sin que uno lo sepa y no serlo practicando misa de doce y leyendo los evangelios en las últimas horas del día. He visto místicos huecos y gente aparentemente hueca con guarnición de mística.
Soy laico por un principio estético. Lo que me da la literatura no lo iguala la religión. Las parábolas sobre las que se sostienen el edificio de la religión están dentro de los las historias que cuentan los libros. En la novela está Dios. En la ficción está Dios. Metafísica y ficción, metáfora teológica y fábula, andan juntas y hasta pueden llegar a confundirse. La fantasía es un ingrediente fundamental de la comprensión de los hechos divinos. Uno cree en Dios al modo en que cree en los fantasmas que pueblan los cuentos góticos victorianos. La metafísica es una disciplina de la literatura fantástica: lo escribió Borges, que era un laico incoherente, uno del tipo que lampa por encontrar algún vestigio de milagro en las horas, pero que se acuesta pobre de asombro, convencido de que vivimos aquí y morimos aquí y que afuera de esta cárcel de luz y de sombras no hay nada más. En cierto modo, qué más da que haya o no. Qué me importa el infinito futuro si ya he perdido el infinito pasado. Ando trabado en estas conjeturas. Me fascinan. Advierto que más que creer o no lo que practico es una vigilancia metódica, una especie de indagación estética que, en ocasiones, me hace verlo todo limpio y sencillo y que, en otras, sin explicación satisfactoria, me regala turbiedades, me empuja a lo oscuro. En ese viaje está el placer formidable de estar vivo. En otro orden de cosas, o es el mismo, quién sabe, no me pronuncio sobre la pederastia de los curas ni me envalontono cuando a pie de barra de bar alguien se pone bravucón defendiendo a la santa madre iglesia, todo así con minúscula. Me parece que están los tiempos revueltos y que la nube tóxica alcanza a todo el mundo. Creo que hay sacerdotes dignos como los hay infames. En ese renglón argumentativo, podemos incluir fontaneros perversos y fontaneros nobles, medievalistas asesinos y medievalistas de proceder manso y encomiable. En una reciente conversación de bar, lugares tan gratos para conversar, decidí no involucrarme. Creo que pasé por lo que no soy, pero preferí esa abstención fonética. Callar. No decir. Hacer ver que en realidad no es un asunto que me preocupe. No está en esa falta de los eclesiásticos el mal de la iglesia. No, al menos, únicamente ahí. Es un asunto mayor, pero lateral. Es un asunto judicial, no teológico ni privado. Hoy Rouco Varela ha dicho lo que tenía que decir hace mucho tiempo. Igual ese silencio prolongado durante semanas ha dañado. No tengo motivos para ver en los curas que veo a diario curas lascivos. Se agrandan los arquetipos y en ellos entran las bestias al tiempo que los sabios. No duele que se consienta el mal: lo que duele es que exista. Subsiste, ilesa, la controversia. Tengo fe en los míos. Inasequiblemente tengo fe en quienes amo. Tengo fe incluso en John Ford. Fe en Coltrane. Me voy a explayar ahora que tengo tiempo: tengo fe infinita en los endecasílabos, fe en la bondad y en la educación, fe en la belleza. Tengo fe sin sobresaltos: fe privada, politeísta, imperfecta. En todo lo demás, en la comunión del hombre con el creador, en la irresistible llamada celestial, prefiero (como Bartleby) abstenerme. Ya hay quien se manifiesta, quien airea su compromiso. A mí, en estos tiempos de relativismo nanotecnológico, uno tiene que ser fiel al menos consigo mismo. Cuesta, no crean.


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7 comentarios:

Rafa dijo...

Oh my God, ve la luz, cree, entra en el reino de la palabra y serás de los nuestros. Eso es lo que necesitas. Ver. Jejejejejeje

Emilio Calvo de Mora dijo...

No es tan fácil, y quizá no debe ser fácil. Veo, no creas, amigo Rafa.

Patty dijo...

En la ficción está Dios... eso me gustó.
Tal vez deberías leer a C.S. Lewis, uno de los pocos cristianos que realmente respeto.
(Escribió libros "no religiosos" jaja)

alex dijo...

Vuelvo al eterno debate: ¿Es la Iglesia legítima representante de la fe? Cualquier iglesia de cualquier religión. El clero es humano, por lo tanto poco proclive hacia lo divino. Los vícios privados se convierten en virtudes públicas, ya lo dijo Miklos Jancso. Hace pocas semanas leí que los seguidores de la orden de los Legionarios de Cristo aceptaban que su fundador fue un pederasta. Lo reconocen ahora que está muerto, años después de que el Vaticano lo hiciera también tarde.

Siempre me he considerado, te lo he contado, un cristiano sin Dios. No sabemos gran cosa sobre nada. Tal vez sea el misterio la razón y el origen de todo. En ese campo, la Iglesia juega con ventaja.

Emilio Calvo de Mora dijo...

He leído lo justo de C.S. Lewis. Prácticamente nada. Me parece que voy a indagar ahora. Eso de escrib ir libros no religiosos, siéndolo, me intriga, Patty.

No hablo ya de la Iglesia. Me cansan. Me molestan incluso a veces. Son de otro mundo. Deberían vivir entonces en ese mundo, amigo.
Yo no sé todavía qué soy. Si un cristiano sin Dios (tal vez) o un creyente sin religión. Ahí ando. Pensar da vigor, no creas. Te deja lúcido para otros asuntos de más importancia que éstos...

Anónimo dijo...

Escribes muy bien. Eso, y no lo que cuentas, es lo que me gusta de tu Espejo de los sueños. En el tema religioso, diferimos, pero me parece muy honesto tu proceder, y se deja ver un respeto enorme por lo que no compartes. Es lo que pido en estos tiempos de zapaterismo hooligan y de gente cazurra dándole palos a la iglesia. Entro en tu página sabiendo que voy a encontrar argumentos que no son de mi cuerda, pero que voy a leer muy a gusto, y que me van a enriquecer. ¿Dónde encontramos eso en la Gilipollosfera? Me he dedicado a comentar entre mi gente la existencia de tu página. Y te digo, eso, que me encanta encontrar "enemigos" tan nobles. Uns aludo. Un abrazo. Un abrazo sincero.

Fernando Ojeda MancedA

Emilio Calvo de Mora dijo...

Está bien diferir.
Difieren quienes se oyen, quienes hablan, quienes escuchan y van adentro e indagan en lo que el otro dice. Eso es lo mejor, Francisco. Un abrazo.

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